AMIGO, COMPADRE
LOBO, ADIÓS
En una
jaula de palabras, la Princesa de hierro cometió un gazapo por estar enclaustrada
entre sus obsesivos días circulares: dejó a su muchacho en llamas, ardiendo
como los fantasmas aztecas por sus amores. Desde entonces se convirtió en la muchacha que
tenía la culpa de todo. Con tinta sangre del corazón luego escribió la novela
virtual, donde apenas bocetó: Quiero escribir pero me sale espuma, después
intentó rememorar en un retablo de inmoderaciones y heresiarcas, a rienda
suelta, sus batallas de amor perdidas, pero en un salto de tigre blanco nada más
trazó unos proyectos para un yo ficticio.
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