Hacia una arqueología de la vidita literaria
Por los
buenos oficios y la gentileza de Homero Quezada, recupero un ejemplar de una antigua
revista literaria que nació para fenecer en el segundo número, Raíz de
Tinta, donde nos aplicábamos como amanuenses, negros y paleros del señor
director. A cuatro manos, Homero y yo realizamos la siguiente entrevista con el
poeta nayarita en su domicilio de la colonia San Miguel Chapultepec.
Afortunadamente, el archivo digital también fue rescatado por mi compadre
Homero. Espero hacerlo público muy pronto, pues la voz marinera de don Alí,
entreverada de whisky, pondera en severidad su mundo; el tín tín de los vasos,
el glú glú de los tragos, inmensas risas ebrias y el entrechocar de los hielos
se registra en la cinta de audio, ¡ah, los noventa! Pura arqueología de la vida
cotidiana en la vida del poeta y los afanes de los aprendices, escritores
fantasmas entonces, para llevar un taco a la mesa.
La hacemos pública por dos sencillas
razones: a) como rescate documental, ya
que no se conoce, pues no es usual encontrarla en la bibliohemerografía chumacereana
y porque en su momento pasó desapercibida; sin embargo, un libro peregrino, que
recoge testimonios del maestro, usurpó el título de la entrevista; b) en mi carrera como periodista
cultural, la considero uno de mis primeros trabajos profesionales. Hubo otros,
pero nada tan memorable como el presente.
Homero
Quezada y Javier Díaz Perucho, “El brillo del silencio. Entrevista con Alí
Chumacero”, en Raíz de Tinta. Revista de
Literatura, México, año 1, núm. 1, mayo, 1993, pp. 16-23. Fotografías de Jorge Lépez.
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