Antonio Soria
Inevitable
recordar completo el refrán de donde, acertadamente, los autores de esta
deliciosa selección han extraído, por medio de un inteligente parafraseo, el
título del volumen: “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Cabe ahondar, a
manera de vuelta de tuerca: si algo que de suyo es bueno, lo es doblemente
cuando además de bueno es breve, aquello que sea dos veces breve sería, por
lógica, al menos cuatro veces bueno.
Las ciento cuarenta y
cuatro páginas, como de agua, de las que se compone esta antología de doble
nacionalidad lo certifican: Bernal y Orozco han hecho no sólo alarde de
conocimiento en la materia sino de excelente gusto, como se desprende de los
textos seleccionados y, por supuesto, de los autores convocados, que se nombran
aquí completos y en el orden en el que los antologadores los han dispuesto en
la edición: por México, maestros imprescindibles del género, Julio Torri,
Augusto Monterroso, Max Aub, Juan José Arreola, Edmundo Valadés, Salvador
Elizondo y Alfonso Reyes, seguidos por un conjunto de inobjetables, varios de
ellos igualmente maestros consolidados de la minificción: háblase de los
colaboradores de estas páginas Felipe Garrido y Guillermo Samperio, como lo es
también Javier Perucho —además de meticuloso antologador y estudioso del
género—, José de la Colina, el nunca suficientemente extrañado José Emilio
Pacheco, Martha Cerda, Raúl Renán, René Avilés Fabila, Sergio Golwarz, el
igualmente colaborador de estas páginas Rogelio Guedea y Dina Grijalva.
Por Colombia, autores
bien conocidos y leídos en su tierra, que bien haríamos en leer acá en la
nuestra, algunos de cuyos nombres podrán sonarle al acucioso: Luis Vidales,
Luis Fayad, Harold Kremer, Umberto Senegal, Triunfo Arciniegas, Fernando Romero
Loaiza, Guillermo Bustamante Zamudio, Nana Rodríguez, Pedro Arturo Estrada,
Pablo Montoya Campuzano, Gonzalo Márquez Cristo, Javier Tafur González, J.J. Junieles, Carlos José Castillo Quintero,
Andrés Elías Flores, Carlos Flaminio Rivera Castellanos, Carlos Orlando Pardo,
Jaime Echeverri, Carlos Alberto Villegas, Víctor López Rache y, finalmente,
Betuel Bonilla.
Treinta y nueve plumas
en total, dieciocho de ellas mexicanas, prologadas brevemente —como corresponde
a un libro de naturaleza e intención como las de éste— por Bernal y Orozco, que
no pretenden, como lo aclaran de arranque, definir las especificidades del
género ni, mucho menos, hacer una historiografía necesariamente incompleta.
Inteligentemente, remiten al lector a un par de autores, uno mexicano y otra
colombiana, que han realizado dichas tareas desde hace varios años: el primero
de ellos es Lauro Zavala, la segunda es Nana Rodríguez.
Del contenido en sí
conviene decir más bien poco aquí —aunque podría decirse mucho—, para no
malograr, postergándola con prolegómenos, la degustación de el enorme banquete
que siempre es la minificción. Remátense estas líneas informando que tres
platillos por autor, para completar casi una centena, esperan a sus lectores.
Dos veces breve. Minificción de México y Colombia, Bibiana Bernal y Felipe Orozco (selección),
Biblioteca Libanense de Cultura, Bogotá, 2014.
La Jornada Semanal,
29 de junio de 2014, Núm. 1008.
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