miércoles, 14 de diciembre de 2011

OMAR MENESES


Omar Meneses, Historia y vida, presentación de Javier Perucho, México, Ediciones Ojo de Venado, 2011, 64 pp. (Ojo de Venado).
El texto de presentación que acompaña este libro de fotografías ya fue adelantado aquí, por lo que pueden consultarlo en la entrada correspondiente al 28 de noviembre de 2011, “Omar Meneses, el copiador”.

Poscriptum: La imagen registra el momento en que milicianos zapatistas toman la finca Liquidámbar, Chiapas, en 1994. Las cuadros de Warhol que entonces la adornaban eran auténticos. 

sábado, 3 de diciembre de 2011

ESCALERAS AL CIELO

Las Pozas
En la entrega anterior prometí una estampa sobre Las Pozas, ese asiento silvestre de la escultura surrealista. Ahora la presento con estas joyas publicitarias que me encontré mientras caminaba por sus calles. Un rótulo estampado sobre una pared lateral anunciaba el nombre del negocio y su giro mercantil: “Chatel”, telefonía e internet. Otro predicaba “El Corte Maestro”, una peluquería atendida por un anciano que se esmeraba con las tijeras sobre la nuca pilosa de un parroquiano. Vista desde la calle, el mueble más preciado de la peluquería es el viejo sillón con su afilador, necesario pedal y asiento mullido en rojo, que en otros tiempos distinguía a esos espacios ahora perdidos de la masculinidad.
Ahora bien, Las Pozas se encuentra a unos cuantos kilómetros del pueblo, uno puede llegar hasta ahí por una brecha de terracería andando, en taxi o el automóvil cotidiano, pues las lajas de río que la asfaltan se dejan transitar sin objeción alguna. Caminamos ese trayecto pedregoso durante el ocaso Michael Pfister, Rocío, nuestra guía local, y yo. Como citadino irredento, la flora, la fauna y la pedrería me son absolutamente desconocidas, por lo que me traje un guijarro, una lasca verdosa en forma de trapecio perfecto, a pesar de su origen silvestre. Ahora me acompaña en mi cubículo, resguardando la puerta como su tope, que así le llaman por acá a la barrera para atrancar la puerta que se abre sin solicitárselo.

Las Pozas es una construcción mitad naturaleza y mitad artificio. Su benefactor fue Edward James, poeta, constructor y mecenas del arte europeo y mexicano. En medio de la selva huasteca, en un ángulo de la cadena montañosa, levantó habitaciones, esculturas, escaleras sin destino, puertas sin trasfondo, un baño en medio del río, flores de piedra, un arco de ìntegra circunferencia que da la bienvenida al visitante. Y muchos caminos escalonados adoquinados con las lajas que abundan en el sitio —el baterista de Mitote Jazz auscultó muchas piedras de río para inventar un “litógrafo”, así lo llamó, de muy hermoso timbre, estrenado en la tocada de clausura, que aún resuena en mi memoria auditiva—. Convertido en parque público, se puede visitar en un par de horas, o transitar en una cansada jornada completa si se pretende conocer al detalle las varias hectáreas que lo conforman, donde James sembró multitud de esculturas escherianas en mancuerna con su amasio, según cuenta la leyenda, y que los libros sobre el mecenas han consagrado. Como está enclavado en el vértice de dos montañas, el camino es silvestre, irregular, en ocasiones las plantitas lo invaden; en otras, un árbol derruido o un cataclismo han hecho de las suyas con el monte o las edificaciones.
Por su altitud y clima subtropical, el agua abunda, aunque el frío y la neblina pueden sorprender al paseante desaprensivo. En algún momento de su historia las orquídeas abundaron, así como los caracoles que encierra el nombre emblemático del poblado (Xilitla), y la fauna endémica de la región tiende a desaparecer acaso por los rigores del hambre, los procesos invasivos de la ganadería y la presencia cada vez mayor del turismo bárbaro. No resulta extraño ni sorprendente encontrar en una senda colillas, bolsas, empaques y botellas de plástico, como si nadie nos hubiera educado para conservar limpio esos bienes naturales.
Aunque se encuentra en medio de la serranía, Las Pozas dispone de las comodidades de la vida mundana: un cajero bancario, conexiones a internet y celular, televisión por cable. Así que nadie se aburrirá ni se sentirá desamparado en medio de tanto florilegio natural. Y como la seguridad es el síndrome nacional, Xilitla, siendo el epicentro cultural, administrativo y político de la región, no ha sido avasallado todavía por el terror. En el resto de la Huasteca potosina, escuché decir a más de un nativo, la violencia ha desbordado las comunidades. En este momento, Xilitla vive la paz de los hombres justos. Nunca presencié nada extraordinario, agresivo o disruptivo de la vida cotidiana mientras transité por sus calles en las diferentes horas del mesurado día o de la alta noche. Por contraste, mi ciudad de origen lleva tatuada en sus calles la violencia gratuita.
Las maldiciones del cambio climático, más la erosión y la ganadería atenazan ese locus amoenus del arte, antes que desaparezca o quede en ruina precolombina, procura visitar Las Pozas en Xilitla, donde también podrás chapotear entre sus azuladas aguas de río.

Fotografía: Jorge Vértiz, 2007, Fondo Xilitla. Reproducción no venal. 

jueves, 1 de diciembre de 2011

POSTAL

Fin de curso


Integrantes de uno de mis grupos del semestre que termina. Amontonados en mi cubículo de la UACM, se encuentran en desorden Ismael, Mariana, Rocío, Karen, Leopoldo, Jesús, Luis, Lourdes, Luis, Mayra, Saúl, más JP.
Fotografía de Ismael Jiménez.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

CONGRESO DE XILITLA

Surrealismo en Las Pozas
En la década de los sesenta seríamos una parvada de jipies viajando en un destartalado autobús florido, pero ya instalados en la centuria somos un grupo diverso integrado por varias generaciones de músicos, pintores, escritores, cantantes, dramaturgos y “oyentes” que viajan a la Huasteca potosina en pos del Segundo Encuentro Internacional Surrealismo Hoy realizado en Xilitla, lugar de caracoles en náhuatl, según me informaron varios pobladores nativos, pronunciando la toponimia con “j”. El viaje de esta tribu descalza fue comando por Fernando Betancourt, nuestro anfitrión potosino, quien resolvió cada uno de los imponderables del encuentro con madurez y sabiduría.
El trayecto nos ocupó entre ocho y nueve horas de camino, no porque se encuentre muy lejos el mágico poblado, sino por el camino sinuoso y serrano del trayecto carretero, aparte de que al volante lo mandataba un chofer novato para un camino tan espinoso, laberíntico, además de acuoso.
Previo a abordar el camión, conozco a Michael Pfister, suizo residente en México por su año sabático, traductor al alemán del marqués de Sade, cuya novela libertina Justin le ocupó diez volúmenes en la edición alemana. A él y su amigo les llevó diecisiete años terminarla. Por su reseña, entiendo que aparte de la biografía del autor, acompañan a dicha novela estudios críticos, ilustraciones y demás documentos para disfrutar tanto la novela como explicar al divino marqués.
El trayecto lo ocupamos en la tertulia, desarreglar como siempre es habitual el mundo y otros menesteres, que me ayudaron a informarme de cultura alemana, literatura suiza, corregir mi pronunciación barbárica del alemán —soy aprendiz del nivel I— y familiarizarme con la idiosincrasia helvética.
Al fin llegamos el miércoles por la tarde, y luego de soltar el aturdimiento y el azoro de vernos abandonados a nuestra suerte en una tierra ignota, un alma caritativa nos llevó a un restaurant por unos tacos, quise decir, unos guisos sin gastronomía. Luego nos instalaron en nuestros respectivos hoteles, pues los invitados sumábamos una cuarentena. Más tarde la tertulia se prolongó como es habitual hasta la madrugada por la charla, la situación del país, nuestros proyectos y demás asuntos mundanos que se tratan entre amigos.
El jueves a la mañana empezó el encuentro al que fuimos convocados, el Segundo Encuentro Internacional Surrealismo Hoy, donde fueron abordados temas tan caros a esa vanguardia, sus repercusiones en el arte actual y asumida herencia cultural. Del día destacó la proyección del documental de Javier Espada, El último guión, que narra de viva voz la presencia de Luis Buñuel en diferentes escenarios, países y espacios, testimoniados por diferentes personalidades, pero guiados por Jean Claude Carrière, su guionista en varios proyectos fílmicos. Por los testimonios recogidos, la selección rica de la iconografía, la novela familiar de don Luis y los pasajes explicados, la película se convierte en un material necesario para explicarnos al Buñuel cineasta.
Como parte del congreso se verificó al día siguiente el homenaje al escritor Francisco Tario, El equinoccio de Xilitla, para conmemorar el centenario de su nacimiento, donde intervinieron el editor guatemalteco afincado en México, Carlos López, el narrador Mario González Suárez, prologuista de la cuentalia del homenajeado, y este tecleador, quien expuso una “Endemia del escritor raro”, de pronta aparición en el Miretario.
Por la tarde del jueves se realizó una charla no carente de interés, “La mujer en el surrealismo”, donde un panel compuesto por tres investigadoras del arte expusieron con ilustraciones sus particulares perspectivas de género sobre una temática importante para la vanguardia, sus artífices, parejas, musas, símbolo y leitmotiv del arte pictórico surrealista.
El viernes la primera conferencia abordó el tema de la violencia y el surrealismo, que despertó mucho entusiasmo entre los asistentes y el público, pues la mesa estaba integrada además por los poetas Ignacio Betancourt, Eduardo Milán y Eduardo Vázquez Martín, quienes desde su entusiasmo y saber crítico expusieron la relación connatural del binomio, además de su relación con el país violento y el régimen. Las intervenciones de los asistentes fueron las más copiosas del encuentro. Por la tarde se realizó otra mesa memorable sobre el surrealismo en las artes, donde Aldo Rodríguez, músico y locutor de radio en su natal Culiacán, ilustró con detalle la influencia de la última vanguardia en la música orquestal; de particular interés para mí fue la emisión sonora de la Gnossienne, por su abrumadora belleza musical y brevedad sonora. Gustó sobremanera la exposición que planteó Javier Espada, virtual director de la casa Buñuel en México pronta a inaugurarse, quien en su recorrido por el cine internacional ilustró a los concurrentes con segmentos fílmicos entresacados de la filmografía francesa, norteamericana, mexicana y española, entre otras, las formas, imágenes y directores que abrevaron en la abigarrada imaginería surrealista. Hasta aquí el encuentro. De Las Pozas, asiento natural de la imaginación surrealista, vendrá otra estampa, al igual que la descripción de Xilitla, por ser un lugar hospitalario, por su clima benigno, flora inacabable y don de gentes de sus habitantes exige que le rinda una atenta crónica a la majestad de su paisaje.


En el orden desacostumbrado: JP, Mario González Suárez y Carlos López. Fotografía de Fernando Betancourt. 

jueves, 17 de noviembre de 2011

TESIS ELECTRÓNICA

Número otoñal

Ya salió el número otoñal de El Cuento en Red correspondiente a su número 24, cuya edición contiene la tesis íntegra de Dolores M. Koch, que presentó en 1984 en la Universidad de la Ciudad de Nueva York para obtener el grado de doctor. Acompañan al estudio pionero sobre el microrrelato mexicano un par de reseñas y otro par de decálogos para el deleite y la ponderación de los lectores.
He aquí el link de la revista:






miércoles, 16 de noviembre de 2011

DE POCAS PALABRAS

Decálogo de la minificción

Armando Alanís

1. Al grano.
2. Un minificcionista es un tipo de pocas palabras.

3. ¡Atrévete! La minificción no es para pusilánimes.

4. Una minificción es un dardo venenoso que da en el blanco.

5. Evita la tentación de convertir tu minificción en un cuento largo.

6. En una minificción no debe sobrar nada… ¡Ojo! Tampoco debe faltar nada.

7. Las mejores minificciones tienen la extensión de un solo párrafo; las sublimes, de una sola frase.

8. Uno se tropieza con las minificciones en la calle, en el café, en la cantina, en cualquier sala de espera, en la página roja del vespertino, en el table dance y ante el pelotón de fusilamiento.

9. Guarda tu minificción, ya corregida, en la gaveta del escritorio cuando menos una semana antes de enviarla a un periódico o revista.

10. De cada diez minificciones que escribas, tira nueve a la basura.





Fuente: El Cuento en Red. Revista Electrónica de Teoría de la Ficción Breve, núm. 24, noviembre, 2011.

martes, 15 de noviembre de 2011

A XILITLA POR OTROS MEDIOS



Documental realizado en Xilitla, San Luis Potosí, sobre Edward James y las construcciones surrealistas que edificó en medio de la selva Huasteca.


Dirección: Enrique Márquez Abella. 

XILITLA

Surrealismos Hoy
Población muy cercana a la ciudad capital del estado mexicano de San Luis Potosí. Xilitla se distingue no sólo porque está enclavada en la Huasteca potosina, sino porque en ella un gringo entusiasta construyó una ciudadela fantástica, llamada Las Pozas, que será sede del Segundo Encuentro Internacional Surrealismo Hoy, coordinado por el siempre afable Fernando Betancourt, quien gentilmente me invitó a exponer un adelanto de mis inquisiciones literarias sobre los escritores raros mexicanos, centradas en la obra de Francisco Tario, narrador surrealista de entre los habidos, de quien se festeja el centenario de su natalicio.
Expondré por allá “Endemia de un escritor raro” el día 24 de noviembre. A mi vuelta publicaré aquí  un adelanto, más una crónica de viaje. Podría invitarlos al viaje, pero es muy lejos y harto difícil de llegar.



martes, 8 de noviembre de 2011

HOMBRE DE LA PALABRA

Réquiem por Segovia
Por la noche de ayer me enteré en el noticiero cultural de la muerte de Tomás Segovia, un escritor de larga trayectoria en la edición, la traducción, la enseñanza universitaria, así como en la escritura en varios géneros, desde la epístola hasta el drama. El cuento, la poesía y el ensayo y la novela contienen los variados registros en que se expresó este hombre de la palabra.
De un tiempo para acá Ediciones sin Nombre comenzó a publicar su obra disgregada, la más reciente de que tengo noticia fue Cartas cabales, al cuidado de José María Espinasa, su más atento editor, quien para conmemorar el medio siglo de aparición de Zamora bajo los astros publicó la obra teatral en el 2005 en un libro de pequeño formato.
Mi mejor homenaje es conservar su palabra cabal.


martes, 1 de noviembre de 2011

NANOLITERATURA

Género ponencia
Al fin apareció el número 48 de la Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, entre las más antiguas de su ramo, auspiciada en esta ocasión por dos universidades mexicanas, Tecnológico de Monterrey y Benemérita Universidad de Puebla, más la institución de origen  que la patrocina desde hace unas décadas, la Universidad de Texas campus El Paso.
El dossier contiene largos estudios sobre diferentes escritores emprendidos por estudiosos mexicanos y académicos estadounidenses. Hay poetas, dramaturgos, novelistas y cuentistas aceradamente desmenuzados. Sin embargo, el interés no radica sólo ahí, pues se trata de una revista académica que sobrevive con publicidad comercial de las instituciones educativas mencionadas. De otro modo, dudo de que haya sobrevivido más de tres números.
El ensayo de apertura, “Arreola, los designios del árbol”, afirma en su párrafo conclusivo: “En la nanoliteratura confluyen tanto la microficción como la microhistoria. El escritor con un relato calidoscópico y polifónico entretejió la suerte de Zapotlán; el historiador estableció con los métodos y herramientas de su oficio los prolegómenos de una nueva disciplina científica al reconstruir la historia de San José. Zapotlán el Grande es el protagonista literario de La feria; San José de Gracia es el objeto de estudio científico de Pueblo en vilo. Las semejanzas, las confluencias y los caminos paralelos entre estos libros capitales de la historia y la literatura son harto asombrosos y siguen abiertos para explorarse.











“Arreola, los designios del árbol”, en Revista de Literatura Mexicana Contemporánea, año xvii, núm. 48, vol. 18, enero-marzo, 2011, pp. 7-16.



viernes, 28 de octubre de 2011

PARA DON MIGUEL, EN SU TRÁNSITO

En memoria de Miguel Ángel Granados Chapa



Aproximadamente hace dos semanas murió Miguel Ángel Granados Chapa, periodista mexicano que se distinguió por propugnar la justicia, hacer realidad cotidiana la democracia y la defensa de las causas sociales benignas.
En su tránsito, hoy escribo en su memoria, pues se trata de un personaje, una verdadera figura pública, a la que difícilmente encontraremos un reemplazo. Asimismo, quiero rendir un testimonio de gratitud por las enseñanzas, muestras de comprensión y aliento que recibí de su parte en los años duros de mi formación profesional. Maestro, una y mil gracias. Previamente apunto su gusto por la vida, la buena mesa, el vino reposado, su melomanía y esa afición tan suya y callada por las bellas letras, por la que recitaba pasajes completos de un relato, declamaba un poema o tarareaba una canción vernácula. Cuánta vida rebozaba, cómo la disfrutaba.
Otros hablarán de su formación política, militancia e ideología, que las tuvo, arraigadas y crónicas. Del mismo modo en que otros comentaristas han escrito sobre su papel protagónico en el periodismo mexicano del medio siglo. De Cine Mundial a Reforma, transitando por las revistas Proceso y Mira, hasta su inusitado paso por Metro y su insoslayable mano diestra en el suplemento Hoja por Hoja. Y naturalmente, por las páginas y la dirección de Excélsior y La Jornada.
Una de las características suyas que recordaremos siempre será su prodigiosa memoria. Desde sus enseñanzas gramaticales absorbidas en el parvulario, hasta la fecha exacta en que apareció tal texto suyo en una época lejana, su tema, la página donde se podía localizar y el diario que la alojó. Con esas coordenadas buscaba su colaboración y, efectivamente, ahí estaba. Fui testigo de ello en innumerables ocasiones. Otra también será su don de gentes. Era un hombre bondadoso con sus semejantes, desprendido hasta el extremo. Sacrificaba salario, bienes o hacienda para ayudar al necesitado: un trabajador, un familiar, una causa. Puedo testificarlo.
A don Miguel lo recuerdo por su hablar pausado, gentil; extremadamente educado en sus observaciones, agudas y de fondo, habitualmente sin lugar para la réplica; de ánimo jocoso, humorista, una buena persona de sonrisa y carcajada. La foto que acompaña esta entrada ilustra con precisión su temperamento, sentido juguetón y vocación de estar detrás de todo. Lo conocí mientras trabajaba en el meritorio suplemento de libros Hoja por Hoja, ya desaparecido del panorama cultural mexicano, y cuyas colaboraciones firmaba como MAGCH. Tomás me lo presentó, diciéndome que era su padre, director de la empresa y doctorando en historia por la Universidad Iberoamericana. Fue entonces que lo miré trabajar en las oficinas, tecleando sus colaboraciones periodísticas, hablando por teléfono para expresar sus comentarios al aire en los diferentes espacios radiales que mantenía en las estaciones de radio. Nunca lo vi en su cabina de Radio UNAM, donde animaba matutinamente su muy requerida “Plaza Pública”, en su versión radiofónica, pues la periodística aparecía en el periódico Reforma desde su fundación.
Su velocidad para armar la “Plaza Pública” será también objeto de más de una remembranza. Quien lo haya visto trabajar, quiero decir, teclearla, revisarla y mandarla a los espacios que la alojaban concordará conmigo en que no requería de más de media hora para confeccionarla, releerla y mandarla por correo electrónico a los servidores de los espacios periodísticos nacionales donde aparecía. Alguna vez lo escuché decir que la formulaba mentalmente durante el día, la comentaba a lo largo del día en sus espacios radiales o periodísticos, y cuando llegaba la hora vespertina de su redacción ya la tenía armada cerebralmente para su redacción final, sí, final, no preliminar ni bocetada.
La capacidad de trabajo de don Miguel, pues así me dirigía a él y así aceptaba que le hablara, era proverbial. Mañana, tarde o noche, el tiempo de su escritura. Radio, periódicos, suplementos, libros y, en la etapa final de su trayecto, la televisión, sus soportes. Columnas de opinión, prólogos, reseñas, ensayos, crónicas, consejerías, sus géneros. La investigación histórica también estaba entre sus intereses. Recuerdo que alguna vez me confió que preparaba una novela sobre Bucareli, espacio de poderes en el antiguo régimen; recuerdo también que meditaba su tesis doctoral en historia sobre la biografía intelectual de Jesús Reyes Heroles, intelectual fundacional del régimen priísta. Las dos docenas de libros que escribió quedan como nuestro legado.
Del hombre público ya han hablado otros memorialistas: su tránsito por las aulas universitarias, su ejercicio como consejero ciudadano, su experiencia como candidato a la gubernatura de su estado —Hidalgo, donde nació en 1941—, son aspectos de su vida que no conocí en directo, aunque otros ya se han referido a esa singladura profesional en otros espacios, aunque a mí me constan, mas nadie requerirá de mi palabra para otorgarle verosimilitud o autoridad a su trabajo.
Sólo recuerdo la bondad de don Miguel, su generosidad, trabajo y labores compatibles con la verdad, la justicia y la equidad en este país.
Así lo recuerdo, así lo viví. Don Miguel, descanse en paz.

Foto: tomada de clases de periodismo.com

sábado, 22 de octubre de 2011

LA ESTIRPE DE LOS EXCÉNTRICOS

Singulares
Los escritores raros son el espejo de obsidiana donde se contemplan los clásicos. Con sus nombres podríamos integrar la estirpe de los escritores excéntricos, además de ocupar obesos volúmenes que arroparían otra historia de las literaturas nacionales, ya que estas flores negras florecieron en cada acervo regional y ninguna época las ha repudiado. Los hayamos en los decenios novohispanos como en el animoso siglo xix, aunque en la centuria vigesímica tuvieron su eclosión.
¿Qué define a los escritores raros? Por su capa romántica, lo que los singulariza es su temperamento, vocación de olvido y narrativa del fracaso. Sin embargo, su ponderación literaria aún no se emprende, pues se ha postergado o ocaso soslayado el análisis de sus arquitecturas literarias, aunque la invención prosística o poética de ciertos cofrades de la excentricidad estética ya fue valorada por algunos iniciados. En general, los empeños por absorberlos a los patrimonios culturales mantienen sendos procesos en Hispanoamérica. Ejemplos de dichas recuperaciones no sobran, pero sí disponemos de al menos un par de casos: el de Francisco Tario, cuya fiesta por su natalicio centenario comprendió homenajes callados, tesis universitarias enpolvadas, publicación de cuentalia completa, rescate de obra rezagada, acciones que pueden considerarse indicativos de una exégesis literaria.


Ahora menciono el otro caso por los afanes de recuperación de los legados olvidados, pues se trata de empeños culturales dignos de encomio: la publicación en Ciudad de México y Buenos Aires de las obras completas de Felisberto Hernández y Macedonio Fernández, respectivamente, sudamericanos afiliados a la constelación de los raros rioplantenses, donde habita otra legión de excéntricos.
En México, con sólo los escritores olvidados o relegados de la historia de las letras, podríamos levantar una demografía preliminar. Avancemos el listado con los de cierta resonancia: Santiago Sierra, Concha Méndez, Ramón Martínez Ocaranza, Carlos Rivas Larrauri, Jesús R. Guerrero, Pedro F. Miret, Efrén Hernández, Xavier Vargas Pardo, Rosario Sansores, aunque de nula presencia en los repertorios que deben informar sobre su legado literario.
Bien vista, esta sumaria demografía de extraños no se distingue en el mercado o el circuito cultural por su presencia, disponibilidad de obra en los anaqueles, consultas en las bibliotecas, acechos analíticos, transmisión de paradigmas y permanencia de modelos literarios. Como han sobrevivido por sus fans, se mantienen en el circuito de lectura por sus admiradores, quienes pepenan en las librerías de usado para encontrar las polvosas ediciones de sus libros.
Para ayudar a esos lectores, recuperar los acervos en extinción y valorar a esa especie endémica de la literatura, recién apareció la colección “Singulares” en cuyo timón mandataba un escritor, mejor dicho, narrador de luenga práctica en el cuento y la novela, jubiloso animador de la enseñanza de la escritura literaria, Mario González Suárez.
“Singulares” acarrea una serie de títulos y nombres que si no fueron célebres, arropados de gloria y fama, sí pertenecen a esa familia de rara avis, que he querido distinguir con el sobrenombre de raros —“inclasificables”, “extraños”, “ocultos”, los han llamado incluso—: Rubén Salazar Mallén, Calvert Casey, Osvaldo Lamborghini, Pedro F. Miret, Esteban Maqueo Castellanos, Francisco Tario, entre otros de futura publicación, que han dejado una estela en los confines de la historia literaria.
En este catálogo de raridades predominan los mexicanos, es cierto, no obstante se asientan en su curul cubanos y argentinos. En dos de ellos las ideas políticas marcaron su sino, y la prohibición o el escándalo sellaron sus obras: Salazar Mallén y Maqueo Castellanos. El exilio fue otra razón de trashumancia, sobre todo en la trayectoria de Maqueo Castellanos. En los cuatro restantes hay otros elementos comunes: primero, su circunstancia trashumante, ya que por una u otra razón familiar o conflicto social fueron inmigrantes. Con el caso de Miret me explico. Expulsada su familia por la guerra civil española, desembarcan del Sinaia en el puerto de Veracruz el 13 de junio de 1939. En la patria adoptiva, Pere se educa, trabaja, publica sus libros y escribe sus guiones de cine, varios de ellos catapulta de sendas películas. El de Casey, también fue otra vivencia del desarraigo, cuya cuentística recogida en Cuentos (casi) completos, fue traducida del inglés.
Explico otros elementos de empatía: por su temperamento, biografía y estética del derrumbe legítima y artísticamente integrarían la nómina de excéntricos que Pere Gimferrer pastoreó en Los raros, homónimo del título dariano. En casi todos, la edición de autor fue la forma usual de presentarse ante la sociedad, mas no amasaron así reputación ni prestigio literarios.
El primer volumen de “Singulares” apareció en el 2009: el cuentario ya mencionado de Casey. Los más recientes títulos fueron publicados en el 2011: La ruina de la Casona. Novela de la Revolución mexicana, de Maqueo Castellanos, cuya primera edición fue impresa en la Ciudad de México en 1921; y Aquí abajo, de Francisco Tario, impresa en 1943 y no vuelta a publicarse sino hasta ahora. Por cierto, una novela desconocida que merece atención lectora y escolio por su singularidad.
En tanto serie, es preciso sopesarla no sólo por sus títulos y autores ganados al olvido, sino también por su arquitectura editorial. Destaca por haber convocado a varios artistas plásticos para confeccionar el grabado que ilustra la portada. Cada título obtuvo un tiraje de mil ejemplares, cada uno sometido a procesos de edición escrupulosos en los que no se admitió la errata, el descuido tipográfico ni el yerro en la diagramación de sus planas. Basta un sobrevuelo por sus folios para constatar el trabajo pulcro. El diseño editorial esmerado se muestra también en las solapas y la camisa, donde yace el preciosismo de la “S”, emblema de la colección, calada en el ángulo superior del volumen, que fundida al logo de la editorial que auspicia la colección (cnca), perfila la silueta de un cisne negro. Del papel en que fueron impresos los ejemplares, se agradece que tenga el suficiente gramaje para evitar el efecto traslúcido, además de que su coloración natural se acopla a la perfección con la tipografía, generosa en su cuerpo, y legible en su fuente. Sin embargo, del precio sí me quejo, pues cada título sobrepasa los cinco salarios mínimos, excesivo para una economía depauperada, aunque justo si consideramos los valores agregados al libro como objeto, entre ellos, un texto liminar esmerado.
Los autores y obras publicados en “Singulares” hasta ahora integran la siguiente lista: Rubén Salazar Mallén, Camaradas. Soledad; Calvert Casey, Cuentos (casi) completos; Osvaldo Lamborghini, Tadeys; Pedro F. Miret, La zapatería del terror; Esteban Maqueo Castellanos, La ruina de la Casona; Francisco Tario, Aquí abajo; José María Benítez, Ciudad. Ningún poeta se incluye en este repertorio, es cierto, como si no los hubiera. Anomalía que se explica pensando en el oficio narrativo del antiguo director y en que el propósito de la colección es rescatar del ostracismo a los malditos, raros y extravagantes fabuladores que pululan en la república de los escritores muertos.

Francisco Tario, Aquí abajo, México, cnca, 2011, 174 pp. (Singulares)

Nota bene: adelanto de la reseña que La Palabra y el Hombre (Xalapa), publicará en su último número del presente año.

miércoles, 12 de octubre de 2011

COLUMNA INVITADA

Un dinosaurio crítico

David Baizabal
Que la minificción es un género autónomo ya no puede ser discutido a estas alturas de la producción literaria, por lo menos en lengua española. Y si aún hay alguien que lo ponga en duda que le eche un ojo a Dinosaurios de papel. El cuento brevísimo en México de Javier Perucho, quien es editor de El Cuento en Red. Revista Electrónica de Teoría de la Ficción Breve, ensayista e historiador de, según él mismo, “dos géneros menores, un causa perdida y los escritores extravagantes”[1]; es decir del microrrelato y el aforismo, la vida y producción literaria chicanas (o de la diáspora), y de los escritores raros.
Lo interesante de este libro es que también se asoman los micronarradores de la diáspora que han tocado el suelo mexicano en su producción literaria. Pero vayamos por orden. Hay que decir que éste es el libro más reciente de Javier Perucho y que no se trata de una nueva antología[2]; sino de un estudio historiográfico propiamente, y requiere especial atención puesto que es el primer acercamiento de este tipo al microrrelato mexicano. El primer acierto del autor es no hacer desplantes teóricos respecto a la extensión del género; tiene razón, es ocioso y, sobre todo, infructuoso. Cierto que en el capítulo introductorio, “Pórtico”, nos recuerda algunas características esenciales del microrrelato —que no viene al caso mencionar aquí—, retrocede hasta Aristóteles y después va más atrás, a la China antigua, apoyado en José Vicente Anaya. Y sigue con una hipótesis sobre la posible difusión de las formas breves chinas a Japón y Corea; al margen hay que anotar que no está documentada la afirmación de que en Persia también hubo tales brevedades; por supuesto no descalifico el dato, pero serviría al lector contar con la fuente.
En el mismo capítulo introductorio Javier Perucho hace una rápida reseña sobre el microrrelato en Latinoamérica, sus principales cultivadores, compiladores y estudiosos; también sobre los antecedentes del microrrelato en México, las influencias y confluencias, y la estructura y objetivos del libro mismo.
La parte central, desde luego, es “Estelas del cuento brevísimo en México”, un recorrido cronológico, pero también analógico, de los narradores de brevedades mexicanos, incluido José de la Colina, español naturalizado mexicano. No es una simple cronología de autores y obras, para eso bastaría consultar una historia de la literatura mexicana; en Dinosaurios… encontramos un acercamiento a los valores de las obras, una evaluación crítica del aporte a la tradición literaria por parte de los autores, una ojeada a las distintas poéticas. Por ahí desfilan Alfonso Reyes, Julio Torri, Edmundo Valadés —piedra angular en la difusión del género—, Juan José Arreola, Raúl Renán, Salvador Elizondo, De la Colina, José Emilio Pacheco, Avilés Fabila… y la lista continúa hasta los narradores más jóvenes con alguna obra significativa. La visión del microrrelato mexicano se completa con Max Aub, Golwarz, Monterroso, Otto-Raúl González y Jodorowsky.
Otro aspecto interesante es la posición de Javier Perucho respecto a la obra de brevedad de José Emilio Pacheco: “en mi consideración son textos literarios cuyas características más distintivas son la concisión, la brevedad y la elipsis, que se rigen por leyes propias del género cuento […]”. Igualmente es interesantísimo el apunte que hace sobre Fabila, nos muestra a un narrador que no aporta nada nuevo: un zarpazo.
Creo que Dinosaurios de papel… merece atención por otra razón más: los temas de investigación que están flotando, haciendo señales a los amantes del género; desde las primeras páginas hasta las últimas Perucho nos señala los cabos sueltos de la crítica e investigación microcuentística; es más, en este libro encontramos una “célula que explota”: una breve apostilla sobre La Marina, taller de minificción del portal Ficticia. Ciudad de Cuentos e Historias, donde además está prohibida la entrada a poetas, cosa paradójica o, mejor, oximorónica.
No encuentro nada reprobable en este libro de Perucho, arriba hice una anotación y aquí sumo dos más: la confusión entre una función genitiva y una ablativa en los títulos de las obras por él citadas; y el ruido que me causa la utilización del término metaficción en vez de intertextualidad en su acepción más general como correspondencia entre una obra y otra antecedente. He tenido la oportunidad de informar sobre el primer punto al autor, hago sin embargo la observación para que aquél que lo note también no se ponga exquisito como yo, que para exquisitez tenemos con la fluidez de Perucho, pues ciertamente Dinosaurios… tiene mucho de agilidad y amenidad en su estructura y redacción. Ahí que quede.


Perucho, Javier, Dinosaurios de papel. El cuento brevísimo en México. México, Ficticia-UNAM, 2009.

[1] Estas palabras podemos leerlas en el “perfil” del Miretario, bitácora electrónica del autor, http://cuatario.blogspot.com/
[2] Recuérdense las antologías El cuento jíbaro. Antología del microrrelato mexicano y Yo no canto, Ulises, cuento. La sirena en el microrrelato mexicano.

martes, 4 de octubre de 2011

ESTAMPAS DE TJ

Postales al vuelo
Mientras camino por una calle en penumbra, escucho el arrepentimiento de un hombre que vigila la entrada de un tugurio: “Se me estancó el casquillo, por eso no le di al desgraciado.”
Ya en el aeropuerto, mientras pierdo el tiempo asomado a un ventanal, sorprendo a un trabajador de la limpieza, que escarba entre el bote de basura, saca una hoja blanquecina, con ella se limpia la nariz, la dobla en cuatro e inmediatamente se talla los párpados, luego la guarda en su bolsa trasera del pantalón.
Visito por la tarde el Grafógrafo, librería de viejo alimentada por René Castillo, a quien conocí hace dos años mientras él era estudiante organizador de un Festival del Libro Usado (Felius), que promueve la lectura, los libros viejos y el encuentro literario con las nuevas generaciones que prepara la universidad local. En su oficina, minúscula y retacada de libros, me comenta que continúa el Felius, que ya organiza los preparativos del inminente cuarto encuentro. Me sorprenden los asiduos al local: niños, jóvenes, bohemios, muchachas en busca de su sentido. Sin embargo, me asombra una de sus parroquianas: mientras lee un libro copia a mano uno de sus fragmentos para llevarlo a sus compañeros de trabajo, a quienes se los lee mientras acometen sus labores. René me confiesa su oficio, que callo en su respeto.


En el vuelo de regreso, escucho en el Ipod las sonatas para piano y chelo de Beethoven, interpretadas por Rostropovich y Richter. De repente siento húmedo en la entrepierna, entreabro los ojos y miro a la azafata que me mira asustada, habla pero no entiendo nada por los audífonos. Miro la mesa abatible, sobre ella escurre espuma y un líquido oloroso a cerveza. Me sobresalto al verme empapado pantalón y camisa. Le reclamo, dice que fue un accidente. Me pasa un manojo de servilletas. La desprecio. Las tres horas de vuelo fueron una pesadilla. Al aterrizar me quejo con el capitán, quien dice que fue un accidente, que lo siente. Yo le digo que fue más que eso: falta capacitación de su personal de abordo, una incompetencia. Más tarde, en un corredor del aeropuerto, veo a los dos, capitán y azafata, cogidos de la mano. Siento que mi queja no prosperará.
—Ven, primo, ven.
—No, yo estoy bien. No quiero.
—Ven, primo, mira la oferta.
—Yo estoy bien. No quiero.
Cruzo la calle. Miro al primo custodiar una sala de masajes. Me hace señas para que regrese. Con otro gesto le digo que no.
—Adónde lo llevo, joven.
—Aquí nomás al aeropuerto.
—¿Cómo lo trataron?
—Hasta ahora no puedo quejarme.
—¿Y a usted cómo le va?
—Pues mire, la ciudad ha cambiado, ya no se ve tanto muerto, ni descabezados por ahí regados. Ahora la ciudad es más tranquila, hay más visitantes y la gente empieza a salir. Pero hace años corría tanta sangre, no me regresé a mi tierra, soy de Jalisco, por falta de lana, harto miedo me dio. Mire, joven, yo soy panista, militante y siempre he votado por el partido. Pero cómo la han regado, no supieron controlar a los malandros y se les salieron del huacal, y ahora no saben cómo regresarlos. Tengo mala suerte con el partido, cada vez que voto por ellos, algo les sale mal. Eso sí, nunca en mi vida he votado por el PRI y no creo hacerlo. Ahí que se arreglen ellos, que se chinguen tapando el huacal.

jueves, 29 de septiembre de 2011

TIJUANA EN EL CINE



Mi participación en el Primer Foro de Análisis Cinematográfico Tijuana: Perspectivas de la Ciudad en el Cine, consistirá en una exposición sobre tres películas mexicanas recientes y un comparativo con la narrativa sobre la migración mexicana a EE UU, de la que ofrezco su parte concluyente.

Finale
En recapitulación, en Mi vida dentro se documenta un proceso legal, se entrevista a los involucrados en el juicio y se declara una condena a una mexicana migrante procedente del Estado de México, a quien presumo inocente. La legalidad se verifica y cumple en la ortodoxia. A su vez, en Norteados esa legalidad intenta ser subvertida por los personajes que visten de mueble al protagonista, originario de Oaxaca, para que atraviese la frontera. Por su parte, ese sistema de justicia en el reino fílmico de Los bastardos es alterado por Fausto, el adolescente homicida, quien escapa de la justicia al encontrar refugio en su ámbito natural, los campos agrícolas, entre los jornaleros, sus hermanos.
En las tres películas el sistema legal, modos de vida, lengua y cultura anglosajones sirven de oposición al paradigma que encarnan los indocumentados mexicanos, quienes funcionan además como contrapeso argumental de la historia que relatan. Repito antes de concluir: los personajes no profesionales, la arquitectura del documental, los finales abiertos, el ánimo de denuncia y la fascinación por el entorno urbano son elementos afines a la más reciente filmografía sobre la migración mexicana a Estados Unidos. De igual modo, parte de la literatura mexicana de las dos últimas décadas ha tematizado esa misma migración en sus cuerpos narrativos.
Los ámbitos se contraponen en tales relatos fílmicos: la abundancia y la carencia; la limpieza y la miseria; la pigmentación de la piel y el biotipo; la propiedad y el abandono; la palabra y el silencio; el derecho y la anomalía. Un vórtice emparenta a migrantes y nativos: el impulso vital que arroja a los desarraigados a buscar la vida en otra parte, semejante al de la señora que implora piedad a sus verdugos, parecido a la osadía del disfraz para burlar los controles fronterizos.


lunes, 26 de septiembre de 2011

sábado, 17 de septiembre de 2011

¡MEXICANOS DE FUERA!

Al grito del voto
Puesto que soy un declarado militante del voto extraterritorial; es decir, del reconocimiento de los derechos políticos de los mexicanos que viven en el extranjero, incito a mis compatriotas a que hagan lo conducente para que el voto suyo sea considerado, sufragado y validado en las siguientes elecciones federales y locales. Ni la presidencia ni el gobierno local estarán en riesgo, de no sufragar los compatriotas, apenas la endeble conciencia de sus derechos duramente conquistados.   


lunes, 12 de septiembre de 2011

METAFÍSICA DE LAS COSTUMBRES

Enrique Ángel González Cuevas

Decálogo
1. Escribir sólo es justificable si se hace arriesgando el alma o por diversión. Si logras ambas serás Dios.
2. El cuento es lo que tú quieras que sea, pero no te manches mucho.
3. Si te manchas, es decir, si te excedes, que valga la pena.
4. Escribe sólo aquello que a ti como lector te gustaría leer.
5. No intentes “ser profundo”.
6. Desconfía de tu ortografía y tu redacción.
7. Sé constante.
8. Corrige todo lo que puedas.
9. No fuerces el cuento y cuando lo tengas que no te importe cuánto tardas en publicarlo.
10. No escribas para concursos, ni te impongas plazos por cuestiones ajenas al cuento mismo.

Pertenece a “Breve metafísica de las costumbres”, libro inédito. Edición no venal. 

miércoles, 7 de septiembre de 2011

INVITACIÓN ABIERTA

Antes del grito
Palacio de Bellas Artes, Sala Adamo Boari, 14 de septiembre, 19 hrs. Ciudad de México. 
Participan los novísimos escritores Adriana Azucena Rodríguez, Renato Guillén y Enrique Ángel González Cuevas. Entrevista a cargo de Javier Perucho. A su término, vivas y gritos desaforados por la suave patria, en su mes. Fueron invitados.
 

sábado, 3 de septiembre de 2011

NIÑERÍAS


ALFILERES NEGROS

Jean Rhys
Mi niñera, a la que llamábamos Meta, no me quería mucho, y con mi afición por los libros, era demasiado. Un día me encontró acurrucada en la escalera leyendo una versión para niños de Las mil y una noches, en letra minúscula.
Me dijo:
—Si lees tanto, ¿sabes lo que te pasará? Se te caerán los ojos y te mirarán desde la página.
—Si mis ojos se me caen, no los veré —discutí yo.
Y contestó:
—Se caen, excepto los puntitos negros con los que ves.
Yo le creí a medias y me imaginé mis pupilas como cabezas de alfileres negros, y que todo lo demás se había ido. Pero seguí leyendo.




Jean Rhys, Sonríe por favor. Una autobiografía inconclusa, traducción de Juan José Utrilla, México, fce, 1989, p. 31. 

lunes, 29 de agosto de 2011

NOVEDADES

Omar Meneses, el copiador


En la región zapoteca de la sierra de Juárez, a los fotógrafos les dicen los copiadores por una creencia vernácula de que copian el alma del hombre con sus cámaras, de ahí que los pobladores nativos no accedan fácilmente a ser retratados. Lo sé por mi padre, zapoteco de Xaltianguis, de oficio fotógrafo de eventos sociales, a quien sus paisanos apodaban El Copiador.
Omar Meneses pertenece a esa tribu de bárbaros ilustrados que recorre los confines con unos armatostes celosamente guardados en sus mochilas copiando los avatares de sus congéneres, arropado con un chaleco de los mil bolsillos y unos zapatones camineros, al aire su cabellera medusina; es uno de ellos por su temperamento, sentido del riesgo, mirada y formación de arquitecto. Basta hojear sus estampas para constatar su oficio por las figuras, los claroscuros y la trama: las anécdotas que alojan pertenecen a unas historias de las que apenas conocemos un mínimo antecedente, el fragmento de un acontecimiento, que en el ejercicio fotográfico de Omar refieren un conflicto (las guerras en Centroamérica y en Chiapas), una infancia recuperada, la tradición de las artes escénicas populares o cultas, la galante vida nocturna, el juego de los espejos reverberantes, la urbe en su impasible expresión de la fe o la vida cotidiana, donde la comilona entre albañiles luce apostolada. Naturalmente, también aluden a las preocupaciones sociales del fotoperiodista nacido en Cuautla, Morelos, en 1961, por cuya trayectoria profesional parcialmente estampada en los siguientes folios, inferimos que ha bregado por las secciones policiaca, cultural o metrópoli, y como enviado especial en los conflictos del sureste mexicano, así como en los de Nicaragua y El Salvador para diarios y revistas nacionales.
A los rubros que se apuntan arriba, debo agregar que el desnudo femenino, el paisaje y el retrato son otras de las constantes que convierten el quehacer fotográfico de Omar en una suerte de relato visual, donde el escenario, el héroe, el desenlace o la ruptura, a veces tragedia, apañan su asiento apenas lo avistamos. Para constatar mi afirmación véase, por ejemplo, de las imágenes compiladas en Historia y vida, el libro que soportan éstas sus manos, las fotografías del derrumbe, el semicírculo de niñas en Tlayacapan, los guerrilleros en asedio o la del último caudillo. Cada una de tales imágenes fijas fue capturada en medio de su transcurrir, casi siempre en el clímax de su desarrollo. Incluso las fotos del desolado campo mexicano, a pesar de su abnegada tristeza, laten por su quietud acaso debido a los ausentes, presumiblemente cosechadores en los campos agrícolas del Norte. Ahí, el conflicto encalla en el éxodo.
En la casa derrengada, el escenario, los personajes y la tragedia yacen a primera vista, no así el conflicto; la imagen de los infantes tomados de la mano, que tienen como trasfondo un farallón montañoso típicamente morelense, podría tratarse de un paisaje idílico si no fuese porque se desprende de un mero carnaval efímero; el entrenamiento de los partisanos convoca a otros protagonistas, a otro conflicto, a una alternativa política hoy devaluada, aunque los elementos del relato no dejan de apuntarse, al igual que en el registro de la silueta cardenista en medio de una algarabía multitudinaria, reflejo de otros entusiasmos. Aunque impera en sus fotos una violencia latente, natural o social, celebro que el copiador gráfico de las causas pasadas no haya agregado sus registros sobre el narcotráfico o la agresión citadina, hoy que el país padece la peor sangría de su historia, motivo cierto de otro volumen para un tiempo futuro, pues el presente no se ajusta ni para la celebración ni para la añoranza; sí, en cambio, para la documentación realista.
En sus fotografías, Omar Meneses logró calcar el alma de los acontecimientos suscitados hace unas décadas para mantenerlos en la memoria colectiva, porque —así quiero pensarlo— a las nuevas generaciones dichas tramas sociales pueden resultarles desconocidas.
Historia y vida, volumen que inaugura la colección fotográfica Ojo de Venado, puede contar a sus lectores ciertas historias de los héroes minúsculos o los ciudadanos anónimos que protagonizaron aquellos relatos y que transitan por las siguientes páginas.

Texto de presentación del libro Historia y vida, de Omar Meneses, de próxima —y ojalá pronta— aparición. La imagen ilustra su portada.

viernes, 26 de agosto de 2011

SINATRISMOS

CONVOCATORIA CARTOGRAFÍA DE NUEVA YORK:
POEMAS DE TEMA URBANO ESCRITOS EN ESPAÑOL

Con la intención de hacer un estudio crítico sobre la poesía de tema urbano-neoyorquino escrita en lengua española desde 1990 hasta 2011, se convoca a todos a los escritores, que escriban en lengua española, a presentar textos que tengan como uno de sus temas principales la ciudad de Nueva York. Cada autor deberá hacer llegar sus textos debidamente identificados con referencia, lugar y fecha de publicación en caso de que se trate de textos publicados; los textos inéditos deben ser identificados con la fecha de escritura, el libro o proyecto inédito al que pertenecen y una declaración de autoría. Cada autor deberá incluir una nota biográfica y una fotografía que pueda ser reproducida. Los documentos deben ser enviados a aguasaco@gmail.com anotando en el asunto: textos para “Cartografía de Nueva York”.
El convocante, Carlos Aguasaco, hará acuse de recibo vía email. Los autores cuyos textos sean seleccionados para el análisis serán debidamente informados y recibirán una copia del trabajo que se difundirá en el marco de una conferencia académica. La fecha límite para presentar trabajos es el 23 de septiembre de 2011.



La difusión de esta convocatoria es sin ánimo de lucro.

En la imagen, José Juan Tablada, escritor mexicano que en la primera década del siglo XX vivió y escribió de y desde NY.

miércoles, 24 de agosto de 2011

ESTÉTICA DEL FRACASO


Centenario de Francisco Tario
El sustantivo miretario, nombre propio de este blog, lo compuse fundiendo dos apellidos de escritores mexicanos extrañamente distinguidos por su rareza. El primero perteneció al narrador mexicano de origen español Pedro F. Miret; el segundo, al también narrador Francisco Tario, seudónimo del ciudadano Francisco Peláez. Ambos vivieron en el siglo pasado y lo padecieron en diverso grado y circunstancia. De los dos sus primeras obras aparecieron gracias a sus auspicios personales; es decir, en modestas ediciones de autor, hoy harto difíciles de rastrear en bibliotecas públicas, remate de saldos o librerías de viejo. Incluso los ejemplares de sus libros impresos con sellos comerciales, también son verdaderamente difíciles de localizar, joyas bibliográficas entre sus fanáticos numerarios.
Como “escritores raros”, pues con esta etiqueta los hemos clasificado por sus características literarias y psicotípicas, bien cabrían en los censos que Rubén Darío o Pere Gimferrer levantaron para ejemplificar la estética de lo extravagante, la literatura del fracaso entre la oscura turba. Una literatura, la de los raros, teñida con un indeleble aire de romanticismo, es verdad, impulsada con ese vitalismo que distinguió a los poetas del crepúsculo. Vivir en la miseria, arropados por el ostracismo y morir en la periferia de la rotonda de los literatos ilustres. Su legado perdido o en ruta de naufragio. Como todo raro, nada o casi nada sabemos de sus vidas, menos aún de sus obras o aportaciones culturales, y apenas la crítica pone atención en ellas para clarificarse el valor estético de su patrimonio literario.

Incluso las imágenes divulgadas de los epígonos del fracaso son escasas por contadas, otro rasgo habitual de los raros, a pesar de que están disponibles ricas iconografías en acervos públicos y archivos familiares.
Su heredad, en el caso de Tario, fue compilada hace unos años en dos tomos (Cuentos completos, Lectorum, 2003) que recogen su cuentalia; sin embargo, novelística, dramaturgia y aforística por ahora se encuentran desgajadas. Contadas tesis universitarias lo han estudiado en alguna de sus facetas, la más explorada ha sido sus modalidades del género fantástico. Igualmente muy pocos ensayos literarios lo rescatan, sobre todo los manufacturados por el dueto Toledo-Dueñas. En el caso de Miret, apenas una laurea intenta recuperarlo, emprendida por este bloguero, que se encuentra aún inédita, aunque en vías de dictamen, luego de severas enmiendas, poda jardinera y la ensangrentada corrigenda del escritor neurótico. Creo que tiene futuro.
Creo que el primer paso para su recuperación justamente se encuentra ahí, divulgando su identidad, poniéndole rostro al escritor desconocido, a través de las imágenes fotográficas que se conservan. Otros procesos mayores de reclutamiento sería la publicación de su obra completa en volúmenes que acogieran su novelística, periodismo, cuentos, dramaturgia, inéditos, lírica y demás trabajos que resulten en las labores de rescate y recuperación. La inclusión y divulgación son deberes posteriores, como su estudio y ponderación analítica. Expongo estas tareas en la claridad de que se trata de un planteamiento idealista, meramente desiderativo, pero también con la certeza de que el estudio de la literatura mexicana, y su historia, seguirá incompleta sin la presencia de los escritores desterrados del canon, que forman una legión, por cierto.
A propósito de los cien años del natalicio de Francisco Tario (1911-1977), que se cumplen en agosto, el día 30, convendría rendirle tributo leyendo un cuento rescatado por la revista Nexos, que no fue incluido en sus relatos completos. He aquí la liga para acceder a su narración, “Septiembre”, rescatada por Alejandro Toledo, su principal estudioso y quien más lo ha divulgado:

http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=2099374

Por cierto, varias fotografías del homenajeado se disponen en la bitácora de Alberto Chimal, el escritor que más lo ha divulgado en charlas, conferencias y su hermoso blog, Las Historias:

http://www.lashistorias.com.mx/

Explicado el neologismo y recordado el natalicio, pasemos a continuación a leer las prosas de Tario, nuestro mejor homenaje. 

martes, 23 de agosto de 2011

SELVÁTICA

Informe sobre mí mismo
Ayer lunes, hace cuatro semanas, finalizó mi año sabático, concedido por la universidad para la que trabajo desde hace siete años, la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Se trata del primero que disfruto en mi vida de trabajador, suministrado como derecho laboral.
En qué invertí ese tiempo dilatado, me preguntaron mis amigos y colegas. Yo les respondo hosco para qué quieren saber, lo mejor será dejarlo así, por aquello de las resistencias, la envidia o el odio, pero si insisten les comento que logré —como reconocimiento mayor— mi ingreso en el SNI con el nivel I, la manufactura de un cuarteto de libros, la publicación de ensayos en revistas y libros colectivos, la firma de un contrato editorial con una universidad regional para la publicación de mi libro de ensayos (Ocaso de utopías), que recogerá una década de escritura ensayística, además de mi participación en congresos regionales, nacionales e internacionales, aparte de dirigir un florido conjunto de tesis para diversos grados y temáticas en universidades mexicanas e internacionales.
Aquel año pasado aproveché también para diversificar mi presencia en los medios, así que acepté cada invitación a la radio, la prensa, la TV o internet, aunque descuidé ciertamente mi blog, pero hoy le doy continuidad a mi añorada bitácora con este informe parcial de año sabático. Digo parcial pues el resto de la información, siendo pública o de acceso público, se encuentra en la oficina universitaria que se encarga de gestionarla. Para conocer las menudencias a ella deberán dirigirse.
Ese tiempo me sirvió de igual modo para apaciguar mi salud, atendiendo a la calidad de vida en aspectos descuidados como fueron la alimentación, el descanso y la vida social. El coche lo dejé por ahí arrumbado, con riesgo de su maltrato o robo, pero no le pasó nada fuera de lo habitual. Mi ganancia redituó en descanso y ahorro, que fueron considerables, y no se diga la carga de estrés ahorrada, suministrada mientras uno transita motorizado por la ciudad.
Finalmente, durante mi permanencia en la ciudad, conviví habitualmente con mi familia, hija y mujer, además de mi madre y hermanos, quienes gustan de la comida buena, abundante y condimentada con sus picores. La vida en tertulia asimismo la disfruté, frecuentando la comilona de los viernes en el Centro Histórico, que se organiza en torno a la figura de Armando González Torres, el poeta y ensayista que le da vida desde hace tiempo, quien para animarla convoca a editores, periodistas, narradores y poetas, además de otros miembros de la república libertaria de las letras y las artes.
La relación de actividades académicas, culturales y de divulgación colma unos cuantos folios en el informe oficial rendido; sin embargo, esto me gustaría compartir en la bitácora, con los amigos y lectores del Miretario.
Queda entonces el cuatario convidado.



FOTO: Omar Meneses, 2011, que pertenece a la segunda de forros de su libro Historia y vida, de inminente publicación, con texto liminar de JP.

domingo, 21 de agosto de 2011

INVITACIÓN


Cine de la frontera 



lunes, 11 de julio de 2011

DUODÉCIMO MANDAMIENTO

Decálogo del escritor

Augusto Monterroso

Primero. Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.
Segundo. No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.
Tercero. En ninguna circunstancia olvides el célebre dictum: “En literatura no hay nada escrito.”
Cuarto. Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees el término medio; así, jamás escribas nada con cincuenta palabras.
Quinto. Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.
Sexto. Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita, pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.
Séptimo. No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.
Octavo. Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de esas dos únicas fuentes.
Noveno. Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.
Décimo. Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea: pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.
Undécimo. No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.
Duodécimo. Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado.


Fuente: Augusto Monterroso, “Decálogo del escritor”, en Cuentos, fábulas y Lo demás es silencio, México, Alfaguara, 1996, pp. 296-298.
Otras lecturas, otros mandamientos de Augusto Monterroso: Pájaros de Hispanoamérica, México, Alfaguara, 2002, 213 pp.

[Edición no venal.]

viernes, 17 de junio de 2011

AL MICRORRELATO PERUANO

Por otros medios

Rony Vásquez y la Minificción en el Perú from micropolis2008 on Vimeo.


Agradezco a Rony Vásquez su gentileza para reproducir este video, a los editores de Micrópolis por disponer gratuitamente la grabación del discurso, así como a los directivos de la Internacional Microcuentista.


sábado, 11 de junio de 2011

MONTERROSIANA

Decálogo monterrosiano

Juan Villoro

Catecúmeno de Juan José Arreola, Augusto Monterroso y de José Donoso, Villoro finca aquí su propio decálogo a partir de su experiencia como integrante del taller de narrativa que impartía el guatemalteco-mexicano Monterroso.

1. Los sueños no interesan como tales. El desorden de una mente que encuentra hormigas y orejas fuera de sitio carece de relevancia literaria. Aprende en Kafka: sus sueños parecen realidad.
2. Si no sabes adónde vas, detente, mira el techo, cuenta hasta diez, bebe un whisky. Las historias avanzan del final al principio. Si ya conoces el final, también detente. Las historias no tienen prisa; no escribas como si ya te hubieras leído o, peor aún, no escribas como si otros te leyeran.
3. Corrige mucho; luego agrega un defecto: una coma rara, una mayúscula caprichosa, una palabra repetida. En nada hay que trabajar tanto como en la apariencia de naturalidad.
4. No te canses de oír hablar a la gente. Los diálogos escritos surgen de traicionar esas voces.
5. Un estilo logrado no parece un estilo. Borges no maquilla cadáveres, los revive.
6. Los símbolos, como las moscas, están en todas partes pero sólo deben ser vistos de repente, por un cazador de moscas.
7. Has visto demasiadas películas. Las historias llegan sin escenografía. No des por sentado que el lector “ve” lo que cuentas. Aprende a revelar imágenes.
8. No te guíes por la emoción mientras escribes ni califiques las reacciones de tus personajes. Un héroe triste no da tristeza. Deja que la emoción sea efecto de la lectura.
9. Lee el Quijote. Luego, relee el Quijote. Luego, escribe un cuento en el que nadie conoce el Quijote.
10. No elogies la brevedad: practícala. No importa que te tomes más tiempo. Pascal vuelve a tener razón: se escriben textos largos por falta de tiempo para reducirlos.
11. Los novelistas son aprendices de cuentistas, pero no al revés. El cuento no es una preparación para otro género.
Desconfía de los decálogos de diez puntos. Más aún: desconfía de los decálogos.


Otras lecturas, otros mandamientos de Juan Villoro: El testigo, Barcelona, Anagrama, 2004. (Premio Herralde de Novela 2004).
Fuente: Juan Villoro, “Decálogo monterrosiano”, en La Jornada, sección Cultura, diciembre 21 de 2001, p. 5a.

[Edición no venal.]