Edmundo
Valadés fue un hombre de pasiones: expiaba su afición por los toros y el cine como
transpiraba el periodismo cultural o se desvelaba por las apetencias del cuento.
De las primeras apenas sabemos nada; su talacha periodística sigue desbalagada en
los sótanos polvosos de la radio y la televisión, en los diarios y revistas
donde la ejerció con fervor cotidiano; de la última guardamos una certeza: fue
uno de los cuentólogos más sabios en México, reputación consagrada por sus afanes
en la difusión y aliento del género, cuyos frutos se encuentran en la biblioteca
del escritor: analectas, estudios, cuentarios y en El Cuento. Revista de Imaginación, cuyo número inaugural apareció hace
cincuenta años, en mayo de 1964.
El consejo
de readacción que afrontaba los trabajos de El
Cuento lo conformaron personalidades que animaron la literatura mexicana vigesímica.
El diagramado y la selección narrativa estuvo a cargo del maestro Valadés, así
como la distribución comercial de la revista. La sección de correspondencia, de
las muchas que la integraban, amerita una acotación, pues ahí podemos
encontrar, entre epístola y epístola, una didáctica y una poética del cuento,
así una arqueología literaria de una estela de escritores latinoamericanos que hallaron
en sus folios un espacio de aprendizaje.
Justamente
esta cauda es la que da cuerpo y sentido a Minificcionistas
de ‘El Cuento. Revista de Imaginación’, florilegio atentísimo a los acordes
de Alfonso Pedraza (Hidalgo, 1956), médico cirujano adicto a las breverías que Valadés
promulgó por el continente, y quien se ha encargado del rescate de su heredad a
través del sitio digital homónimo, un espacio virtual que aloja las invenciones
cuentísticas miniadas difundidas en el centenar y medio de números de dicha
revista.
Para
integrar el volumen de los Minificcionistas,
Pedraza convocó a los escritores de la escuela valadesiana bajo la premisa de
que colaboraran con textos inéditos o no publicados por el sonorense para
festejar el cumpleaños de plata de la revista. Así logró reunir, formados por orden
alfabético en el índice, a un centenar de cultores vivos del microrrelato, por cuyo
ejercicio destacan en sus países o sobresalen en el continente debido a los registros
magistrales con que han logrado consagrar al benjamín de la narrativa: el
microrrelato.
De este
llamado se derivan las ausencias, unas lamentables, por ejemplo, las de Juan Armando Epple, José Donoso, Augusto Monterroso, Max Aub, José
de la Colina, José Emilio Pacheco, entre otros, pues su escritura cristaliza el
canon del microrrelato en Hispanoamérica, además de que han fraguado un
paradigma que persiguen los narradores más sensibles a los modos de articular el
cuento brevísimo, la gracia de la literatura, en el pregón del maestro Valadés.
A pesar de los faltantes, la estirpe latinoamericana
del microrrelato fue congregada felizmente en torno a Minificcionistas de ‘El Cuento. Revista de Imaginación’, para celebrar con un tributo narrativo el jubileo de El Cuento, un espacio literario donde la
imaginación cuentística reinaba por sobre todos los géneros.
Alfonso Pedraza
(compilador), Minificcionistas de ‘El
Cuento. Revista de Imaginación’, presentación de Marcial Fernández, México,
Ficticia, 2014, 220 pp. (Biblioteca de Cuento Contemporáneo, 45)
[Reseña publicada en Laberinto, núm. 589, 27 de septiembre, 2014, p. 8.]
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