¿A quién no le consta la utilidad de las ferias de libro antiguo? Cariñosamente llamadas de ocasión, segundo cachete, de viejo. Se trata de una industria cultural que mueve sus dineros y agita sus monederos. En estas ferias se rescata del olvido los patrimonios editoriales, actividad muy necesaria en este país, si consideramos que la inversión estatal en cultura, para algunos, es raquítica y pobrísima en educación. Ahí se encuentra en sus fuentes primarias la historia cultural mexicana.
La Tercera Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, a celebrarse del 26 de noviembre al 5 de diciembre, en el Reciento de Homenaje a Don Benito Juárez, en la mismísima sede del poder central, el Palacio Nacional, ofrece la ocasión para que coleccionistas, filántropos del arte, estudiosos, integrantes de las variadas profesionales y el “pueblo” —dicho sea con la retórica de otro tiempo— se acerquen a la riqueza patrimonial de un país que si no es por buena obra de aquéllos, tales acervos culturales irremediablemente se perderían, formarían parte de bibliotecas privadas —nada en contra, por cierto— o migrarían a las colecciones de arte que encuentran su reputación y riqueza en las posesiones mexicanistas de sus acervos —de la misma manera, nada en contra.
Enhorabuena a los organizadores, la Coalición de Libreros y los conservadores del Palacio, por tan extraordinaria iniciativa cultural.
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