sábado, 18 de abril de 2015

EL REY DEL ESCUPITAJO

DECÁLOGO DEL AFORISMO


Leonardo Rosenberg

Entendemos el aforismo como una anoréxica narrativa filosófica en clave de telegrama, escrita desde la urgencia de quien está sujeto con una mano de un trapecio y una abeja dándole vueltas.

1. El aforismo es por naturaleza breve. Por temperamento irónico. Por oficio provocador. Moralmente incorrecto. Lúdicamente descortés. Irreverente y burlón ante las buenas costumbres.
2. Describe al aforismo la concisión como principio. Como medio la estética en el lenguaje. La crítica como fin.
3. Irreconciliable y mordaz con toda manifestación cultural preconcebida, mejor aun podremos definir al aforismo por lo que no es: no es refrán, adagio, proverbio, dicho, máxima o frase célebre. El aforismo es incompatible con la sabiduría popular y el sentido común. La ruptura es su mayor aliciente.
4. El aforismo se escribe sin ambigüedades, no rehúye la interpretación, pero ha de propiciar una confusión beligerante.
5. El aforismo elige escrupulosamente, una a una, cada palabra y profundiza en ellas esculpiéndolas incisivas como agujas oxidadas.
6. Coquetea el aforismo con la retórica sin exacerbarla. Explota con premeditación los significados, menos de las veces espontáneamente, jamás con arrepentimiento, siempre transgrediendo e irritando maliciosamente.
7. Más que la experiencia como condición, el aforismo demanda la lectura incansable, pieza por pieza y sin miramientos, de la gramática de la vida puesta a juicio entre medio de un juego irreverente de espejos que la exhiben con todos sus falsos gestos, patologías y delirios.
8. El aforismo no odia, descalifica. No culpa, enjuicia. No es pesimista, duda. No abandona la realidad, la destierra. Más que preguntar, busca incansablemente. Antes de responder, discurre. El aforismo es conciencia, como la más digna de las libertades.
9. Con humor subversivo y didáctica blasfema, en el aforismo se expresa todo y todo lo contrario.
10. Un buen escritor de aforismos debe en legítima defensa, dudar hasta de sus propias dudas. Pensar con imprudencia. Contradecirse sin vergüenza hasta aniquilarse a sí mismo. Divertirse ingeniosamente con el lenguaje, entrecruzando desmesuradamente imágenes y adjetivos. Hablar de lo que le venga en gana. Generalizar a riesgo de insensatez, pero seguro que en algún sitio, con eficaz puntería.

Creador de significados que seducen sin camuflaje, el escritor de aforismos se erige sobre las cenizas de la obviedad, proclamándose sin modestia en el mundo de las letras como el rey del escupitajo.


Otras lecturas, otros mandamientos: Leonardo Rosenberg, Sentencias y disidencias, México, edición de autor, 1986, 63 pp.
Nota bene: texto inédito que se publica por primera vez aquí.

1 comentario:

Armando Alanís dijo...

Excelente decálogo: estimulante, a contracorriente, imaginativo y mordaz.