DECÁLOGO DEL AFORISMO
Leonardo
Rosenberg
Entendemos
el aforismo como una anoréxica narrativa filosófica en clave de telegrama,
escrita desde la urgencia de quien está sujeto con una mano de un trapecio y
una abeja dándole vueltas.
1. El
aforismo es por naturaleza breve. Por temperamento irónico. Por oficio
provocador. Moralmente incorrecto. Lúdicamente descortés. Irreverente y burlón
ante las buenas costumbres.
2.
Describe al aforismo la concisión como principio. Como medio la estética en el
lenguaje. La crítica como fin.
3.
Irreconciliable y mordaz con toda manifestación cultural preconcebida, mejor aun
podremos definir al aforismo por lo que no es: no es refrán, adagio, proverbio,
dicho, máxima o frase célebre. El aforismo es incompatible con la sabiduría
popular y el sentido común. La ruptura es su mayor aliciente.
4. El
aforismo se escribe sin ambigüedades, no rehúye la interpretación, pero ha de
propiciar una confusión beligerante.
5. El
aforismo elige escrupulosamente, una a una, cada palabra y profundiza en ellas
esculpiéndolas incisivas como agujas oxidadas.
6.
Coquetea el aforismo con la retórica sin exacerbarla. Explota con premeditación
los significados, menos de las veces espontáneamente, jamás con
arrepentimiento, siempre transgrediendo e irritando maliciosamente.
7. Más
que la experiencia como condición, el aforismo demanda la lectura incansable,
pieza por pieza y sin miramientos, de la gramática de la vida puesta a juicio
entre medio de un juego irreverente de espejos que la exhiben con todos sus
falsos gestos, patologías y delirios.
8. El
aforismo no odia, descalifica. No culpa, enjuicia. No es pesimista, duda. No
abandona la realidad, la destierra. Más que preguntar, busca incansablemente.
Antes de responder, discurre. El aforismo es conciencia, como la más digna de
las libertades.
9. Con
humor subversivo y didáctica blasfema, en el aforismo se expresa todo y todo lo
contrario.
10. Un
buen escritor de aforismos debe en legítima defensa, dudar hasta de sus propias
dudas. Pensar con imprudencia. Contradecirse sin vergüenza hasta aniquilarse a
sí mismo. Divertirse ingeniosamente con el lenguaje, entrecruzando
desmesuradamente imágenes y adjetivos. Hablar de lo que le venga en gana.
Generalizar a riesgo de insensatez, pero seguro que en algún sitio, con eficaz
puntería.
Creador
de significados que seducen sin camuflaje, el escritor de aforismos se erige
sobre las cenizas de la obviedad, proclamándose sin modestia en el mundo de las
letras como el rey del escupitajo.
Otras lecturas, otros mandamientos: Leonardo Rosenberg, Sentencias y disidencias, México, edición de autor, 1986, 63 pp.
Nota bene: texto inédito que se publica por primera vez
aquí.
1 comentario:
Excelente decálogo: estimulante, a contracorriente, imaginativo y mordaz.
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