martes, 28 de agosto de 2012

CONCEPCIÓN EN CIEN

NAVEGACIÓN DOMÉSTICA

Para mis amigos chilenos de la Universidad de Concepción.

Desde la playa los mirábamos. Seguían la vida cotidiana sin sobresaltos, su casa mecida por las olas, ahora sosegadas. Ella seguía barriendo la estancia; él continuaba leyendo el diario; el niño, apenas alterado, rebotaba su pelota en el pórtico de la casa, levemente bañado por el vaivén del agua salada.

Como la casa ya se alejaba hacia el mar sin horizonte, les dijimos adiós con las manos. El niño no dejó de jugar cuando ondeaba su mano para respondernos. La casa de madera se bamboleaba suavemente, mientras las olas apacibles la seguían alejando del arraigo de su domicilio. 

Habitación 31, Pía Aldana.

Nota bene: Por no ser residente permanente, no puedo participar en el concurso de cuento Concepción en Cien Palabras, http://www.concepcionen100palabras.cl/2012/, que promueven varias instituciones culturales chilenas. Dejo aquí para su solaz y regocijo esta colaboración.

viernes, 24 de agosto de 2012

LA EDUCACIÓN DEL ESCRITOR

La estela de Valadés
En su antigua revista, El Cuento. Revista de Imaginación, don Edmundo Valadés promovió un certamen literario que bautizó con el nombre de Concurso de Cuento Brevísimo, en el que participó una parvada de escritores pertenecientes al orbe hispánico, una parte de ellos entonces narradores noveles que hoy se han convertido en maestros del género, en clásicos de la minificción, entendida como el arte de narrar en corto una historia. La revista también alimentaba un espacio didáctico para comentar con los participantes del concurso, los colaboradores habituales de la revista y sus lectores los aciertos, yerros, felicitaciones y avisos de publicación de este o aquel intento logrado. En el centenar de números publicados se encuentra almacenada la sabiduría literaria del maestro y principal divulgador del microrrelato en Hispanoamérica.
Siguiendo esa estela valadesiana, Alberto Chimal en su bitácora electrónica, Las Historias, alienta un concurso basado en un estímulo de escritura: una imagen colgada en la red o captada por la propia lente de Alberto se convierte en el pretexto. Mes a mes, una estampa catapulta la imaginación literaria de medio centenar de participantes; el ganador del concurso es anunciado públicamente en la bitácora y a quien se le entrega otra imagen, un “trofeo virtual” que lo acredita como ganador del certamen.
En los ocho años que acumula el certamen, Alberto —en alianza con una editorial de bajo presupuesto— reúne en un volumen a los ganadores de los primeros cinco años, detalle que me hace inferir que habrá otro libro compilatorio con las narraciones triunfadoras. El resultado es la cuentalia que integra Historias de Las Historias, que compila ochenta y seis narraciones de cortísimo palabraje, algunos de cuyos autores se han ido perfilando en la escena literaria, otros más sus nombres son un enigma pues firman con seudónimo o buscan su personalidad literaria escondiéndola. David Chávez, José Luis Zárate, Fernando Sánchez Clelo y Felipe Huerta Hernández resuenan ya por su creación narrativa difundida en las redes, los blogs literarios y su inclusión en las más recientes compilaciones antológicas. Aparte de que el primero es un experto doctor en el género de la microficción. Más allá del nombre de las batallas literarias de los autores, la creación literaria es lo que importa, pues habrá de permanecer en los acervos culturales y formará parte de la arqueología narrativa de cada uno de ellos.
Conjeturo por sus temas que se trata de escritores en la treintena o más jóvenes, sobre todo las escritoras. Menciono este detalle generacional porque es el momento óptimo para la formación del escritor, ejercicio docente donde justamente incide Alberto —tarea que nadie sufraga, por cierto—, considerando que a dicha edad ya se posee instrucción, educación sentimental, experiencia en el amor y la práctica del deseo, además de otros acervos disponibles en sus patrimonios simbólicos. Asimismo debe ponderarse la enseñanza de la escritura y las funciones sociales que cumple la bitácora, el taller y su concurso.
Las invenciones contenidas en Historias de Las Historias, recrean justamente experiencias derivadas de las edades señaladas, incluido el despertar digital, los excesos etílicos, las calcas, los alienígenas, la actualidad política, el terror y las fantasmagorías, la infancia, los placeres, entre muchísimos otros temas más que revelan el talento de sus autores, la voluntad estilística y los afanes por conformar un universo propio. Y no farfullo más sobre la imaginación literaria de los escritores, pues los ejemplos constatan dicha cualidad.
Como detalle extraliterario, apunto que a la edición del volumen le faltó incluir en el índice el nombre propio o la firma de los narradores, pues no basta con anunciar los cuentos con el mero título, ya que se requiere de su autoría para navegar con soltura por ese mar apacible de historias.


Alberto Chimal (selección y prólogo), Historias de Las Historias, México, Ediciones del Ermitaño, 2011, 144 pp. (Minimalia. Minificción) 

miércoles, 22 de agosto de 2012

ELOGIO DE LA TERTULIA

Estampas de la vida bohemia
Tan afecto era Pedro F. Miret a la vida bohemia que en una de sus colaboraciones periodísticas asentó un elogio de la tertulia, donde alentaba esta institución de la república literaria, pues participó de varias, entre ellas una donde pululaban los cineastas y las actrices, otra donde los escritores predominaban y una más donde los refugiados de origen español dominaban la escena.
En la actualidad dicha institución, la tertulia, sigue viva entre nosotros. Los mentideros en la república de los poetas vivos abundan. Puede encontrarse viva y en acción en el estado de Puebla, en la ciudad de Mérida o en Tijuana. El café, el bar o los restaurantes son los sitios ideales para su realización. Los cabarets no, porque ahí se va a otra cosa, aunque se arrastre hasta allá la estela de la conversación. Sin embargo, habrá quien la realice en esos ámbitos tan propicios para el habla.
Como apuntaba Miret en aquel texto periodístico, en torno a la mesa de la tertulia se suceden los temas: el orden o su concierto no importan, no se gobiernan y menos se administran. Importan la charla, el punto de vista y la agudeza del planteamiento. La literatura, el cine, la música, la circunstancia política autóctona, los temas discurren con naturalidad tanto por la agitada conversación como por los ardores etílicos, o por el valor en sí de las aportaciones de una u otra disciplina, de uno u otro autor. Los libros y la lectura son madejas que siempre se desmenuzan durante el aperitivo y la degustación del platillo fuerte, cuando se escancia el vino, o mientras los fumadores se apartan a la hora del tabaco requerido. Las novedades culturales y la puesta al día del horizonte político son otros de sus nutrientes, además de las beldades del espectáculo, la alegre vida de noche o las mujeres con cierto andar que animan la vida cotidiana.
Ningún día es mejor que otro para su celebración. Basta la mesa, el escenario y unos parroquianos dispuestos a conversar con ánimo tolerante sobre las menudencias de la vida, aparte de cierto recogimiento y el silencio.
La tertulia de Laberinto, el suplemento cultural de Milenio, se congrega en torno a las personalidades de Armando González Torres y José Luis González —poeta uno; periodista el otro— cuyo grupo de cofrades se reúne desde hace años en diferentes sedes (El Covadonga, El Gallo de Oro, Cantabria, El Palacio e Imperio, actual comedor, mentidero y bebedero) para concelebrar ese arte milenario de la conversación, donde participan, además de los mencionados, Armando Alanís, Iván Ríos, Roberto Pliego, Raúl Renán, José de la Colina, Juan Manuel Torres, José Antonio Lugo, Norma Salazar, además de Lupita, María y Gabriela. JP también participa del convite tertuliar. Suelen acompañarlos Héctor de Mauleón, Braulio Peralta, Eusebio Ruvalcaba, Roberto García Bonilla, más otras presencias esporádicas. La esencia de la tertulia y su representación en la mesa es la hospitalidad y la bienvenida a los visitantes.

Juan, María, José, Iván, Colina, José Luis, Armando y Roberto.

Cada santo viernes, al punto de la comida, se reúne el grupo para departir, charlar sobre la trascendencia de Madame Bovary, el pejismo, la mejor novela del siglo veinte, la música de nuestros días o las políticas públicas sobre el patrimonio cultural…, los temas se suceden con la naturalidad de una conversación sin sujeciones. Y entre tema y tema, a manera de nexos, el Quijote, Tristam Shandy, Rayuela, En busca del tiempo perdido, como es natural dominan los temas literarios por la configuración intelectual de los participantes. Por su parte, los oficios domésticos, la familia, los quejumbres por la salud no son asuntos habituales en torno a la mesa, aunque eventualmente condimentan la gastronomía. Sí, en cambio, el intercambio de las novedades editoriales cuya autoría recae en los aludidos; el obsequio de ellas forma parte del rito, un rito muy fértil, por cierto, pues cada tertuliano mantiene una producción cristalizada no sólo en libros, sino en la radio, las revistas, los suplementos culturales y, en menor medida, la televisión. La presencia en internet no se cacarea, aunque sea abundante, quizá debido a que todos pertenecen al antiguo régimen del libro y las realizaciones acogidas en el espacio virtual no se vean como trabajo a celebrar.
La amistad campea en la tertulia, es verdad, pues amigos son los que asisten, comparten y divagan. El humor, la ironía y la picaresca son sus condimentos naturales. Aunque no se idealiza, la competencia y la rivalidad no pertenecen a ese espacio de socialización, pues se convierten en catalizadores negativos de la charla, la ingesta de manjares y la copa de vino. Arruinan el postre. 

María, Armando, Iván, Roberto, Eusebio, Armando y Juan.

jueves, 16 de agosto de 2012

ÁLBUM DE LOS ÁCAROS

Zoología doméstica
El microrrelato que se practica en nuestras latitudes ha llegado a un punto culminante de su arraigo. Cimas conquistadas por género son las varias antologías dispersas por las regiones de Hispanoamérica que espigan sobre temas como la infancia, la violencia de género, los pecados capitales, los fantasmas, la animalia fantástica o el bestiario naturalista, incluso la compilación del ejercicio escritural de un taller virtual, como fue la selección emprendida por Alberto Chimal en Historias de las Historias, nacidas y tallereadas en su bitácora electrónica.
El libro de los seres no imaginarios (Minibichario), sigue esta estela de los libros colectivos, ejecutado por la batuta virtuosa de José Manuel Ortiz Soto, médico pediatra que en sus ratos libres anima blogs literarios y esculpe la piedra dura del cuento breve entre niño enfermo y paciente curado. En ese ínterin se asoció a los fotógrafos naturalistas Enrique Ramírez García, Beatriz Hernández Meza y Alejandro Boneta, a su manera exploradores de los habitantes de los mundos mínimos, que son los ácaros, esos bichos no siempre microscópicos que residen también en el mundo, huéspedes de nuestras casas y animadores de las pesadillas que irrumpen en los sueños.
José Manuel, en acuerdo con los fotógrafos, seleccionó y repartió las imágenes fotográficas entre la grey microficcionista, para que las consideraran como un estímulo de escritura. El medio centenar de cultivadores de mundos mínimos, terminado su trabajo, se lo mandó al antólogo para su ponderación, que consideró necesario un tallereo, trabajo literario por el que se desprendieron observaciones, enmiendas y hartas porras. El trabajo más arduo fue convencer al editor, quien después de levantarse las solapas, accedió a publicar el Minibichario.
El resultado final está sobre mi mesa. Un libro elegante, hermoso a la vista ilustrado a color, estampadas sus imágenes sobre papel couché, como corresponde a la invención fotográfica y la creación narrativa. La edición, salvando las erratas que todo libro exige en su arquitectura interior, es la adecuada. Asimismo destaca la generosidad del antólogo, al invitar al mismo ágape tanto a novísimos narradores (David Baizabal, Amaranta Caballero, Laura Elisa Vizcaíno et al.) como a los maestros del género (Agustín Monsreal, Guillermo Samperio, Norberto de la Torre), hospitalidad señalada por la prologuista, Lucila Herrera. Agrego otro detalle no menor, que navega a contra corriente del tan cacareado y vilipendiado centralismo: la procedencia regional de los escritores, asentados en los más variados estados de la república literaria, pues se domicilian tanto en Tijuana como en Mérida, en Tabasco como en el Estado de México.
El tiraje de un millar de ejemplares, que espero colme la demanda de los adictos al género en corto tiempo, y la elocuente portada, tan distintiva del sello de Ficticia, me hacen envidiar a los autores seleccionados y azotarme la cabeza contra la pared y maldecir mi desidia, por no haber enviado mi cuento “Vida de la mosca” —véase la entrada del 7 de agosto, “Con el gol en la frente (ii)”—, ilustrado por una horripilante mosca atrapada por la lente de Beatriz Hernández Meza, y protagonizado por este animal esencialmente literario, tan monterroseano, que pulula tan campante entre las prosas de don Augusto, como las prostitutas, las causas perdidas y las sirvientas.* 






José Manuel Ortiz Soto (antólogo), El libro de los seres no imaginarios (Minibichario), fotografías de Enrique Ramírez García, Beatriz Hernández Meza y Alejandro Boneta, prólogo de Lucila Herrera, México, Ficticia, 2012, 93 pp. (Biblioteca de Cuento Contemporáneo)


* Una versión enriquecida de la reseña apareció hoy en la Internacional Microcuentista, gracias a la generosidad de Martín Gardella y Esteban Dublín, sus animadores.

martes, 14 de agosto de 2012

RAÚL RENÁN

La hamaca y el quinqué
 I
La noche nos congrega para hablar de un escritor cuyo signo distintivo es la versatilidad de su ejercicio de la palabra, sus soportes y didáctica. En su dilatada trayectoria, Raúl Renán transitó por los sinuosos caminos de la poesía, los intríngulis de la edición, el borrascoso mar de la novelística y la enseñanza de la escritura, donde quizá alguno de los presentes entre el auditorio o los integrantes de este panel aprendió un secreto o se aferró al honor literario del oficio por su sabiduría.
En el ocaso de este día se versará sobre el poeta, sus trabajos y sus libros. Para ajustarme a la tónica, considero que el tributo mayor que se le puede rendir a un escritor en vida, es la reunión de su obra lírica en un mismo ramillete, por ello celebro que tengamos en un solo manojo la mitad de una vida dedicada a la creación poética, que eso sintetiza el tomo inicial de la Poesía completa del escritor yucateco.
Como una buena porción de los aquí reunidos, hemos asumidos sus enseñanzas, desprendidas de su amena voz o de sus escritos, por esta circunstancia a ninguno le parecerá desconocido el trabajo que emprendió en el transcurso de las últimas décadas, entre 1976 y 1998, periodo que ciñe el volumen referido. Trabajos acuñados por la novedad, el experimento en la forma, la innovación en los recursos y los formatos inusuales.
Renán es un poeta que no se arraigó en el cómodo recinto que le ofrecía el espacio conquistado, ya devengado por las formas domeñadas por su práctica. Su espacio de confort fue y sigue siendo la experimentación, muy patente en Agonía del salmón, Caja de Fósforos o la poesía visual que ejerce. El riesgo, la apuesta, la novedad señalan la trayectoria vital de un escritor que ha ejercido el oficio durante, ¿cuántas décadas, maestro? Quizás unas siete, contando desde el momento en que, a la tenue luz de un quinqué, esa hamaca que lo mecía al atardecer le susurraba sus primeras narraciones. Estos enseres domésticos —el quinqué, la hamaca—, espacios urbanos y corporales —la ciudad, el cuerpo, la infancia y la lengua— rigen el sino de sus afanes creativos.
Raúl finca su poética entre elementos del agua, de la tierra, del aire y del cuerpo. No es un poeta solar, menos aun marino, como podría esperarse por su arraigo a la tierra nativa. Renán es un cantor de la metrópoli que predica ciudanía mientras pulsa la tolerancia de su lira.

II
Un octeto de libros fue asimilado al tomo primero de la Poesía completa, su arco temporal ya fue anunciado, pero no sus estructuras, contenidos y osadías literarias. En la exposición siguiente me centraré en este rasgo; quiero decir, en las innovaciones que distinguen el quehacer poético del maestro, dejando para otro momento su espíritu lúdico y el látigo de la ironía con que satiriza las conductas humanas. Así, basta con sobrevolar por los títulos absorbidos en el volumen de marras para inferir su apuesta por el riesgo, como también sus contenidos latentes. Veámoslos enseguida.
Las composiciones de Lámparas oscuras están ajustadas a las arquitecturas del haikú, japonismo presente en la cultura poética mexicana desde José Juan Tablada, aunque su cultivo suele ser esporádico. En Catulinarias y sáficas, por su parte, se arriesga por la exploración y la reinvención del trabajo lírico, pues el poeta no se entrona en el reino conquistado. El epigrama y otras formas del mundo clásico se rinden a la pluma del escriba para domeñar su expresión. La tercera osadía formal llega con De las queridas cosas, cuyas composiciones hicieron afirmar a Daniel Sada que “El uso del lenguaje popular mexicano adherido a conceptos de retórica española es otra aportación estimable, así como el uso de la perífrasis en los tercetos construida por dos o tres adverbios para dar a la idea un ciclo y una coherencia natural.” Como complemento de los hallazgos señalados por el novelista recién fallecido, agregaría que otra de las innovaciones renanianas consiste en la “rima izquierda”, fundida en otra novedad, el neosoneto, cuyo ejercicio no he vuelto a encontrar en el acervo de los vates mexicanos. Asimismo en Pan de tribulaciones intercala tramas de una prosa con la versificación libre. El protagonista de las prosas recae en el poeta; la temática de su cantar épico se alterna entre adalides medievales (Jorge Manrique, Marqués de Santillana e Íñigo López de Mendoza).
Hasta aquí, Renán ha explorado por el japonismo, el clasicismo y la medievalia, de ahí proceden sus recursos poéticos, condimentados con el léxico callejero, los personajes de la urbe y los modos citadinos que ya estaban presentes desde osadías pretéritas. El siguiente poemario, Los urbanos, se asienta en la metrópoli que se convirtió en la ciudad de adopción del poeta. Se trata de una loa a sus avenidas, los semáforos, la luz resplandeciente que titila en la noche, el zapato viejo yacido a media calle, como la moneda huérfana de dueño. En fin, una elegía a una ciudad por cuyas vías transita “la piara gentilicia”.
En el recuento presuroso de estos cinco libros, quizá se pensaría que la apuesta por la innovación formal podría marchitarse por la rutina de la mera sílaba contada o tónica. Sin embargo, en el siguiente poemario se renueva esa vocación por lo novedoso en su aspecto lingüístico. En el sustantivo de su título, Lausía, pace el hallazgo; si sus poemas en prosa no acusan novedad en estructura, sí dan pie, en cambio, para señalar la habilidad arraigada del poeta por la invención de palabras, por su tendencia a la conjura del neologismo y la recolección de voces populares que se someten a la piedra bautismal en que se ha convertido su poética.
En la vida de infante y su camino de espinas, alumbrados por esa linterna mágica cuya luz irradió la escritura vocacional, se localizan sinópticamente las pretensiones temáticas de Lausía. Además, Lausía sirve de puente levadizo para transitar hacia Los niños de San Sebastián, la estampa novelística que recupera la infancia. Frente al indicio, apunto en un tris que una sustancia considerable de la escritura del poeta procede del sustrato biográfico.
El siguiente libro acogido en el tomo uno, Viajero en sí mismo, séptimo en el orden de publicación, tiene al cuerpo humano como epicentro; de hecho, bien podría leerse como un retrato de cuerpo completo del sujeto lírico. Retrato masculino, detalle nada menor en la tradición poética, que ha olvidado el canto de la masculinidad.
Cierra el volumen Rama de cóleras, un homenaje a la amistad, la vida tertuliar y cuyas dedicatorias nos avisan de sus relaciones vitales con el gremio y la conversación abierta con sus pares.
Nada he mencionado de las virtudes innovadoras o experimentales de Viajero en sí mismo y Rama de cóleras, pero baste señalar, por ahora, que el retrato exterior del cuerpo masculino y el elogio de la tertulia son temas inusuales en el arcoíris de la poesía mexicana vigesímica.

III
Para cerrar el círculo dejo constancia de que la experimentación en Raúl Renán no sólo tiene asiento en sus empresas líricas, también se despliega en sus afanes como editor, editor de libros, editor de colecciones, editor de sus pupilos. Como escritor irredento, la edición de revistas y libros fue una de las primeras tareas que desplegó como oficio de la palabra, así como para llevar el pan y las viandas a la mesa de la familia. Uno de sus libros recoge esta experiencia profesional, de la que nos hemos nutrido quienes nos dedicamos a la fijación de la palabra por los mismos medios.
El trabajo más innovador que encuentro en sus tareas como editor recae en sus empeños por avalar la colección Fósforos, una caja de cerillos que contenía más que el fuego concentrado, la impresión sobre gajos rectangulares de papel la creación poética de sor Juana, Benito Juárez, ciertos próceres de la literatura y la de otros menos emblemáticos.
Como libro objeto, como invención editorial y libro de artista, Fósforos reclama un lugar en la tradición de las artes gráficas por su inventiva, novedad de soporte y representación de autores antiguos y modernos.

IV
En parágrafos anteriores este comentarista se ufanó en señalar las virtudes experimentales del poeta, su ejercicio innovador en las artes gráficas y su generosidad como maestro en la formación de nuevas generaciones, para concluir su participación señala ahora su parecer.
La poesía renaniana se nutre de la vida cotidiana, de los héroes sin gesta, del suceso menor que los enseres atesoran en su rutina doméstica. El juglar adolorido, la sombra, la fuente, la ronda de mujeres, en estos temas sin consagración encuentra sus nutrientes. Temáticas no siempre habituales en la factura de la lírica en el país que lo vio nacer, crecer y consolidarse como uno de los bardos más afables, versátiles y audaces en la república de los poetas vivos.
Concluyo con una definición personal: Raúl Renán es un poeta, un maestro, un escritor clásico contemporáneo.


Raúl Renán, Poesía completa, tomo I, Mérida, cnca-Instituto de Cultura de Yucatán, 2011, 265 pp.

Texto leído durante la presentación de Poesía completa, Casa de Lectura Xavier Villaurrutia, agosto 14, 2012.

sábado, 11 de agosto de 2012

CON EL GOL EN LA FRENTE (III)

TELARAÑA DE PORTERÍA

Cuando desperté, encendí la televisión y el gol ya estaba ahí, entre la telaraña de la portería. 


¡Viva México, cañones!

viernes, 10 de agosto de 2012

DECÁLOGO DE LA NOVELA

DECÁLOGO DEL NOVELISTA INICIADO

Rocío Contreras

Primero.
Piensa en la historia que quieras contar y cómo la quieres hacer (cuantas veces sea necesario). Si en estos pensamientos no hay variaciones, ten por seguro que es ésa la que debes escribir y no otra. Esbózala en tu mente y luego esquematiza las partes que la constituirán según tu cosmos imaginativo (personajes, escenarios, tiempo, lugar, etcétera).

Segundo.
Fíjate como meta: “Contar una historia. Escribir mi novela.” Usa el posesivo mi para referirte a ella, pues es tu propia obra creativa, no la subestimes. Para narrar con autenticidad es necesario tener claras “las formas” que elegiremos para hacerlo.

Tercero.
El novelista es un dios creador de mundos ficticios. Puesto que su creación no es perfecta, dedica más de siete días para acabarla. Aún cuando sabe que no es un ser divino, ayuna y permanece en vigilia toda la noche.

Cuarto.
La historia que vas a contar llega como la enfermedad que no buscaste pero es tuya porque la tienes. Se apropia de ti y la aceptas, aprendes a vivir con ella, a correr los riesgos del tratamiento. Comienza a escribir la hoja en blanco: sólo hasta cuando logres la satisfacción de haber dicho lo que planeaste, descansa.

Quinto.
Ignora todo acto proveniente del mundo exterior, pero no rehúyas a la realidad. Continúa escribiendo aun a pesar de las venturas y desventuras de la vida; si algo fuera de lo que la gente llama realidad sirve para alimentar tu creación, aprovéchalo.

Sexto.
No te auto flageles con críticas anticipadas, menos antes de haber concluido el primer capítulo. La secuencia entre cada uno es la culminación de tu novela. Aprópiate de la voz de tus personajes.
La sencillez del lenguaje disminuye las enmiendas ortográficas.

Séptimo.
Lee mucho y escribe más. La calidad de tu obra no radica en la cantidad de páginas que escribes. Una escritura madura se alcanza en el mismo ejercicio constante. Retroalimenta tu texto con la lectura comentada por otros creadores.

Octavo.
Lo que escribas debe estar bien dicho. No fuerces las palabras, ni con el fin de adornar, ni con el de llenar el último espacio de la página. Usa la imaginación para hacer creíble lo que cuentas. Cada escritor tiene su propio proceso de escritura, respeta el tuyo.

Noveno.
En primer lugar, usa tus ojos de autor para leerte con juicio, no pases desapercibidas las faltas que encuentres. En segundo, los ojos de lector, éstos calibran los elementos que conforman tu obra. La verdadera escritura es la corrección.

Décimo.
Concluye el último capítulo con un final inesperado. Sal de tu cosmos y vuélvete al mundo real apartándote de lo que escribiste. Cuando haya pasado la emoción de haber creado tu propia novela, es tiempo de regresar al texto: lee y relee, una a una, de inicio a fin, cada cuartilla; detalla y cambia las partes faltantes y sobrantes de tu obra. Reescribe hasta quedar complacido.

Fuente: María del Rocío Contreras Cruz, “Decálogo del novelista iniciado”, en “El Viaje”, tesis de licenciatura en Creación Literaria, México, uacm, 2012, ff. 105-107. 


De izquierda a derecha, el sínodo conformado por Adriana Azucena Rodríguez, Armando Alanís, Héctor Carreto y JP. Rocío Contreras, recién examinada, viste de morado.


martes, 7 de agosto de 2012

CON EL GOL EN LA FRENTE (II)

VIDA DE LA MOSCA

Para David Baizabal

Zumbaba y zumbaba, hasta que le dije que dejara de rondar por mi puesto, no vaya a ser que se encontrara aplastada entre las palmas de mi mano. Pero seguía aferrándose la mosca, hasta que le grité encabronado que se alejara. No me hizo caso, entonces preparé el papel untado de cera. Pinche papel, por la fuerza del ventilador nunca estaba en su sitio. Luego ya no la sentí, seguramente andaba revoloteando por los puestos de frutas; al fin me dio reposo, canija mosca. Más tarde volvió. Me dije entre dientes: Hasta aquí llegaste con tu vuelo zumbón. Fui por un matamoscas a la tlapalería, al volver a mi puesto lo reposé sobre el mostrador entre retazos, piernas y la cabeza del chancho descoyuntada por la mañana. Regresó como a las cinco, cuando ya me preparaba para recoger y cerrar la carnicería. La oí planeando sobre el mostrador, luego orbitaba a mi espalda, la muy cabrona midiéndome, pero ya sabía que ésa era la última visita de la pinche mosca. Tener cerca el matamoscas me daba la seguridad del cuchillo bien esmerilado; en sigilo y sin moverme lo tomé y esperé a que navegara de nuevo frente a mí. Cuando lo hizo, de un tajo fulminante la azoté contra las carnes tendidas. Levanté glorioso el matamoscas para limpiarlo, pero no vi nada de ese cuerpo alado entre su tejido plástico. Enseguida planeó nuevamente sobre mi carne. Déjame en paz, le grité, pero mi súplica fue en vano. Ahora vive entre los retazos, arracheras y bistecs que tengo apiñados en el refrigerador. Cuando lo abro para despachar el pedido de un cliente, me aseguro de que sigue ahí, entre los cortes de carne. Ya no me da lata, pero me compré un machete por si acaso.


Aviso: Por el puro gusto, por la felicidad que me concedió el resultado del encuentro entre México y Japón, publico este cuentito, que por las razones desconocidas de su autor no fue enviado para ser incluido en El libro de los seres no imaginarios (Minibichario), México, Ficticia, 2012, compilado por José Manuel Ortiz Soto, de inminente presentación pública.

sábado, 4 de agosto de 2012

CON EL GOL EN LA FRENTE

FUERA DE LUGAR

No me deja escuchar la crónica del partido esta niña llorona, ya le di su mamila, la arrullé en su cama, le acerqué el muñeco de peluche que abraza antes de dormir, y nada, sigue berreando. La llevé a la recámara y mientras la recostaba, los blanquiazules metieron otro gol a la marea verde, gloria y ensueño de mi vida. Todo por atenderla, apenas me descuido, meten gol a mi equipo. Y en la repetición, clarito se ve que el delantero estaba en fuera de lugar. Ese maldito árbitro lo declaró bueno. Y la niña no para en su llanto, ¿qué tendrá? Su madre dejó la leche tibia en los biberones, la ropa preparada, pero no se calla, aunque sigue envuelta en su cobertor. De tardarse más, la llevaré con la vecina, pues en otro descuido perderá el equipo de mis sueños.
Cuando metieron el primero, palpaba su pañal que, aunque estaba seco, olía como a vegetales podridos, ya ni tiempo me dio de rabiar en la repetición de la jugada. Un gol ante mi descuido. En el intermedio fui a buscar a la vecina, toqué a su puerta, pero nadie salió.
El segundo tiempo arranca, la madre no llega, pero la niña sigue en su llanto. Con otra distracción mía, perderemos el partido. ¿Y si la encierro en el cuarto de servicio, arropada, con su peluche y biberón? Al fin la leche sigue tibia.

¡Viva México, cañones!

Nota bene: de puro contento, dado el resultado de la selección tricolor, les obsequio este cuento jíbaro que lleva mi firma en algún lugar. 
En Axolotitlan, mientras caminaba por sus calles para dar con el desayuno, miré a sus gentes poniendo chonguitos y pensando en el resultado del martes.
Enhorabuena, compatriotas. 

viernes, 3 de agosto de 2012

miércoles, 1 de agosto de 2012

EL VIAJE

Primera laurea
La Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) tiene dos modalidades entre sus formas de titulación para la licenciatura en Creación Literaria, una académica y otra literaria. La primera, como tradicionalmente se ofrece en las universidades contemporáneas, involucra un trabajo recepcional con una extensión vicaria de cien cuartillas donde se explora un objeto de estudio, que puede ser, ejemplifico con tres casos gratuitos, “Historia de la nieve en México”, “La mariposa Monarca” o “La vida primigenia en Cuatro Ciénagas”, temáticas tal vez graciosas pero que resultan óptimas para adiestrarse en los intríngulis de la formación universitaria.
La otra modalidad consiste en la factura de una obra literaria, pues ése es uno de sus propósitos educativos, encaminada hacia uno de los géneros que gobierna el canon literario: cuento, novela, poesía, ensayo, drama, o su mixtura, crónica periodística y un etcétera más cuyo límite pone el sustentante, incluido en esa mezcla el microrrelato.
Para esta segunda opción, Rocío Contreras Cruz compuso una novela, “El Viaje”, cuya exposición, réplica y defensa se verificará en el plantel San Lorenzo Tezonco al mediodía del día 9 de agosto. Tuve la fortuna de encontrarme en su viacrucis de formación para, envejeciendo el tiempo, servirle de director académico. Aparte confieso que se trata de mi primera tesis dirigida en la UACM, donde ejerzo como profesor de tiempo completo desde hace unos ocho años, laurea que tiene sólidas posibilidades de transitar por la aprobación académica y la sanción literaria. Otros trabajos recepcionales se encuentran en su órbita de investigación o composición en ésta u aquellas universidades públicas mexicanas. A su aire y tiempo.
Como el ceremonial aún no se verifica, naturalmente que no puedo ofrecer detalles ni valoraciones por el celo profesional a que estoy sujeto, pero sí puedo difundir noticia tanto de la modalidad de titulación como de su realización concreta y práctica en una de las licenciaturas que se ofertan en los campus de la UACM. Asimismo puedo socializar sin cometer indiscreciones que este trabajo recepcional fue emprendido con planeación, disciplina, talento y la vocación de escritora en ciernes que tiene acumulada la experiencia de vida que sus veinte años le pueden rendir, estrato que apunto como necesario pues la naturaleza de la novela obliga a excavar entre el basamento biográfico.
En otro momento comentaré las menudencias de ese rito de iniciación a que obliga la titulación universitaria. Adelanto que el conocimiento del lenguaje de la sustentante, la sensibilidad y el oficio, las herramientas que la disciplina narrativa impone, así como las técnicas además de las competencias que solicita la manufactura de una tesis y el honor literario arraigaron en sus dominios.
Enhorabuena, Rocío, por la inminente conquista de este himalayita.


María del Rocío Contreras Cruz, “El Viaje”, México, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, tesis de licenciatura en Creación Literaria, 2012, 122 ff.