miércoles, 14 de noviembre de 2012

COLUMNA INVITADA


IMPRESIONES GENERALES DE BERLÍN

Lauro Zavala
Visité Berlín durante el mes de noviembre de 2012 con motivo de participar en el Séptimo Simposio Internacional de Minificción, convocado por el Instituto Iberoamericano y con el apoyo de las universidades de Humboldt, Potsdam y Barcelona.
En el centro del circuito turístico se encuentra la Universidad Humboldt, de donde han surgido más de 20 premios Nobel. Entre ellos, algunos son tan famosos como el mismo Albert Einstein, además de Robert Oppenheimer, Erwin Schrödinger y Werner Heisenberg. Fue aquí donde tuve el privilegio de presentar, durante la inauguración del Simposio Internacional, un modelo teórico para el estudio de la minificción, el género más reciente de la historia literaria.
Lo que distingue a este género de otros es su combinación de elementos literarios con formatos ajenos a la literatura, además de su carácter lúdico, irónico y fuertemente intertextual. Los avances en la teoría de la minificción literaria empiezan a ser empleados en el estudio de la minificción gráfica y audiovisual, como en el llamado nanometraje.
Imagino el momento en el que la teoría y la historia de la minificción sean estudiadas de manera obligatoria en los programas de letras de todo el mundo. Y es digno de ser notado que se trata de un género que se ha desarrollado casi exclusivamente en lengua española, lo cual propicia que se esté produciendo, por primera vez, una teoría literaria en esta lengua.
La ciudad de Berlín es muy bella. Pero lo que más me llamó la atención durante mi breve estancia es que no encontré la cultura alemana por ningún lado. Me refiero a que uno esperaría encontrar a los grandes filósofos, los grandes músicos, los grandes artistas y los grandes cineastas en los museos, las librerías, los circuitos culturales y los mismos nombres de las calles. Pero hay que buscarlos de manera especial.
En Berlín, en cambio, todo el circuito turístico de museos está dedicado a dos grandes temas, no muy atractivos: la terrible historia reciente (el Holocausto y el Muro de Berlín) y la arqueología alemana, ligada al saqueo europeo de las culturas antiguas (en este caso, de Persia, Pérgamo, Egipto y Babilonia).


Esta situación es muy distinta de lo que uno encuentra al visitar París, Madrid, Londres, Washington o Moscú. En todas estas ciudades, el visitante de los museos y los centros culturales, las librerías y las bibliotecas (desde que se llega al aeropuerto) se encuentra la cultura del país anfitrión: los trabajos de los grandes filósofos y escritores están accesibles en traducciones a varios idiomas. Y en estos países, las películas nacionales están subtituladas en varios idiomas, o por lo menos al inglés.
Al visitar Berlín uno se pregunta si la ausencia de un orgullo alemán se debe, precisamente, al abrumador peso que tiene la historia reciente. El visitante se siente abrumado por los museos de sitio sobre los campos de concentración, los cuarteles de la anterior policía comunista (Stasi), los restos del muro y la milenaria diáspora de los judíos, esta última presentada en un enorme museo de cuatro pisos, equipado con la tecnología más moderna.
Incluso los museos para niños están dedicados a los Derechos de los Niños. Y la misma sala de cine que está en Potsdamer Platz, el centro cultural de la ciudad, a un lado del Museo del Cine, exhibe exclusivamente películas estadounidenses. En ningún lugar de Berlín se pueden encontrar películas alemanas subtituladas al inglés (o a cualquier otro idioma). Es como si a los alemanes no les interesara mostrar al resto del mundo lo que hacen bien, o lo que han hecho bien durante varios siglos.
Este hecho es inescapable. El circuito de museos que está en el centro de Berlín está formado por el memorial del Holocausto, el Museo de la Historia Alemana, el memorial de los Gitanos Perseguidos, el Museo Kollwitz en Memoria de Todos los Perseguidos de la Historia, y así sucesivamente. A pocas calles del centro está el Museo Ana Frank, además de los restos del Muro de Berlín (derruido en 1989), que aisló al sector occidental durante 28 años (desde 1961), y cuyas huellas están convertidas en sitios turísticos, como Checkpoint Charlie, el Brandenburg Tör y la misma Potdamer Platz.
Esta presencia abrumadora de la historia reciente provoca que la gran tradición cultural alemana esté arrinconada en las librerías especializadas. Sólo el museo judío recuerda, de pasada, a Heine, Spinoza y Benjamin. Pero es necesario ir a la sección de filosofía de la librería Dussmann, en FriedrichStrasse, para encontrar un pequeño espacio, en una esquina del cuarto piso, con los libros de Heidegger, Kant, Schopenhauer, Kant, Leibniz y Hegel. Pero sólo en alemán. Y no encontré ninguna edición anotada. Es necesario visitar las librerías de Estados Unidos para encontrar (en edición bilingüe) las obras completas de Kant, Wittgenstein o Marx en ediciones abundantemente anotadas, así como las introducciones al pensamiento de los filósofos europeos o el monumental y sorprendente Kant Dictionary de casi 600 páginas. ¿Por qué los alemanes no han hecho algo así con sus propios filósofos?, ¿deben hacerlo los extranjeros?
Supongo que la presencia del pasado reciente es una manera de prevenir la comisión de los mismos errores, a través de la preservación de la memoria histórica.


El otro gran tema de los museos, que ocupa la llamada Museum Insel (la Isla de los Museos), en el centro de Berlín, entre el Puente de Brandenburgo y Potsdamer Platz, es el orgullo por la arqueología alemana. Ésta es la arqueología que creó los mitos sobre las culturas antiguas de la región que hoy ocupa Irán, al este de la región de Israel-Palestina.
El museo más visitado de Berlín es el dedicado al monumental Altar de Pérgamo (lugar que estaba a pocos kilómetros de la antigua Babilonia). Se trata de una serie de esculturas en bajorrelieve que adornaban el mercado de Pérgamo en 186 a.C.
En las siguientes salas de este museo se encuentran los espectaculares frisos de cerámica de la antigua Persia, transportados y reconstruidos pieza por pieza, así como versiones originales de la esfinge, y otros monolitos antiguos.
El segundo museo más visitado (y promocionado) en Berlín es el Neue Museum, con tres pisos dedicados a la antigua cultura egipcia, donde la pieza emblemática es el busto de la reina Nefertiti. En la misma sala se encuentra la sorprendente Biblioteca de la Antigüedad, que contiene casi 500 documentos originales, escritos en las antiguas lenguas de la región, como el copto, el arameo, el hebreo, etc.
Para acceder a la pintura alemana (después de todo, ¡uno está visitando Alemania!) es necesario visitar el Alte Museum (Museo Viejo), en cuyo tercer piso se encuentra el delicioso paisajismo del romanticismo alemán de la primera mitad del siglo XIX, en el que se alternan retratos de la vida cotidiana con escenas bucólicas, imágenes de la naciente arquitectura urbana y las famosas composiciones de claroscuros nocturnos y misteriosos de Friedrich Caspar y muchos otros, además de las imágenes de la vida monacal en la edad media, idealizada por estos artistas.
El boleto para entrar a cada uno de estos museos cuesta alrededor de 11 euros (unos 15 dólares o 200 pesos mexicanos), lo cual incluye una audioguía con opción al español, inglés o francés.
El autobús de la Ruta 100 pasa por todos estos sitios turísticos importantes. El boleto de transporte urbano cuesta 2.40 euros (unos 40 pesos mexicanos) y tiene validez por dos horas, lapso en el cual se puede abordar cualquier tipo de transporte público: autobús (S), tren (T) o metro (U-Bahn).
Un boleto turístico de 54 euros permite visitar un grupo de más de 50 museos durante tres días y emplear el transporte público durante cinco días, lo cual puede significar un ahorro considerable si se visitan más de tres museos.
Las mejores librerías de la ciudad, además de Dussmann (que tiene una sección de novelas en inglés), son las que están en cada museo, y la que está en Savigny Platz. Esta librería, Büchenbogen, está ubicada justo debajo del metro elevado, y tiene siete salas especializadas en arte, cine, diseño, arquitectura y cine. Pero vale la pena visitar la pequeña librería de la sala de conciertos Philarmonia, donde hay documentales sobre música clásica, libros para niños y ofertas (cosa extremadamente rara en Berlín), además de muchas otras curiosidades relacionadas con la música. Es un descanso frente al agobio del Holocausto.
En Philarmonia se ofrece un concierto gratuito de música clásica a la una de la tarde (se llama lunch konzert). Es evidente que esta sala fue la inspiración para nuestra Sala Nezahualcóyotl, incluyendo la platea que está frente al director. En Philarmonia se anuncian las óperas de Wagner y las sinfonías de Brückner, y seguramente también hay ciclos dedicados a Bach y a Beethoven.
Sin duda, Berlín es una ciudad con una intensa actividad turística. Aunque en noviembre ya pasó el Oktoberfest, en Gendarmer Markt se puede visitar un restarurant con meseras ataviadas con el más típico estilo de Baviera, es decir, mostrando generosamente sus dones naturales a los clientes locales y extranjeros.


Y en el centro del circuito turístico se encuentra la Universidad Humboldt, de donde han surgido más de 20 premios Nobel. Entre ellos, algunos son tan famosos como el mismo Albert Einstein, Robert Oppenheimer, Erwin Schrödinger y Werner Heisenberg.
Nikolai Vertel es la zona más antigua de Berlín, donde se originó el concepto de las calles empedradas que adornan toda la ciudad. Hay que decir que en toda la ciudad las banquetas son extraordinariamente amplias y muy arboladas. En la zona antigua se encuentra la iglesia más antigua de la ciudad, la de San Nicolás, enfrente del museo dedicado a Zille, el caricaturista que vivió a principios del siglo XX, y también una magnífica escultura de San Jorge venciendo al Dragón, en bronce verde.
Durante mi breve visita tuve la fortuna de vivir en la zona de los escritores y artistas, que es Pentlauer Berg, muy cerca de Kultur Brauerei. Se trata de una antigua fábrica de cerveza que fue acondicionada para convertirse en un Centro Cultural Alternativo, donde es posible encontrar películas del resto del mundo.
Sin embargo, sigo preguntándome: ¿dónde está todo aquello que los extranjeros identificamos con Alemania, más allá de la guerra? Para mí, Alemania es el país de los grandes filósofos, escritores, artistas, músicos y directores de cine y teatro.
¿Dónde están las obras de Brecht en DVD, las películas alemanas con comentarios de expertos, los libros de los filósofos, traducidos y relacionados con la vida cotidiana (como lo hacen los franceses), estudiados a través del cine (como lo hacen los americanos), o en formato de documental (como lo hacen los ingleses?
Todo esto se encuentra fuera de Alemania, es decir, en Italia, en España, en Canadá… incluso en México.
Durante mi visita a Berlín sólo encontré, en todas las librerías y museos, un libro (en cinco idiomas) sobre la nueva arquitectura de la ciudad. Ésta es la arquitectura producida después de 1989, especialmente en los últimos diez años. Es una arquitectura dominada por la combinación de acero, concreto y vidrio, de tendencia funcionalista con algunas ideas de vanguardia, en la que domina el azul eléctrico del acero, el ocre de la arcilla y el gris del concreto. Todo esto que estoy diciendo se puede encontrar fácilmente en las imágenes de la ciudad que están disponibles en la red.
Noviembre es un mes frío y lluvioso, y en Berlín oscurece a las 5 de la tarde. Yo visité Berlín.
La televisión abierta en Alemania transmite varios canales en inglés, de CNN y BBC, y algunos del resto de Europa, como Polonia y España. Durante mi estancia ocurrió el apagón de Manhattan, que ocupaba las primeras planas de todos los periódicos alemanes y el tiempo principal de los noticieros alemanes, con enviados especiales.
El vuelo de México a Amsterdam (por KLM) dura más de diez horas, pero tanto de ida como de regreso se atrasó casi cuatro horas por problemas mecánicos. Los pasajeros tuvimos que esperar estas cuatro horas sentados dentro del avión, sin tener nada que hacer, pues el servicio de cine sólo empieza a funcionar cuando el avión está volando. Así que el trayecto completo de México a Berlín (vía Amsterdam) duró más de 18 horas. Un largo viaje para conocer una ciudad mítica, referencia inevitable de la Comunidad Europea.
Para el turista mochilero (como todo profesor mexicano) hay hostales de 12 euros la noche (unos 200 pesos) y se pueden comer unos deliciosos fish and chips por 2.50 euros o una sabrosa WeissBier, la cerveza típica alemana. Esta cerveza es más suave que la mexicana y tiene mejor sabor, pues no tiene como objetivo emborrachar, sino tener una buena experiencia gastronómica.
Por cierto que el primer y último monumento que se puede ver al llegar y salir de Berlín es la Columna de la Victoria, que sirvió como inspiración para nuestra Columna de la Independencia.


En Potsdamer Platz hay un Museo del Cine con unas doce salas pequeñas, donde se exhiben fragmentos de películas clásicas y objetos con valor histórico (los guiones manuscritos de Pabst, los bocetos para las escenografías de Murnau, la cámara que empleaba Fritz Lang, los zapatos y vestidos de Marlene Dietrich, el cuaderno de trabajo de Leni Riefenstahl, los osos de Berlín obtenidos por Herzog, etc.). Y estos objetos están acompañados por fotografías en blanco y negro de directores, actores, guionistas y políticos, especialmente durante el periodo expresionista y la segunda guerra.
En otra zona de la ciudad se puede visitar el Museo de la Fotografía, dedicado este año al erotismo elegante y muy intenso de Helmut Newton (aunque la tienda de este museo no tiene postales de su trabajo).
En el breve lapso de una semana visité seis bibliotecas y doce librerías, incluyendo la Staats Bibliothek zu Berlin (la segunda más grande del mundo, después de la Biblioteca del Congreso, en Washington), la Biblioteca Mario Vargas Llosa, del Instituto Cervantes, la Biblioteca del Cine, la Biblioteca del Instituto Iberoamericano, el Archivo Judío y la Biblioteca de la Universidad de Humboldt.
Al visitar estas bibliotecas y algunas librerías, tengo la impresión de que la narratología y el análisis cinematográfico están más desarrollados en Francia, Estados Unidos y Holanda de lo que están en Alemania. Después de los teóricos clásicos del cine (Arnheim y Kracauer) apenas en 1995 se tradujo al español el trabajo de análisis cinematográfico coordinado por Werner Faulstich y Robert Korte. Pero todavía no hay ningún teórico, analista o narratólogo mexicano traducido al alemán.
Cierro estas impresiones con una imagen memorable. En el autobús suburbano a Potsdam sube un grupo muy alegre de niños de ocho o nueve años que viaja sin supervisión de un adulto. Esto significa que la lección de M (Fritz Lang, 1932) fue asimilada por el pueblo alemán. La experiencia de Düsseldorf no se repetirá en Berlín.
Saludos para Elsie Beckman desde el centro de Coyoacán.

Postales: JP, Berlín, mmxii.

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