lunes, 9 de noviembre de 2009

Estampas de verano II

Antonio

Tenía tres años, pesaba cuatro kilos. Cuando lo encontraron estaba envuelto con una chalina, el suelo donde yacía estaba cubierto por hojas, cartones y pañales sucios. Llovía la noche en que lo escuchó gemir la casera, rachas de viento frío surcaban las calles y la temperatura había bajado hasta entumecer los huesos de los transeúntes. El cuarto de la azotea donde fue arrumbado no tenía iluminación y las paredes rezumaban humedad por las filtraciones de agua del lavadero.
Los padres dijeron al policía cuando preguntó por el niño, que estaba en ese cuarto porque no dejaba de llorar. Antonio, el niño de tres años, vive en un orfanato.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Becarios Grijalbo



Hace unos años, mientras trabajaba en la UNAM como editor, disfruté, aprendí y me educaron en la Beca Juan Grijalbo, cuyos propósitos son profesionalizar a los trabajadores de la industria editorial mexicana en las difíciles pero apasionadas artes gráficas. Pronto se reunirán los ex becarios para celebrar dos décadas de existencia de tan afamada y necesaria beca.
Como egresado de esas filas, transmito esta invitación para el festejo mañanero. No sin antes, rendir mi agradecimiento por las enseñanzas, capacitación y espíritu juvenil de Claudia Domínguez, su animadora principal, que entonces y ahora me hace llegar la invitación al desayuno.
Enhorabuena, Claudia, por el cumpleaños, el ágape y la celebración entre amigos y colegas.

jueves, 5 de noviembre de 2009

ANUNCIO VICARIO



Preparen sus cuartillas, afilen sus lápices, aclárense la garganta, limpien sus gomas, que ya viene el segundo encuentro de minificción cuya sede será la honorable Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Marzo será el mes del cuento liliputense en el 2010. La batuta orquestada seguirá en la mano de Ángel Acosta, principal animador del encuentro.
Nos escucharemos de nuevo como entonces.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Nunca se acaba, la cosecha de sirenas


Ex libris de Roxanna Erdman

Las ciudades tenues 3
Italo Calvino

Si Armilla es así por incompleta o por haber sido demolida, si hay detrás un hechizo o sólo un capricho, lo ignoro. El hecho es que no tiene paredes, ni techos, ni pavimentos; no tiene nada que la haga parecer una ciudad, excepto las cañerías del agua, que suben verticales donde deberían estar las casas y se ramifican donde deberían estar los pisos: una selva de caños que terminan en grifos, duchas, sifones, rebosaderos. Contra el cielo blanquea algún lavabo o bañera u otro artefacto, como frutos tardíos que han quedado colgados de las ramas. Se diría que los fontaneros han terminado su trabajo y se han ido antes de que llegaran los albañiles; o bien que sus instalaciones indestructibles han resistido a una catástrofe, terremoto o corrosión de termitas.
Abandonada antes o después de haber sido habitada, no se puede decir que Armilla esté desierta. A cualquier hora, alzando los ojos entre las cañerías, no es raro entrever una o muchas mujeres jóvenes, espigadas, de no mucha estatura, que retozan en las bañeras, se arquean bajo las duchas suspendidas sobre el vacío, hacen abluciones, o se secan, o se perfuman, o se peinan los largos cabellos delante del espejo. En el sol brillan los hilos de agua que se proyectan en abanico desde las duchas, los chorros de los grifos, los surtidores, las salpicaduras, la espuma de las esponjas.
La explicación a que he llegado es esta: de los cursos de agua canalizados en las cañerías de Armilla han quedado dueñas ninfas y náyades. Habituadas a remontar las venas subterráneas, les ha sido fácil avanzar en su nuevo reino acuático, manar de fuentes multiplicadas, encontrar nuevos espejos, nuevos juegos, nuevos modos de gozar del agua. Puede ser que su invasión haya expulsado a los hombres, o puede ser que Armilla haya sido construida por los hombres como un don votivo para congraciarse con las ninfas ofendidas por la manumisión de las aguas. En todo caso, ahora parecen contentas esas mujercitas: por la mañana se las oye cantar.

Italo Calvino, Las ciudades invisibles [1972], México, Minotauro, 1991, pp. 61-62.
Debo a la gentileza de Jezreel Salazar el reencuentro con estos seres marinos.)