David
Baizabal
El
cazador de jíbaros, el persecutor de sirenas, el examinador de aforismo, es
ahora la presa, el perseguido, el auscultado. En Dinosaurios de papel Javier Perucho se abalanzó sobre las letras
breves desde el ensayo, el ojo histórico y crítico; la fascinación por las
emociones encapsuladas en el microrrelato y no tanto las hipótesis de la teoría
literaria es lo que sustenta el mentado libro. Lo mismo sucede con El cuento jíbaro y Yo no canto, Ulises, cuento, una antología sirenaica que vería más
tarde su secuela en su reciente La música
de las sirenas.
El
antólogo de mujeres sirénidas se convierte en coleccionista de sus propias
historias en Enjambre de historias,
publicado por la unam-cch Naucalpan
en el apenas despedido 2015. Estas historias enjambradas en seis secciones no
son una colección de anécdotas de temática dispersa. Qué noche tan triste, Los derrumbes de la noche, Enjambre de historias,
Lola la parvularia, Pregones I y Pregones
II, son las casillas que guarecen esta colonia de letras.
Enjambre de historias no es un libro de microrrelatos
al uso, incluso, si vemos al microrrelato con los ojos más contemporáneos
dejando atrás la escuela arreoliana y aubiana, podríamos decir que no es un
libro de microrrelatos. Ahora me explico, espero. Hay una sensación de
extrañeza en la lectura de esta opera
prima de Perucho: los textos por sí mismos, es decir, de forma
independiente, aislada, no cuentan mucho, y eso puede desorientar y desencantar
a los lectores asiduos de la microficción contemporánea (es verdad que la
minificción es de por sí contemporánea, pero me refiero a la época más cercana
a nosotros, la que se inaugura una vez consumada la —según se admite en el
círculo académico— época dorada del microrrelato mexicano: Torri, Arreola y
Monterroso). Y es que las historias de este enjambre no son iguales en número a
los textos sino que se desarrollan a lo largo, o a lo corto, de varios de
ellos. Las luces de La feria de
Arreola alumbran esta obra: textos aparentemente autónomos por llevar un título
propio, forjan más de una historia.
Me
parece, por éste y otros motivos que enseguida expondré, que Enjambre de historias se arriesga
positivamente como una propuesta innovadora en la microficción mexicana,
Perucho ha llevado por otros derroteros a las letras mínimas alejándose de los
textos de humor fácil, final sorpresa y organización típica. Puede parecer, por
esto, un libro de ideas repetidas o de textos inacabados, un cuaderno de
trabajo publicado; pero hay que tener en cuenta, y no se me acuse de falaz, que
el autor es conocedor de los mecanismos, tradición e implicaciones de la
brevedad, hay conocimiento de formas, contenidos y organización detrás de estas
aparentes redundancias.
El otro
componente de la propuesta, que también puede resultar incómodo para los ojos
sensibles, es la temática del libro: Ayotzinapa, secuestro, asesinato, sexo.
¿Por qué meterse con la impunidad?, simplemente respondemos ¿por qué no? ¿Acaso
la poesía no ha servido como vehículo de protesta?, ¿y la novela?, ni qué decir
del ensayo. Nadie dijo que las letras mínimas fueran exclusivas del jolgorio,
de la risa, del juego de palabras. Qué
noche tan triste nos recibe con el puño en la nariz: los 43 regresan a la
memoria y nos sacuden, nos remueven de nuestra comodidad. Y algo similar sucede
en Los derrumbes de la noche, donde
la violencia, el secuestro, el odio generado por estos desgarres, hilvanan
historias repartidas en fragmentos de desconsuelo. Cierta impronta de Aub se
percibe en el tono cínico, pero no absurdo, de esta serie; preguntar si es un
crimen matar a su propio secuestrador no es, para nada, una pregunta retórica.
Y qué
hay de Lolita, personaje que
evoluciona según avanzamos en la lectura de este cuento fragmentado; porque eso
es, al final, la serie Lola la
parvularia, un espacio donde dos personajes y su historia erótica se
transforman prescindiendo del cuento canónico. Una novela revisitada en un
cuento conformado de brevedades que, aun si se prefiere, pueden leerse cada uno
por separado.
El
apego por el aforismo tiene su desplante en los Pregones, una colección de textos brevísimos —algunos los llamarán
hiperbreves— imposibles de encasillar en una unidad temática. Sentencias que
delatan los matices predilectos de los géneros breves para Javier Perucho. Y en
este punto es interesante hacer notar la práctica ausencia de sirenas,
paradójico asunto teniendo en cuenta esta fascinación del sirenólogo.
El
punto más flaco quizá sea que la serie que da título al libro albergue menos de
una decena de textos, dejándola un tanto desequilibrada, y esta recreación
intertextual de Lolita que se
aproxima más a la concepción actual de un libro de microrrelatos. Observaciones
nimias que no desmerecen esta nueva apuesta por la brevedad. Ojalá el lector se
anime a esta lectura que lo hará sentir en carne propia las angustias y
fantasías del mundo.
Javier
Perucho, Enjambre de historias,
México, unam-cch Naucalpan, 2015, 75
pp. (Naveluz)