lunes, 18 de mayo de 2009

Apuntes por duelo


Rotonda de perpetuidad

Hoy me enteré por la radio de la muerte del escritor uruguayo Mario Benedetti, enfermo desde hace semanas de una afección respiratoria, pulmonar, como lo informó la prensa en su momento desde Uruguay, su patria, a la que volvió luego de un exilio impuesto por las circunstancias políticas que impuso el ascenso de la dictadura que asoló aquella nación.
No lo conocí en persona, sólo leí una parte de su obra prosística, ensayística y poética. Fueron los tiempos de mi adolescencia siniestra, mientras cursaba el bachillerato unamita en el memorable CCH Sur, ubicado en el Pedregal de San Ángel. Como la escuela distaba unas horas de camino, seguramente leí alguno de sus libros mientras viajaba en el camión, el Metro o el pesero, alternando los libros con el diario, las revistas o el ocio del cangrejo. El cumpleaños de Juan Ángel o La Tregua, libros que enriquecieron mi educación sentimental, me consolidaron como lector y arraigaron en mi conciencia política los problemas de la justicia social, que por aquellos tiempos aún reverberaban por los efectos colaterales de la rebelión estudiantil, así como por el ánimo soliviantado de mis profesores y la amistad comunitaria de mis colegas, estudiantes tan ilusos como yo en aquellos tiempos, creyentes en un más allá social igualitario, justo y democrático.


Esos tres efectos ganados (lectura, conciencia social y educación sentimental)todavía perduran en la conciencia individual de este aprendiz de escribano, gracias a las buenas prosas y metáforas sencillas con que don Mario pergeñó su obra literaria a lo largo de cinco décadas. Tiempo en que aglomeró a una cantidad innominada de lectores, siempre atentos y leales a su escritura en libros, opiniones o artículos periodísticos.
El tiempo anduvo y dejé de frecuentar sus libros, a distanciarme de los reclamos democráticos y la utopía necesaria; sin embargo, nunca dejé de leer las noticias periodísticas sobre sus novedades editoriales, adaptaciones al cine, puestas en escena, regreso a la patria nativa o tribulaciones ante el cuerpo decaído. Inventario, La Tregua, El cumpleaños…, los Cuentos completos y el conjunto de su obra narrativa tienen un lugar en mi librero, desde donde han migrado cuando uno de mis alumnos o mis amigos me los han solicitado en préstamo, alguno todavía sin retorno.
Lamento la muerte de un escritor que me obsequió tantas enseñanzas, desprendidas, aquellas tres, directamente de sus libros. Guardo silencio por la muerte de Mario Benedetti, la tristeza de la partida así lo obliga.
A los hombres ilustres, la rotonda de la perpetuidad.

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