En la región zapoteca de la sierra de Juárez, a los fotógrafos les dicen los copiadores por una creencia vernácula de que copian el alma del hombre con sus cámaras, de ahí que los pobladores nativos no accedan fácilmente a ser retratados. Lo sé por mi padre, zapoteco de Xaltianguis, de oficio fotógrafo de eventos sociales, a quien sus paisanos apodaban El Copiador.
Omar Meneses pertenece a esa tribu de bárbaros ilustrados que recorre los confines con unos armatostes celosamente guardados en sus mochilas copiando los avatares de sus congéneres, arropado con un chaleco de los mil bolsillos y unos zapatones camineros, al aire su cabellera medusina; es uno de ellos por su temperamento, sentido del riesgo, mirada y formación de arquitecto. Basta hojear sus estampas para constatar su oficio por las figuras, los claroscuros y la trama: las anécdotas que alojan pertenecen a unas historias de las que apenas conocemos un mínimo antecedente, el fragmento de un acontecimiento, que en el ejercicio fotográfico de Omar refieren un conflicto (las guerras en Centroamérica y en Chiapas), una infancia recuperada, la tradición de las artes escénicas populares o cultas, la galante vida nocturna, el juego de los espejos reverberantes, la urbe en su impasible expresión de la fe o la vida cotidiana, donde la comilona entre albañiles luce apostolada. Naturalmente, también aluden a las preocupaciones sociales del fotoperiodista nacido en Cuautla, Morelos, en 1961, por cuya trayectoria profesional parcialmente estampada en los siguientes folios, inferimos que ha bregado por las secciones policiaca, cultural o metrópoli, y como enviado especial en los conflictos del sureste mexicano, así como en los de Nicaragua y El Salvador para diarios y revistas nacionales.
A los rubros que se apuntan arriba, debo agregar que el desnudo femenino, el paisaje y el retrato son otras de las constantes que convierten el quehacer fotográfico de Omar en una suerte de relato visual, donde el escenario, el héroe, el desenlace o la ruptura, a veces tragedia, apañan su asiento apenas lo avistamos. Para constatar mi afirmación véase, por ejemplo, de las imágenes compiladas en Historia y vida, el libro que soportan éstas sus manos, las fotografías del derrumbe, el semicírculo de niñas en Tlayacapan, los guerrilleros en asedio o la del último caudillo. Cada una de tales imágenes fijas fue capturada en medio de su transcurrir, casi siempre en el clímax de su desarrollo. Incluso las fotos del desolado campo mexicano, a pesar de su abnegada tristeza, laten por su quietud acaso debido a los ausentes, presumiblemente cosechadores en los campos agrícolas del Norte. Ahí, el conflicto encalla en el éxodo.
En la casa derrengada, el escenario, los personajes y la tragedia yacen a primera vista, no así el conflicto; la imagen de los infantes tomados de la mano, que tienen como trasfondo un farallón montañoso típicamente morelense, podría tratarse de un paisaje idílico si no fuese porque se desprende de un mero carnaval efímero; el entrenamiento de los partisanos convoca a otros protagonistas, a otro conflicto, a una alternativa política hoy devaluada, aunque los elementos del relato no dejan de apuntarse, al igual que en el registro de la silueta cardenista en medio de una algarabía multitudinaria, reflejo de otros entusiasmos. Aunque impera en sus fotos una violencia latente, natural o social, celebro que el copiador gráfico de las causas pasadas no haya agregado sus registros sobre el narcotráfico o la agresión citadina, hoy que el país padece la peor sangría de su historia, motivo cierto de otro volumen para un tiempo futuro, pues el presente no se ajusta ni para la celebración ni para la añoranza; sí, en cambio, para la documentación realista.
En sus fotografías, Omar Meneses logró calcar el alma de los acontecimientos suscitados hace unas décadas para mantenerlos en la memoria colectiva, porque —así quiero pensarlo— a las nuevas generaciones dichas tramas sociales pueden resultarles desconocidas.
Historia y vida, volumen que inaugura la colección fotográfica Ojo de Venado, puede contar a sus lectores ciertas historias de los héroes minúsculos o los ciudadanos anónimos que protagonizaron aquellos relatos y que transitan por las siguientes páginas.
Texto de presentación del libro Historia y vida, de Omar Meneses, de próxima —y ojalá pronta— aparición. La imagen ilustra su portada.
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