sábado, 4 de julio de 2015

A DON GUSTAVO, EN SU TRAYECTO

AMIGO, COMPADRE LOBO, ADIÓS


En una jaula de palabras, la Princesa de hierro cometió un gazapo por estar enclaustrada entre sus obsesivos días circulares: dejó a su muchacho en llamas, ardiendo como los fantasmas aztecas por sus amores. Desde entonces se convirtió en la muchacha que tenía la culpa de todo. Con tinta sangre del corazón luego escribió la novela virtual, donde apenas bocetó: Quiero escribir pero me sale espuma, después intentó rememorar en un retablo de inmoderaciones y heresiarcas, a rienda suelta, sus batallas de amor perdidas, pero en un salto de tigre blanco nada más trazó unos proyectos para un yo ficticio.