La técnica del escritor en trece tesis
Walter Benjamin
I. Quien tenga la intención de escribir un gran libro, ha de vivir a gusto y procurarse, tras haber concluido su trabajo, cuanto no estorbe la continuación.
II. Habla si quieres de lo que ya has hecho, pero mientras te encuentres trabajando no lo leas en público. El placer que obtengas de ese modo ralentizará tu ritmo de trabajo. Si sigues esta norma, el deseo creciente de comunicar lo hecho será un motor para acabar tu obra.
III. En cuanto a las circunstancias de tu trabajo, intenta sustraerte a la mediocridad de la vida cotidiana. La tranquilidad a medias, si se da acompañada por ruidos triviales, resulta humillante. Por el contrario, el acompañamiento de un estudio para piano o de una verdadera algarabía puede llegar a ser tan importante para el trabajo como el silencio perceptible de la noche. Éste te agudiza el oído interior, y aquél es en cambio la piedra de toque de una dicción cuya copiosidad va sepultando hasta los ruidos más excéntricos.
IV. Evita usar otras herramientas que las tuyas. El aferrarse con pedantería a cierto papel, cierta tinta, cierta pluma, es beneficioso. El lujo no resulta imprescindible; sí la abundancia de estos utensilios.
V. Nunca permitas que ningún pensamiento te pase de incógnito; y ve tomando notas con el mismo rigor con que las autoridades toman nota de los forasteros.
VI. Busca que tu pluma se resista a la llegada de inspiración; así la atraerá como un imán. Si eres muy cuidadoso en el redactar una ocurrencia, ésta se te entregará finalmente a través de un despliegue más maduro. El hablar conquista al pensamiento; escribir lo domina.
VII. No dejes de escribir porque nada se te ocurra. Es un mandamiento del honor literario sólo dejar de escribir cuando hay que cumplir una obligación (acudir a una comida o a una cita), o cuando la obra esté acabada.
VIII. Si encuentras que te falta inspiración, súplela pasando a limpio lo ya escrito. La intuición acaba despertando.
IX. Nulla dies sine linea, mas sí alguna semana.
X. No pienses que una obra está perfecta si no has trabajado en ella alguna vez desde la tarde de un día hasta la mañana del siguiente.
XI. No redactes el párrafo final en la habitación en donde escribes. En ella no hallarías el coraje necesario para acabarla.
XII. Fases de la redacción: pensamiento, estilo y escritura. Pasar a limpio sirve para que la atención vaya centrándose en la caligrafía. El pensamiento matará la inspiración, el estilo encadena al pensamiento, y por fin la escritura licencia el estilo.
XIII. La obra es la máscara mortuoria sobre el rostro de la concepción.
Walter BENJAMIN, “Prohibido fijar carteles”, en Calle de dirección única, traducción de Jorge Navarro Pérez, Madrid, Abada Editores, 2011, pp. 35-36.
EDICIÓN NO VENAL