miércoles, 7 de julio de 2010

ESTELA DE SANTAS

Tributo a la pupila


La apertura de civilizaciones, sociedades y mentalidades con que el siglo pasado nos bendijo, posibilitó la liberación femenina, el abanico amplio de la sexualidad y el desplazamiento del epicentro de la mentalidad masculina, en consecuencia también atrajo en la literatura y el arte el abordaje de temáticas cercenadas por las “buenas costumbres”, entre ellas, el registro del relato homosexual, la novela prostibular y la experiencia lésbica, por mencionar una tríada de asuntos marginales al relato de las buenas conciencias, la novela familiar y el cuadro de costumbres que rigieron la prosa de ficción en buena parte del medio siglo anterior.
La casa de citas, las matronas, las pupilas y sus parroquianos son tópicos latentes en la literatura desde la Antigüedad, un arquetipo inmediato a la figura del redentor, muy presentes en la narrativa vigesímica. El relato de sus menudencias establece la variedad, pues unos escritores privilegiaron la construcción del espacio; en otros, la recreación de las suripantas se fincó la amenidad de la historia; en unos más, la atención y tensión dramática se centraría en la vida gozosa de los habitués a esos centros de “rompe y rasga” que son los prostíbulos.
La literatura latinoamericana del siglo XX, en su novelería o en su cuentística, ofrece para las situaciones señaladas más de un caso con el cual ejemplificar con suficiencia. Colombia, Perú o México disponen de novelas paradigmáticas sobre la vida prostibularia: La triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada, Pantaleón y las visitadoras o Santa, serán reconocidos e identificados de inmediato por el lector medio. Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Federico Gamboa son tres de los prosistas que han puesto acento en el desenvolvimiento de la efervescencia humana en esa condición de solvencia moral que disponen los “putiaderos”. La prostitución es una maldición en La cándida Eréndira, una forma de sosiego masculino en Pantaleón y un recuento evolutivo de la enfermedad en Santa.
La publicación reciente de la novela Bajo la piel de Channel, del escritor colombiano Danilo Moreno, actualiza en la narrativa ese oficio reputado por el lugar común como el más antiguo de la humanidad. La heroína, con el nombre de batalla de Channel, adoptado por el perfume, llega a la ciudad procedente de tierra adentro con el humano afán de ganarse la vida, tal como sucedió en Santa, tal como acontece en la vida real. Mas la ambición, las remesas para la familia, la pretensión de los estudios universitarios y la exigencia de la “vida buena, buena vida” canalizan a la protagonista hacia la vereda del casino, el baile desnudista y, de ahí, con naturalidad declina hacia el “amor mercenario” que se oferta en los table dance, nombre con el que se designa actualmente a esa antigua institución del prostíbulo.
Para la construcción de esta novela juegan como elementos del “mundo de la vida alegre” que enriquecen la trama, la música popular, las drogas, la moda, la ciudad de Bogotá, la amistad entre mujeres, la idiosincrasia masculina, y en una hebra que se teje más fina apilada de manera subyacente, la complejidad étnica y la división de clases en Colombia. En la superficie narrativa yace el cuerpo, la sensibilidad, el sexo y la percepción de la protagonista, el mejor hallazgo y logro creativo de Danilo Moreno en la recreación de su personaje principal, que para su reivindicación social vive atenazado entre Santiago y el reino nocturno del striptease.
Explicar esa disyuntiva de Channel con que finaliza la novela, arruinaría toda acometida de lectura del futuro lector de estas líneas. Apunto nada más que ella, Channel la bella, sensual y de formas mestizas ya se encuentra en nuestra imaginación masculina, donde suelen aparecen en bendita conjura Santa, Eréndira y la plaga de putas que visitan el destacamento de Pantaleón en sus días y noches de soledad.


Danilo Moreno, Bajo la piel de Channel,
México, Almadía, 2010 (Mar Abierto).