Embajada mexicana
Je ne passe jamais devant un fétiche de
bois, un Bouddha doré,
une idole mexicaine sans me dire: c’est
peut-être le vrai dieu.*
Charles Baudelaire
Soñé que me encontraba en México con una expedición
científica. Tras haber medido una selva virgen, entramos finalmente en un
sistema de cuevas excavado al pie de una montaña en el que, desde los tiempos
de los primeros misioneros, vive hasta hoy una orden cuyos hermanos prosiguen
la catequización de los nativos. En una gruta enorme y con bóveda gótica se
celebraba la misa de acuerdo con un rito muy antiguo. Entramos y vimos el
momento cumbre: el sacerdote alzaba un fetiche mexicano hacia una imagen de
madera de Dios Padre colgada a gran altura en la pared de la cueva. La cabeza
de Dios se movió por tres veces, de derecha a izquierda, en negación.
Obras públicas
Vi en sueños un terreno yermo. Era en Weimar, en la Plaza
del Mercado, donde se hacían las excavaciones. Yo también escarbé algo en la
arena. Entonces descubrí el chapitel de la torre de una iglesia. Muy alegre,
pensé: un templo mexicano de la época del pre-animismo, del anaquivitzli. Me desperté riendo. (Ana = ává; vi = vie; vitz = iglesia
mexicana [!])
* “No paso nunca ante un fetiche de madera, ante un Buda de oro o ante un
ídolo mexicano, sin decirme: Tal vez éste sea el dios verdadero.” [Nota del
traductor.]
Walter Benjamin, “Embajada
mexicana” y
“Obras públicas”, en Calle de dirección única, traducción de Jorge Navarro Pérez,
Madrid, Abada Editores, 2011, pp. 17 y 29, respectivamente.
EDICIÓN NO VENAL