miércoles, 30 de enero de 2008

De Aforística

El genio y el psiquiatra
El dolor del ajedrecista. Las últimas palabras de Bobby Fischer, dirigidas al psiquiatra Magnus Skulason, director del hospital psiquiátrico penitenciario de Islandia, asentaron: “No hay nada que alivie el dolor como el toque humano.”

martes, 29 de enero de 2008

De Aforística

Sin exigencias no hay padecimiento. Sin padecimientos no hay exigencia.

lunes, 28 de enero de 2008

De Aforística

0 & ¥ [infinito]
Cuando el hombre descubra vida extraterrestre, nos convertiremos desde ese momento en un cero en el infinito.

lunes, 21 de enero de 2008

De Aforística

Silencio y cauda

A Jezreel Salazar

Un colega de la universidad me hace llegar una copia del texto “El silencio de las sirenas”, de Don Franz. Me llega el envío electrónico justo ahora que termino de integrar mi antología sobre las sirenas en el cuento brevísimo mexicano, que emergieron a lo largo del siglo XX y que caudillos y novísimos atraparon en sus redes de ficción.
Luego de leerlo, habré de corregir el título de mi compilación: Yo no canto, Ulises, cuento, por Yo no canto, Ulises, callo.

viernes, 18 de enero de 2008

De Aforística

Democracia rupestre
Durante el priato, ocupar ese cargo en el gabinete significaba la bendición del Ejecutivo para competir como aventajado en las elecciones presidenciales inmediatas. En el antiguo régimen se cuidaban las formas, se apegaban a los tiempos, cumplían la norma. Sin embargo, en este sexenio, ya de por sí baldado en su legitimidad, ningún precepto se respetó al designar al nuevo ministro en la cartera de Gobernación, que en ejerciendo el cargo se ha puesto en duda su nacionalidad y ciudadanía. Jamás en la historia de ese ministerio un político tan joven había ocupado esa cartera. Entiendo que ni la tradición política, ni la legalidad ni las normas jurídicas importaron para tomar semejante decisión política. Así se juega la democracia en una república petrorremesera.

jueves, 17 de enero de 2008

De Aforística

Adiós a El Nivel

La más antigua cantina de la ciudad de México cerró sus puertas. Comimos, brindamos, nos embriagamos ahí de tarde en tarde. El espacio de la tertulia etílica más añejo clausura las herrumbosas cortinas metálicas que enclaustraban a sus asiduos durante las horas de la media noche. ¿Y ahora, dónde retumbarán los soliloquios de sus parroquianos?
Adiós a El Nivel.

miércoles, 16 de enero de 2008

De Aforística

En mi interés resuena el deseo.

lunes, 14 de enero de 2008

Cosmogonía huave

Silencio por luto

Murió Andrés Henestrosa, maestro de las letras mexicanas, luego de cumplir un centenar de años de vida. Queda como un clásico del siglo XX Los hombres que dispersó la danza, florilegio narrativo en el que los sustratos indígenas oaxaqueños provienen del zapoteco, en su vertiente juchiteca, y el huave, lenguas autóctonas que habló hasta que aprendió español a los quince años.
La mitología, tradición y costumbres aborígenes se encuentran en la capa de superficie de cada una de las prosas breves de que está compuesto Los hombres que dispersó la danza, uno de cuyos relatos, “La abeja”, formó parte de El cuento jíbaro, autorizado de reproducirse por su hija Cibeles. De esa reinvención literaria que es “La abeja”, puede desprenderse la cosmogonía de un pueblo no conquistado por la civilización mexica. De ahí su interés antropológico y literario.
Así quedó este apunte en mi libro inédito Dinosaurios de papel: “Las formas propias de la oralidad indígena (consejos, adivinanzas, fábulas, relatos orales) y mestiza (tradiciones, leyendas, dichos, refranes), aparte del caldo de cultivo que significó la herencia hispánica, amalgamaron el humus para el arraigo y florecimiento de esta —dígase de una vez— institución literaria (el microrrelato) tanto en México como en el resto de Latinoamérica.
La interacción y confluencia de esos sustratos puede hallarse en las narraciones míticas con resonancias indianas de Andrés Henestrosa […]”
Henestrosa fue un narrador zapoteco, de origen juchiteco, que ejemplifica perfectamente el caso, pues se trata de un escritor que aprendió español como segunda lengua a la edad de diez años, en quien la herencia indígena tiene un peso específico insoslayable.
No escribiré más para guardar mi luto, que mantendré en silencio releyendo esa obra imprescindible por canónica de la literatura mexicana del siglo XX.

Nota bene: Los hombres que dispersó la danza ha tenido varias ediciones imprescindibles después de la primera, aparecida en 1929 (Compañía Nacional Editora Águilas), 1954 (unam), 1992 (fce) y 1997 (Miguel Ángel Porrúa).