Santiago Sierra Méndez
Apenas llegado el paquete fui a recogerlo a mi domicilio postal. El editor, Carlomagno Sol, me avisó desde Xalapa, que venían en camino unos ejemplares. Mi sorpresa fue harta al abrirlo, pues el volumen que contiene mi ensayo, Textos marginados y escritores raros mexicanos, siglo xix (Universitas Castellae, 2012), fue impreso en Valladolid (España) el año pasado.
Textos marginados y escritores raros mexicanos, siglo xix recoge nueve ensayos centrados en la palinodia de los escritores raros que florecieron en siglos anteriores, particularmente en la colonia, la independencia y el porfiriato. Dos estudiosos se encargan de rescatar la obra de un par de escritoras olvidadas: Soledad Manero de Ferrer y Francisca Betanzo, otra de mis sorpresas, más el estudio que se encarga de la sor Juana bocetada por Amado Nervo.
En “Santiago Sierra, ese raro, indocumentado y desconocido”, trato de rescatar las tareas que desempeñó en la república, su figura, obra e historia de un escritor decimonónico muerto prematuramente en un duelo a muerte, tal como se estilaba en el antiguo romanticismo, aunque muerto en defensa y promulgación de sus ideas liberales. Dos apéndices acompañan este rescate, en el primero se hace un levantamiento de sus empeños como tipógrafo; el segundo, el retrato de don Santiago, una estampa desconocida encontrada en una revista de la época.
En palabras del prologuista, “Javier Perucho ilustra fehacientemente lo que debe entenderse por un habitante de las letras raro y olvidado. Una de las contribuciones de su artículo consiste en el planteamiento de un cierto tipo de escritor raro cuya rareza coincide con la de otros escritores olvidados […] Sin embargo el caso de Santiago Sierra Méndez destaca por su callada gran trayectoria de editor. El olvido y la sombra que lo cobijan atestiguan su rareza.”
En el íncipit del ensayo de marras, apunto que “Aceptada la naturaleza de la literatura y su ecosistema, los escritores extravagantes se encuentran en un limbo documental, pero ésa ha sido siempre su condición. Veamos si no. Sucede que habitualmente o nadie sabe de ellos o sólo un grupo numerario tiene noticia de su existencia y legado bibliográfico. Para esos fanáticos son objeto de codicia, atesoramiento y un culto que se manifiesta en reverencias, elogios desmedidos y en la edificación de un nicho donde encienden sus veladoras al santo rebelde. Dichos fanáticos en repetidas ocasiones fueron compinches en las andanzas del escribidor, por ese convivio esparcen anécdotas de la vida bohemia, esbozan su retrato, modos de trabajo, manías, carácter y temple artístico; bocetan la novela familiar del artista desconocido y atesoran inéditos en audio, visuales o documentales para la posteridad negada. Eso acontece cuando se dispone de una noticia fidedigna del escritor que no fue inventariado en las antologías genéricas, las historias de la literatura y los censos académicamente elaborados.
”El siguiente trío sirve para ilustrar el aserto anterior. Efrén Hernández, Xavier Vargas Pardo o Pedro F. Miret son los casos ejemplares del siglo xx mexicano por su rareza atípica y el consenso en torno a su escritura extraña, además de ubicarse en el epicentro de un objeto de culto. Tienen un club de fans, sus obras se trasiegan con devoción, son leídos no en medio de la catacumba, pero sí en silencio devoto, casi en secreto.”
JP, “Santiago Sierra, ese raro, indocumentado y desconocido”, en Carlomagno Sol (ed.), Textos marginados y escritores raros mexicanos, siglo xix, Valladolid, Universitas Castellae, 2012, pp. 101-112.