Un decálogo para la nanoliteratura
Diez postulados para fomentar una política literaria de la nanoliteratura.
1. La nanoliteratura finca sus adoquines entre las formas de la expresión breve.
2. El salmo, el apotegma, la parábola; el cuento brevísimo, la greguería, el aforismo, el chiste literario y el poema en prosa, además de otros géneros literarios, es donde la poética de la brevedad traza sus linderos, donde obtiene su continente; continencias que forman el objeto de estudio de la nanoliteratura.
3. La adivinanza, el refrán, el chiste tradicional y demás arquitecturas expositivas de la oralidad popular, por ser anónimas y consecuencia de una tradición oral donde se condensa el saber abigarrado de la cultura popular, no se corresponden con la sistematicidad que pretende la nanoliteratura.
4. El imperio literario de los géneros mayores (novela, cuento, ensayo, poesía), eclipsó durante el siglo xix, a consecuencia de las urgencias cívicas y culturales de una nación emergente, a los “géneros menores”, que son el soporte del poema en prosa, el aforismo, el microrrelato… Ese peso de la tradición aún mantiene soterrado al pensamiento condensado y la invención breve. La tenue luz que obtienen de la academia o la tertulia literaria, se debe a la aparición súbita y meteórica de un nuevo libro aforístico o microficcional.
5. En el siglo xx, el microrrelato mexicano nace y es bautizado por Julio Torri, su padre literario. Edmundo Valadés, en la medianía de la centuria pasada, fue su mecenas y difusor continental.
6. A pesar de que el microrrelato se deja leer en un parpadeo, el tiempo dilatado es el crisol de su escritura.
7. Aunque se escriba sobre un grano de arroz, un cuento breve condensa un microcosmos: éste, el de los hombres pequeños de las mitologías, el de los tiranos o caudillos de que da cuenta la Historia; el de esa vida minúscula del hombre sin atributos que pasea en soliloquio por aquella esquina.
8. Como ars brevis, la microficción es un arte refinado con las duras piedras de río que remolca un siglo de escritura creativa.
9. En dos obras, la microhistoria y la microficción convergen: Pueblo en Vilo y La Feria. El mismo santo patrono ampara a las dos comunidades: san José. Los dos historiadores de pueblos, Arreola y González, que documentaron sendas microhistorias, también convivieron bajo su manto y corona.
10. El microrrelato es un género en sí mismo, autónomo, independiente de sus hermanos “mayores”, regido por leyes propias; posee un panteón de letras y una rotonda de literatos ilustres; un repertorio de obras y una tradición secular que lo legitima. Lograr la sanción de su canon es una tarea que apenas comienza.
Diez postulados para fomentar una política literaria de la nanoliteratura.
1. La nanoliteratura finca sus adoquines entre las formas de la expresión breve.
2. El salmo, el apotegma, la parábola; el cuento brevísimo, la greguería, el aforismo, el chiste literario y el poema en prosa, además de otros géneros literarios, es donde la poética de la brevedad traza sus linderos, donde obtiene su continente; continencias que forman el objeto de estudio de la nanoliteratura.
3. La adivinanza, el refrán, el chiste tradicional y demás arquitecturas expositivas de la oralidad popular, por ser anónimas y consecuencia de una tradición oral donde se condensa el saber abigarrado de la cultura popular, no se corresponden con la sistematicidad que pretende la nanoliteratura.
4. El imperio literario de los géneros mayores (novela, cuento, ensayo, poesía), eclipsó durante el siglo xix, a consecuencia de las urgencias cívicas y culturales de una nación emergente, a los “géneros menores”, que son el soporte del poema en prosa, el aforismo, el microrrelato… Ese peso de la tradición aún mantiene soterrado al pensamiento condensado y la invención breve. La tenue luz que obtienen de la academia o la tertulia literaria, se debe a la aparición súbita y meteórica de un nuevo libro aforístico o microficcional.
5. En el siglo xx, el microrrelato mexicano nace y es bautizado por Julio Torri, su padre literario. Edmundo Valadés, en la medianía de la centuria pasada, fue su mecenas y difusor continental.
6. A pesar de que el microrrelato se deja leer en un parpadeo, el tiempo dilatado es el crisol de su escritura.
7. Aunque se escriba sobre un grano de arroz, un cuento breve condensa un microcosmos: éste, el de los hombres pequeños de las mitologías, el de los tiranos o caudillos de que da cuenta la Historia; el de esa vida minúscula del hombre sin atributos que pasea en soliloquio por aquella esquina.
8. Como ars brevis, la microficción es un arte refinado con las duras piedras de río que remolca un siglo de escritura creativa.
9. En dos obras, la microhistoria y la microficción convergen: Pueblo en Vilo y La Feria. El mismo santo patrono ampara a las dos comunidades: san José. Los dos historiadores de pueblos, Arreola y González, que documentaron sendas microhistorias, también convivieron bajo su manto y corona.
10. El microrrelato es un género en sí mismo, autónomo, independiente de sus hermanos “mayores”, regido por leyes propias; posee un panteón de letras y una rotonda de literatos ilustres; un repertorio de obras y una tradición secular que lo legitima. Lograr la sanción de su canon es una tarea que apenas comienza.