lunes, 9 de mayo de 2011

TORRI TRADUCTOR DE BERTRAND



Aloysius Bertrand

El albañil

El albañil Abraham Knupfer canta, la paleta en la mano, al viento, en el andamio, tan en lo alto que leyendo los versos góticos de la campana grande iguala con los pies la iglesia de los treinta botareles y la ciudad de las treinta iglesias.
Mira las tarascas de piedra que vomitan el agua de las pizarras en el confuso abismo de las galerías, de las ventanas, de las pechinas, de los esquilones, de los torreoncillos, de los techos y del maderamen, que mancha con un punto gris el ala delgada e inmóvil del alcotán.
Mira las fortificaciones que se recortan en estrella, la ciudadela que se engalla como ave en corral, el patio de los palacios en que seca el sol las fuentes, y los claustros de los monasterios donde la sombra gira en torno de los pilares.
Las tropas imperiales están aposentadas en el barrio. He allí a un jinete que tamborilea. Abraham Knupfer distingue su sombrero de tres cuernos, sus agujetas de lana roja, su escarapela que atraviesa una presilla, y su cola anudada con listón.
Lo que sigue viendo son soldadones que, en el parque empenachado de gigantescas enramadas, en vastos prados de esmeralda, acribillan a tiros de arcabuz un pájaro de madera clavado en la punta de un poste.
Y por la noche, cuando la nave armoniosa de la catedral se adormece recostada con los brazos en cruz, distínguese desde la escala, en el horizonte, una aldea encendida por gentes de guerra, que refulge como un cometa en el azur.

Traducción de Julio Torri, circa 1917.

Fuente: Julio Torri, “Versiones de Aloysius Bertrand”, introducción de Serge I. Zaïtzeff, en Biblioteca de México, núm. 55, enero-febrero, 2000, pp. 22-25.

Nota bene: una conjetura expuesta en Dinosaurios de papel, asienta que el microrrelato mexicano tuvo su primer impulso con El Gaspar de la noche, de Aloysius Bertrand, una de cuyas estampas aquí se ofrecen de la mano importadora del fundador del género en México. 

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