martes, 2 de febrero de 2010

EL NIÑO DE LA RESORTERA



El niño de la resortera
Una veintena de crónicas fueron apiladas sagazmente en este volumen por Gustavo Ogarrio, escritor y académico residente en Morelia con estancias intermitentes en la ciudad de México, quien se acercó gentilmente a cada uno de los autores hace un par de años para invitarlos a participar en un proyecto que entonces se antojaba improbable. Para darle forma también tuvo la justa idea de invitar a ilustradores y fotógrafos que animaron con sus imágenes la arquitectura interior de un libro cuya portada es digna de encomio. Pertenece a Tania Gomezdaza y fue captada con su lente fotográfica mientras registraba las batallas cívicas en el frente oaxaqueño de la APPO. El niño de la resortera, embozado, apunta y estira su arma paleolítica en medio de las barricadas desastradas, contra los defensores de un sistema que tiene en su haber muertes sangrientas aún impunes.
Apenas hojear el libro, salta a la vista la novedosa nómina de cultivadores del género en nuestro país, o al menos de dos regiones, donde incluye a varios defeños: Mario Cruz, Luis Tovar, Jezreel Salazar, Gonzalo Soltero, Eve Gil, Magali Tercero, Sergio Mondragón; a un ramillete de extranjeros: Yanna Hadatty Mora, Margaret Randall, Manuel Quintáns López, Jorge Vargas Bohórquez, Francesca Gargallo; y a un puñado de michoacanos: Raúl Mejía, Gustavo Ogarrio, Víctor Ardura, Carlos F. Márquez, Antonio Monter Rodríguez y Víctor Rodríguez Méndez. La riqueza temática, generacional, estilística y estructural de la compilación es otro acierto, pues lo mismo se cronican tópicos como la frontera, los viajes interiores, que Europa, los bajos fondos y sus lupanares, o se compulsa la desaparición de los antiguos barrios urbanos, la lucha libre, las idiosincrasias locales y la provincia michoacana. Dos crónicas brincan al sobrevolar el índice: los de Randall y Mondragón, quienes narran y ofrecen un testimonio de primera mano sobre la aparición en los años sesenta de una revista capital de la década florida: El Corno Emplumado.
Narrar el instante. Una antología improbable: políticas y poéticas de la crónica, aunque no fuera su propósito de realización, a mediano plazo será un libro indispensable y complementario a Días de guardar, ya que luego del florilegio de Carlos Monsiváis no se había emprendido otra actualización del género y sus adeptos en nuestro país. Menos aun, alguna antología donde comulgaran gentes de tan diversas regiones, formaciones, géneros e industrias. A manera de plus, añado que Gustavo Ogarrio es un cronista ejercitado y premiado, atributos que garantizan un ejercicio profesional. Por tales consideraciones, la crónica en México, al finalizar la primera década del siglo XXI, tiene en Narrar el instante… a un portavoz fidedigno. Sobre todo ahora que la crónica ha sido desplazada parcialmente de los diarios, su soporte natural de exposición en las dos últimas centurias, por esas formas artificiales e ideologizadas como son los artículos de fondo y opinión.

De “El sufragio de Ulises”, una “crónica casi periodística” de este bloguero, ahí seleccionada, pertenece el siguiente fragmento:

”LOS PRIMEROS PIONEROS
”Han vivido allá, en las márgenes del río, desde antes de que se firmara el tratado de Guadalupe Hidalgo. Están ahí desde las primeras décadas de la colonia. Son los habitantes originarios de las tierras fronterizas. Pioneros en domeñar los agrestes confines de la patria. Por los asentamientos humanos de origen hispánico que todavía se extienden de California a Florida, conformaron la base misma de la fundación de Estados Unidos.
”Esos mexicanos en la Unión Americana en la actualidad son una presencia inocultable, una “hispanidad norteamericana anterior a [la sola idea de] Estados Unidos”, afirma Carlos Fuentes en “Mexicanos en EE UU: la reconquista silenciosa”, y que apostillo entre corchetes.
”Al arrebatar el imperio la mitad de sus territorios a una república en ciernes, los mexicanos permanecieron en aquellas lejanas tierras, no sin sobresaltos, es cierto. Sobrevivieron al despojo, al desprecio y la humillación del anglosajón, al abandono de sus gobernantes, a la desidia de las instituciones.
”Por las refriegas y contiendas de la revolución mexicana, una nueva ola migratoria de compatriotas tuvo como destino inmediato los territorios circunvecinos al norte mexicano; y los estados sureños fueron convertidos en santuario por los revolucionarios, y Vía de escape y tránsito por los refugiados que huían de la leva, los acosos y las incursiones militares de los bandos en pugna. Se asentaron, entonces, al otro lado de la línea fronteriza, en una geografía y un espacio que en otro tiempo les había pertenecido.
”La segunda conflagración mundial fue otro de los imanes que succionó a cientos de miles de trabajadores mexicanos para laborar para la economía de guerra estadounidense, reemplazando a los hijos del tío Sam que luchaban en los frentes de guerra, en los que también nuestros compatriotas se enrolaron, combatieron y derramaron sangre por sangre, luchando codo a codo con los otros milicianos aliados a nombre de la patria de las siglas.
”Ésos fueron, grosso modo, algunos de los principales factores de atracción que persuadieron a los migrantes mexicanos, sumados a la miseria y la estulticia del gobernante en turno, hasta la década de los años sesenta.
”Los respectivos factores de expulsión que le corresponden al antiguo régimen, a la blanda dictadura del priato, remiten principalmente a sus ficciones políticas: la bonanza petrolera, la apertura democrática, el ingreso al primer mundo… Los de la transición todavía están por verse, aunque ya se prefiguran sus líneas argumentales, que siguen aplicadamente los esbozados arriba, aunque se ha añadido el supuesto de la heroicidad de los “paisanos”.
”Así, la suma de esas atracciones y expulsiones dio origen a un conglomerado humano que asciende a la extraordinaria demografía de entre nueve y veinte millones de mexicanos asentados en territorio estadounidense, arraigados ya no sólo en los estados tradicionalmente receptores (California, Texas, Arizona), sino transplantados en los más distantes (Connecticut, Nueva York, Illinois) e incluso han llegado a Canadá (Vancouver, Ancorage). Diáspora que proporciona, hoy en día, a las arcas nacionales la SEGUNDA fuente de divisas; la primera proviene de los recursos del petróleo, y la tercera, de la derrama monetaria del turismo.
”Esa demografía y fuentes de riqueza nacionales no encuentran su correlato en la respectiva igualdad jurídica y política. Ningún conciudadano residente en el extranjero en Estados Unidos, Oceanía, África o ya en Europa, tiene hasta ahora derecho al voto y a la representación política en su patria nativa; es decir, a sufragar y a ser votado, a pesar de ser derechos consagrados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, plasmados en los artículos correlativos 35 y 36, pero no realizados formalmente en su práctica cívica. Ésos son dos de los principales derechos conculcados desde que el primer migrante mexicano andando cruzó la frontera en busca de sustento.”


Gustavo Ogarrio (comp.), Narrar el instante. Una antología improbable: políticas y poéticas de la crónica, Morelia, Ediciones Eón-Secretaría de Cultura de Michoacán, 2009, 263 pp. (Letra Hechizada)