martes, 11 de septiembre de 2012

BENJAMIN Y MÉXICO


Embajada mexicana

Je ne passe jamais devant un fétiche de bois, un Bouddha doré,
une idole mexicaine sans me dire: c’est peut-être le vrai dieu.*
Charles Baudelaire

Soñé que me encontraba en México con una expedición científica. Tras haber medido una selva virgen, entramos finalmente en un sistema de cuevas excavado al pie de una montaña en el que, desde los tiempos de los primeros misioneros, vive hasta hoy una orden cuyos hermanos prosiguen la catequización de los nativos. En una gruta enorme y con bóveda gótica se celebraba la misa de acuerdo con un rito muy antiguo. Entramos y vimos el momento cumbre: el sacerdote alzaba un fetiche mexicano hacia una imagen de madera de Dios Padre colgada a gran altura en la pared de la cueva. La cabeza de Dios se movió por tres veces, de derecha a izquierda, en negación.


Obras públicas
Vi en sueños un terreno yermo. Era en Weimar, en la Plaza del Mercado, donde se hacían las excavaciones. Yo también escarbé algo en la arena. Entonces descubrí el chapitel de la torre de una iglesia. Muy alegre, pensé: un templo mexicano de la época del pre-animismo, del anaquivitzli. Me desperté riendo. (Ana = ává; vi = vie; vitz = iglesia mexicana [!])

* “No paso nunca ante un fetiche de madera, ante un Buda de oro o ante un ídolo mexicano, sin decirme: Tal vez éste sea el dios verdadero.” [Nota del traductor.]


Walter Benjamin, “Embajada mexicana” yObras públicas”, en Calle de dirección única, traducción de Jorge Navarro Pérez, Madrid, Abada Editores, 2011, pp. 17 y 29, respectivamente.

EDICIÓN NO VENAL