Ocaso de utopías, esplendor de brevedades
Adriana Azucena
Rodríguez
Los
mexicanos no sabemos lidiar con el presente. Tendemos a culpar a nuestro pasado
de las dificultades actuales: la Malinche nos concibió mientras era violada
sistemáticamente por el invasor. Mientras que el futuro siempre es promisorio,
encarnado en el próximo sexenio, partido, régimen... hasta que nos estrellamos
contra el presente. La literatura ha llevado un registro puntual de ese vaivén
que hoy continúa con Ocaso de utopías, un libro de ensayos y crónicas que
refieren la caída de proyectos utópicos según ciertas obras y fenómenos
culturales. Como advierte el autor en el ensayo que da título al libro, los
intentos de llevar a buen fin una utopía son frecuentes en México, como en
cualquier parte del mundo. El siglo XXI inaugura el fin de esas proyecciones y “su final llegará con la
desaparición de las eras del hombre”.
Así, su lectura de Santa
tiene aspecto del ocaso de la utopía urbana, de sus bajos fondos, “una derrota
sentimental”, la llama Perucho. La felicidad porfiriana no se encontraría en su
orden social, el núcleo familiar o la vida pública, sino en sus casas de placer
y en la destrucción de ese mundo eufórico y ficticio. El ocaso tiñe su
interpretación del escritor marginal Pedro F. Miret, que no obtuvo un sitio en otra utopía: la del éxito literario, de
promociones, conferencias, talleres y recitales.
Quizá la obsesión de
Javier Perucho por las sirenas (ha compilado ya dos antologías de minificciones
sobre el personaje) sea también parte de esta nostalgia por los mundos
perdidos, nostalgia compartida por Felipe Garrido, uno de los principales
representantes de la minificción mexicana, desde diferentes géneros y
proyectos. El autor analiza y comenta los recursos compositivos, la tradición
de la brevedad anfibia y el futuro inmediato de los estudios sobre esta figura
que aún invita a seguirla, dando la espalda a los horrores de tierra firme.
Otro mito visitado es
el norte, una utopía más que inicia con la búsqueda de la fuente de la juventud
de Cabeza de Vaca y termina con el infierno de la migración, cuya
literatura ha desembocado en dos cauces: el testimonio y la ficción. De Eduardo
Antonio Parra, el autor destaca su múltiple vocación fronteriza: geográfica, oficiosa,
temática (la violencia entrañable, los habitantes de la noche, la violencia
doméstica, los arquetipos, los burdeles). Para lograr una serie de personajes
que son, en opinión de Perucho, un cúmulo de personalidades fronterizas. En
esta región se ubica otro autor del otro lado: José Antonio Villareal, autor de
la novela estadunidense Pocho en español. El comentario es contundente:
la literatura chicana es una vertiente de la estadunidense.
Cómo no iba a ser así
si, como registra en su crónica-ensayo “El sufragio de Ulises”, México devuelve
ingratitud a sus nuevos Odiseos negándoles un derecho elemental: el sufragio,
cuya imposibilidad se mantiene entre los llamados ilegales.
Una vez más, el autor
se ocupa del microrrelato, tema al que Perucho ha dedicado lo mejor de su
prosa. Aquí revisa sus géneros cercanos: la adivinanza, el chiste, la fábula,
el aforismo, la viñeta, la estampa y la anécdota. Con esto se desvanece la
utopía de los géneros, la posibilidad de una ciudad literaria con límites
inamovibles. Su recorrido por la historia del microrrelato hispanoamericano
termina en el punto que obsesiona al autor: el norte, “horizonte de la joven
literatura mexicana”. En cuanto al aforismo, el autor hace recuento de
antologías y carencias, para proponer una nueva etapa de linderos y
redefiniciones. El aforismo, a pesar de su sabiduría, carece del éxito que
supone la crítica y la teorización y la historización; en cambio, florece entre
las plumas más influyentes del siglo XX mexicano y en su tradición oral; expulsado del ámbito universitario, el
aforismo se redime en voces recientes, desde blogs y otros medios electrónicos.
Argumento, definición, empirismo: “es el género de la madurez literaria”. Lo
demás es decálogo... para una política de la nanoliteratura, género de
brevedades que también resulta utópico pues su esencia es difuminar fronteras.
Ocaso de utopías, en fin, se embarca en pasiones incitantes: la
literatura mexicana de cierta marginalidad, las fronteras y las utopías que nos
hablan de nuestro complejo sitio, el de los mexicanos, en los territorios del
tiempo, la historia y la identidad.
Publicado en La Jornada Semanal, Ciudad de México, 25 de agosto de 2013, núm. 964, p. 11.