I. El
ensayo busca el consenso entre los lectores, para eso lo embruja con sus
argumentos, experiencia e información. A pesar de esta intentona ideológica, su
autor no renuncia a la amenidad de las formas narrativas. Del cuento adopta la
voz personal; de la novela, el gran aliento; del drama, las formas del
parlamento; del microrrelato, el horizonte cultural; del poema, la imagen; del
cuento, la epifanía de su final. Lograrás la armonía de tu ensayística con una
mezcla ponderada de estos ingredientes.
II. El
ensayo exige una arquitectura interior ponderada y equilibrada entre sus partes
(incipit, intercipit, excipit). Un ensayo es una narrativa donde se
predica un objeto cierto, probable y verdadero para el sujeto de la escritura. Demostrar
una tesis o desarrollar un tema al modo del libre albedrío empujarán tu única
elección.
III. El
ensayista se amamanta de su tradición, la historia literaria y los agrimensores
del género que pretende cultivar. Tu reto es el combate con los espejismos:
internet, la gloria, el best seller…
IV. Como
ensayista no esperes dinero, ni te ilusiones con la fama de los poetas o la
ventura agradecida de los narradores. Te encontrarás mejor pagado y reconocido
si tus colegas, amigos y lectores te consideran un creador.
V. Al
pergeñar un ensayo inviertes en un proceso de larga duración; madurarlo demanda
otro lapso; templarlo requiere del agua fría que discurre por la senda de una
clepsidra. En el siguiente movimiento trata de exponer tu parecer ensayístico.
VI. Si se
aferran al pasado o provienen del más furibundo tiempo contemporáneo, los temas
que se desprendan de tales periodos habrás de hilvanarlos con la novedad de tu
escritura.
VII. Si hay
sangre derramada en tu entorno, caciquismo, hambre, valores derrengados, corrupción,
fronteras oclusivas, no aprietes los ojos. ¿Escribirás sobre esas llagas
sociales? El observatorio de tu escritura no excluye la inmersión social, pero no
olvides que ésta suele ser causal de desavenencias estéticas, prórrogas o
renuncias literarias finiquitadas.
VIII. Escucharás
a la gente para registrar sus preocupaciones cuando hable en la calle, arriba
del autobús, cuando baje las escaleras o mientras discute en la banca del parque.
En la oralidad también se localiza la materia prima de tu escritura, de la que
pueden desgajarse los tópicos de tu predicado. Escuchar a tus conciudadanos redondeará
tu marco ético, pues sus angustias acaso orienten tus inquisiciones literarias;
al final, con ambas definirás tus valores estéticos y morales.
IX. Quizá
del mercado, la fama o la rotonda del best
seller puedas obtener dinero y satisfactores inmediatos, pero con ellos apenas
conquistas una felicidad fugitiva, nunca la epifanía que demanda tu escritura.
X.
Envidiarás el éxito del escritor vecino, pero no te permitirás tenderle una zancada.
Ódialo, pero compensarás la carencia con disciplina y cuartillas compurgadas
durante la mañana, de tarde a tarde o mientras avanza la noche. Recuerda: el
tiempo es el único recurso no renovable de un escritor.
Coda: La resignación a los fervores de estos mandamientos habrán de fomentar tu alternativa al desacato.
Coda: La resignación a los fervores de estos mandamientos habrán de fomentar tu alternativa al desacato.
El “Decálogo del ensayista” fue publicado en Cariátide.
Brevedades Literarias (México), año 3, Núm. 6, otoño, 2013, pp. 6-7.