Nuestro camino es la ceniza, Javier, hacia allá vamos, hacia la ceniza —eso me dijo la última vez que lo vi, entre
bromas, chismes y actualizaciones de nuestra amistad, luego de terminar su
lectura en la Feria del Libro del Zócalo, hace un par de años—. De ese entonces
procede la foto, arropado entre sus amigos, que flanqueaban su predicamento literario. Cuando
me despedí del maestro, seguía entre sus cuates, fans y público que se acercaba
a pedirle una firma.
Conmigo fue generoso, benevolente y muy paciente. Ahora que ya no está más en esta vida que es un bazar de asombros,
le rindo pleitesía a su voz, escritura, valentía, diplomacia y aliento a los
novísimos escritores que se le acercaron a pedir consejo.
Maestro, buen retorno a la ceniza.
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