Ángela Mar Camacho
Mayorquín
Hace tiempo que había
dejado las olas, su cola había trasmutado en dos torneadas piernas, casi había
olvidado su origen sirenístico de no ser que cada que veía a ese marino, añejado lobo del mar, su
corazón se aceleraba, sus pupilas se dilataban y todo el mar se le salía entre
las piernas.
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