martes, 19 de junio de 2012

UNIPEJISMOS

El peje y la sirena


Hace seis años escribí para el suplemento cultural La Jornada Semanal un artículo mínimo de coyuntura que pretendía expresar un apoyo político al entonces candidato a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador, postulado en ese momento como ahora por un trío de partidos situados en el abanico de la izquierda. En aquel tiempo afirmé, creo que con cierta ingenuidad lírica como en todos mis artículos de tinte político, que: “Alimentó (amlo) una esperanza al fundar instituciones en el nuevo milenio, pues construyó escuelas, congregó a una comunidad, protegió con el manto de la caridad social al desolado ancianato, atendió la demasiada pobreza, edificó vialidades, gobernó una metrópoli con voluntad de servir, éstos son algunos de los atributos políticos del caudillo sureño, que no sólo lo hicieron el candidato más viable en la reciente querella por la Presidencia, sino el hombre más experimentado y fortalecido por su capacidad para sortear las emboscadas, confrontar la violencia ultramodal y desmenuzar el entuerto del desafuero. La suma de esas virtudes le permitirían regir los derroteros de un país que sobrevive por las regalías del petróleo, el aire oxigenado de las remesas y las dádivas del turismo. Un ciudadano con tales destrezas y capacidades políticas habilita a un Ejecutivo en ciernes, pero fue baldado por una derecha silvestre que acata un orden siniestro.
”La tinta indeleble que barruntó nuestros pulgares fue para que —en la adición de uno a uno de los sufragios efectivos— la República se vivificara con ese ensueño democrático.” (“¿Quién teme al ensueño?”, La Jornada Semanal, núm. 595, julio 30 de 2006, p. 11.)
La República revive en este 2012 por dicho “ensueño democrático”, pero hoy con bríos rejuvenecidos, aunque con antiguos actores. Antes de estampar mi voto con una cruz, expreso que en estos momentos no simpatizo ni milito en partido alguno y pienso que el estado de postración en que se encuentra el país es debido a sus gobernantes y políticos.
Ahora bien, en mi consideración el candidato político más viable para encabezar aquel espectro de partidos (prd, pt y Morena) en las elecciones del presente año, era Marcelo Ebrard, por las siguientes razones, ingenuas si gustan y me lo demandan: es un protagonista en ascenso político, el más joven de la contienda, lo que implica un relevo generacional, y sus bonos políticos navegan por las nubes dada su exitosa gestión gubernamental como alcalde de la abigarrada Ciudad de México. Acaso por su civilidad política no logró la candidatura entre aquellos partidos, aunque le fue prometido un ejercicio de relevancia, secretario de Gobernación, si y sólo si triunfan en las elecciones venideras.
Sin embargo, en la democracia a la mexicana el voto de los ciudadanos no ha bastado para la alternancia, pues ya se ha visto y constatado que el sistema se derrumba —en prejuicio de Cuauhtémoc Cárdenas— o se difuminan los sufragios en un momento de su tránsito —en daño de amlo—. Consecuentemente los poderes fácticos han impedido dos veces a los candidatos de la izquierda el acceso a la Presidencia. Con tales antecedentes históricos, el triunfo del Peje más que una ensoñación resulta un espejismo o una ficción pura, como los relatos de la sirena, aunque en ellos creo. Aun así y a pesar de que no encuentro la cuadrícula de sus promesas de campaña, insertaré mi voto en las urnas transparentes que serán montadas en julio, signado para López Obrador, en razón de que en mi historial como ciudadano sufragante nunca he votado por el pri y moralmente estoy impedido de hacerlo por el pan.

Foto: José Carlo González, tomada de La Jornada en fecha olvidada y reproducida aquí sin afán de lucro.

pd: para las elecciones a gobernador de la Ciudad de México, votaré por Miguel Ángel Mancera, no porque sea candidato de la izquierda; no, simplemente ha hecho su trabajo. Así, sin calificativos. 

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