Para acallar mis pupilas y sentidos
gustativos, demandantes de alimentos ricos en especies, fuimos a comer una
parrillada a una casona donde las preparan al modo chileno. Al arribar al
comedero apenas había un par de parroquianos, así que el mesero nos atendió “al
tiro”, cuyo equivalente mexicano es “en caliente”. Más tarde llegó con una
hornilla alimentada por carbón hirviente en cuya sartén había dispuesto carnes
de res, pollo y cerdo circundadas por unas monumentales papas, bañadas por los
jugos naturales de la cocción. Como el hambre era mucha —aquí se come a las 13
hrs., por lo que debo desayunar a la mañana temprano con ligereza—, arramblé
con una tira de carne roja, luego un chorizo, poquito más tarde un trozo
mediano de costilla ahumada, condimentadas con una justa porción de papa, una
salsa picante que me supo a la conquista de la gloria por su semejanza con el chile
chipotle y lo que en Axolotitlan se llama pico de gallo: cebolla, jitomate y
especias.
Como buen Macario que soy, no tuve ninguna
contención en la ingesta hasta que me acordé que una hora más tarde iniciaría
la siguiente sesión del seminario, por lo que a mi pesar dejé de comer esas
exquisiteces. No hubo postres, apenas café, pues el tiempo nos apremiaba. A
David y a mí, por la clase; a Romy, por la vuelta al trabajo. Salimos al paso,
sin prisas ni escalas, en dirección a la facultad de Humanidades y Artes, muy
cerca del restaurant, aunque en Concepción todo queda cerca por las dimensiones
de la ciudad. A excepción de una ocasión, todo su perímetro lo he transitado a
pie.
La sesión marchó, a pesar de la hora —15 hrs.—
y la ingesta desmedida de cárnicos. A la clase poco a poco se agregan nuevos
alumnos, ayer se sumaron dos más al inicio de la sesión. El tema de la
escritura potencial para el día fue “Violencia intrafamiliar”. Expongo uno de los ejercicios con su autorización:
CLARA
Iván Tapia Saavedra
Fue durante la cena de la segunda noche, que
Pedro sospechó algo incierto en la mirada de Clara.
—¿Te sientes bien? —le preguntó.
—Quiero proponerte algo —contestó ella
tímidamente.
—Tú dirás.
—Es una sorpresa.
—La proposición de una sorpresa ¡vaya!, me
gusta, acepto.
—No sé si te guste —le confesó ella.
—Bueno, de eso se tratan las sorpresas, ¿no?
Subieron en el ascensor, recreando escenas
indecentes. Una vez arriba, cerraron la puerta y bebieron un licor que a Pedro le
pareció amargo pero que aun así terminó. Se recostó esperando a la mujer, que
había entrado al baño.
—Salgo enseguida —gritó ella desde adentro.
—Muy bien, te espero —respondió él,
entusiasmado.
Apoyó su cabeza en la almohada y no tardó en
quedarse dormido. Soñó que estaba en el paraíso rodeado de ninfas que
acicalaban sus cabellos. Cuando despertó ya era de día. No había nadie a su
lado. Sólo los vestigios de una noche de euforia desparramados a su alrededor. Intentó
ponerse de pie. No pudo. Los látigos todavía lo sujetaban a la cama.
Más tarde devolveré los ejercicios de ayer con
las debidas observaciones. Plantearé hoy, ayudado por el cuento “La última
sirena”, de Diego Muñoz Valenzuela, y la grabación en audio de “Ejemplo de la
sirena renegada que desobedeció a sus padres”, de Tomás Espinoza Laguna, las
fronteras genéricas —la fábula, no vista ayer, pues el tiempo me rebasó
explicando y ejemplificando las del aforismo y las del poema en prosa—, los
conceptos de corpus, canon, autores y las características intrínsecas del
microrrelato, además de la singular poética de la lectura que desata al momento
de la lectura.
Me alegra que los estudiantes se suelten, ganen
confianza y participen en la marcha de la sesión, pues la animan al darme
muestras de sus saberes y complejizan al exponer sus dudas. Ayer noté mayor intervención
suya. Sin embargo, también los aliento a participar, o les preguntó
directamente, apelándolos por su nombre, haciendo caso omiso a lo que me han
dicho de los estudiantes chilenos, que son de por sí tímidos, también los
mexicanos, pero eso no se los he participado.
Tal como lo preví, la clase marchó a buen
puerto, considerando que se agregaron dos chicos más, que varios estudiantes leyeron
hasta tres ejercicios narrativos y el impacto que causaron en la audiencia. Confieso
un pecadillo: la clase terminó antes del tiempo estipulado. Pienso reponerlo.
El tema de la escritura de mañana viernes:
“Lolitas”. Por azares de la causalidad, también así les llaman aquí a las
nínfulas nabokovianas.