TRECE SUGERENCIAS PARA ESCRITORES
Alonso Cueto
1. La literatura es una cuestión de oído. Lee lo que has escrito en voz alta. Repítelo y corrige los tropiezos del ritmo hasta que “suene bien”. Por “sonar bien” se entiende una relación fluida entre el sonido y el sentido. La literatura, como la música, ocurre en el tiempo. No hay mejor prueba que la voz.
2. La literatura también es una cuestión de mirada. Un escritor debe poder “ver” a sus personajes, gracias a una descripción viva de un detalle físico. Puede cambiar el lente de sus frases para descubrir una luz oculta en sus ojos así como para poder describir el panorama de una plaza o una calle. El lenguaje es un sistema de observación que va graduándose a lo largo de una narración.
3. Parafraseando una frase de Strunk and White, narrar tiene que ver con lo específico, lo particular y lo singular, no con lo abstracto, lo vago y lo general. Estas últimas categorías son de pensadores y científicos, no de escritores. La frase “Acaban de matar a Pedro” es más fuerte que “La muerte de un hombre es una tragedia”. Hay que tratar de ser lo más concreto posible. Si escribes que Lucía se subió a su vehículo, dices muy poco. Si escribes que se subió a su automóvil, dices un poco más. Pero si escribes que se subió a su Peugeot azul, estás definiendo una parte de su vida. En ese sentido, los detalles son el dios de la historia. Cuando Anna Karenina ve llegar a su marido a la estación después de haber caído fulminada de amor por Vronski, Tolstoi nos dice que sus orejas le parecieron demasiado grandes. Sólo así sabemos que ha dejado de amarlo.
4. Todos los hechos de una narración tienen que ser inesperados pero lógicos. Cada nuevo incidente tiene que partir del anterior pero pasar a un estado nuevo. El incidente es una herramienta al servicio de la construcción de un personaje, un objetivo supremo.
5. Decidir cuánto tiempo se le dedica a cada episodio es un asunto de intuición, de acuerdo [con] su grado de importancia y su posición en el relato. La cantidad de información que se procesa a lo largo de una historia debe merecer mayor o menor tiempo, de acuerdo [con] la relevancia que se le quiera dar. En El agente secreto, Joseph Conrad narra en una página el asesinato de Verloc, que ocurre en el instante en el que su esposa le asesta una cuchillada. Por otro lado, un tiempo real largo puede merecer solo una frase: “Pasaron algunos años.” Una novela o un relato es un vehículo temporal que cambia de velocidad constantemente, creando sus propios tiempos.
6. Nunca pienses que escribes para nadie, ni siquiera para un lector imaginario. Escribes para ti mismo. Lo demás son consignas.
7. Es importantísimo conocer a tus personajes como si estuvieran dentro de ti. Debes saber a qué hora les gusta levantarse, qué han soñado, qué toman de desayuno, qué música los hace bailar, cuáles son sus pensamientos ocultos. Sus manías en el vestido, en la forma de comer, sus terrores ocultos, sus frustraciones y anhelos de los cuales ellos mismos pueden no ser conscientes también son parte de la materia prima de un personaje. Esto no significa que necesariamente vas a incluir todos esos detalles en la narración. Pero debes saberlos para conocer bien a los personajes. Toma tiempo conocerlos. Mientras escribes, son más importantes que los amigos y familiares, aunque alguno de éstos pueda haberte inspirado. El personaje termina reflejando un aspecto de la intimidad de un escritor, que lo asume como propio. Lo más importante es entenderlos desde dentro.
8. Busca las historias que más te obsesionen. Escucha con atención las historias que te cuentan. Recuerda las historias de la Biblia o de los cuentos infantiles y trata de adaptarlas a tu vida para contarlas otra vez. Recuerda tus propias historias. Tu infancia es una caverna llena de memorias íntimas, entrañables, desgarradas en las que tienes que internarte. Estamos rodeados de historias. Pero sólo son un punto de partida. Lo importante es lo que hagas con ellas.
9. Mira a la gente a tu alrededor. Los relatos de cada persona están escritos en su ropa, en sus gestos, en sus palabras. Los paraderos, los restaurantes, las colas de los bancos son buenos lugares de observación. No puedes dejar de observar.
10. Lee a los grandes autores pero también a los malos que te gusten y que tengan algo que enseñarte. Una vez que te enseñen algo, trata de olvidarlos. Nunca leas por obligación, siempre por placer. A veces se puede aprender más de un autor que cuenta una historia sin pretensiones artísticas que de un “artista consumado”. Si descubres algunos errores en sus frases o en su historia, imagina lo que habrías hecho en su lugar.
11. Piensa siempre que el crítico literario, salvo casos excepcionales, es sólo un lector más. Sólo hay un puñado de ellos que valen la pena, y lo puedes saber si en sus textos te han dicho algo interesante que no tiene que ver directamente con los libros que te comentan.
12. Escribir es urgente. Una señal de ello es que nadie te pide que escribas. Nunca dejes de escribir. Nunca dejes de pensar en historias. Nunca fantasees con lo que vas a ganar o a perder escribiendo. Ése no es el problema. No hay problema. Escribe todo el tiempo, aun cuando no estés frente a un papel o a una pantalla. Si ya has vivido lo suficiente, busca la soledad y el silencio. No importa lo que digan. Casi todos los otros seres humanos son potenciales enemigos del trabajo de un escritor. Los aliados escasean. Asegúrate de que tu cónyuge sea uno. De lo contrario, sepárate cuanto antes.
13. Nunca olvides que escribir es romper todos los diques: abandonarse, perderse, olvidarse.
Fuente: Alonso Cueto, “Trece sugerencias para escritores”, La piel de un escritor. Contar, leer y escribir historias, Lima, Fondo de Cultura Económica, 2014.