jueves, 23 de agosto de 2007

Microcuentística

El grano de arroz

En Hispanoamérica abundan las antologías de la microficción. Casi podría afirmar que ya están disponibles para cada país, región y épocas los libros antológicos que compendian su evolución, temáticas, artífices, influencias y sustratos; sin embargo, hasta ahora no existía una historia literaria que abrazara la microficción en su complejidad literaria. Sí había, en cambio, estudios parciales que procuraban apuntar los antecedentes, iniciadores y protagonistas, e incluso acercamientos analíticos que trazaban las fronteras del microrrelato, sus simpatías y diferencias con otros géneros narrativos. En ese deslinde de fronteras e inventarios de obras invertimos una década. Considero que esa etapa ya concluyó, por lo que ahora corresponde emprender otra tarea, tal vez la más ardua, menos deleitosa quizá, pero potencialmente más innovadora por sus aportaciones a los estudios literarios.
De este modo y para sincronizar con el siglo xxi, la microficción nos plantea un desafío: elaborar la historia literaria de un género narrativo que reapareció con la modernidad de los pueblos, aunque encontró su eclosión en un tiempo donde un ritmo súbito acompaña nuestras vidas. Justamente ahí, en ese espacio y tiempo, radica la naturaleza de dicho género, pues su pretensión última es condensar la historia de la humanidad en un grano de arroz. Acomodar el espacio finito de una naturaleza, reducido jibáricamente, en el microcosmos de una nuez.
Así pues, un cuento breve condensa una vida: la de los animales fantásticos, la de los hombres pequeños de las mitologías, la de los tiranos y caudillos de que da cuenta la Historia, los sueños y las utopías; la vida minúscula del hombre sin atributos que pasea en soliloquio por aquella esquina. Ahí está, entonces, la argamasa con que los escritores adoquinan los senderos que transitan la microficción.
Ahora bien, aquella orfandad analítica ya fue vencida con la primera batalla historiográfica que emprendió Lauro Zavala en La minificción bajo el microscopio (México, UNAM, 2006), que ya se dispone en nuestro país aunque levemente tarde, pues la primera edición apareció en Colombia en 2005 (Bogotá, Universidad Pedagógica Nacional). Antes de pasar a comentarlo, es preciso rendir una definición. ¿Qué es la microficción? Una pregunta que intentaré responder valiéndome de un conocimiento previo.
La adivinanza, el refrán, el chiste tradicional y demás arquitecturas expositivas de la oralidad popular, por ser anónimas y basamento de una tradición oral donde se condensa el saber abigarrado de la cultura popular, no se corresponden con la sistematicidad que pretenden los estudios literarios sobre la microficción, cuyos formatos de expresión se encuentran entre los continentes de la expresión breve, por ejemplo, en el salmo, el apotegma y la parábola, pero sobre todo en el cuento brevísimo, aunque eventualmente la greguería, el aforismo, el chiste literario y el poema en prosa, además de en otros géneros literarios —digamos, “menores”—, las poéticas de la brevedad trazan sus cotos de narración, tales soportes y sustratos integran su objeto de estudio.
La nanoliteratura es una disciplina literaria acorde con nuestro tiempo, cuyo campo de estudio circunda a los “géneros menores”. Por esa naturaleza, la microficción se afirma como el benjamín de los géneros literarios.
Esa novedad más los estudios universitarios la han puesto al día en los congresos, las revistas especializadas, los suplementos culturales y la difusión masiva de internet. Ningún otro género ha recibido culturalmente esa atención abrumadora, estamos entonces ante un hecho inusitado que ha beneficiado tanto a los narradores y editores como a los analistas literarios, pues las estrategias de escritura, formas de promoción del libro y metodologías de aplicación inéditas se han puesto en práctica. Asimismo la comprensión de la lectura en las aulas universitarias ha sufrido una transformación, pues la enseñanza de una de las habilidades de la lengua —la comprensión lectora—, se ha visto reformada con un proceso de análisis textual que aprehende, ubica, desmenuza y exprime significaciones a enunciados, símbolos y referencias culturales.
En el año de aparición de La minificción bajo el microscopio, aparecieron los cuentos breves de Guillermo Samperio (Alfaguara), uno de los artífices del microrrelato mexicano; el compendio de los cuentos breves de Alfonso Reyes (UANL), que revitaliza el legado alfonsino; un florilegio del cuento jíbaro (Ficticia), que continúa la estela de los muestrarios microficcionales latinoamericanos. También se realizaron dos congresos sobre el género de marras, uno en Buenos Aires (Argentina) y el otro en Neuchâtel (Suiza); para el 2007 ya se prepara la realización de uno más en el Cono Sur. Las revistas especializadas y omniscias también han colaborado con su estudio o difusión, entre ellas Laberinto. Todas estas prácticas culturales tienen como propósito acercarse a una definición del género, buscar su consenso y encontrar la formulación de un canon, así como su sanción literaria y crítica.
Ahora bien, esas mismas acciones tienen su correlato en La minificción bajo el microscopio, cuyo capitulado obedece a una puesta en práctica del saber literario relativo a la microficción. El capítulo de apertura encierra una teoría del género, lo secunda otro con una aproximación a la microficción del tiempo presente, el siguiente continúa con las expresiones del género en la órbita hispánica, el cuarto aplica un análisis literario en tres forjadores del microrrelato latinoamericano: Borges, Cortázar y Monterroso, además cierran el volumen una entrevista, un glosario y una puntual bibliografía que recopila la información relativa al género producida en las dos últimas décadas.
En este sobrevuelo se hecha de menos una aproximación particular al cultivo del género en las letras patrias, aunque con una exploración detallada de sus apartados esa presunta ausencia se colma, pues las letras mexicanas, como la literatura latinoamericana y en menor medida la anglosajona y española, se encuentran representadas en los nodos temáticos que anudan cada ensayo. Tales literaturas —o mejor dicho y escrito: narrativas— sirven a Lauro Zavala para aplicar, confrontar y ajustar los prolegómenos de una nueva teoría de los géneros narrativos. Además de entrelazar una red de enunciados, vocablos, conceptos y definiciones que sistematizan un marco teórico aplicable al estudio de la microficción.
En La minificción bajo el microscopio se establece una poética, una didáctica y una metodología propias para auscultar el género del milenio, cuya distinción cultural quizá se encuentre en el consenso y disenso del valor artístico y literario de la minificción.
La obra antológica, las tareas de difusión y práctica de la enseñanza sobre este singular género emprendidas por el también catedrático universitario, se representan en Relatos vertiginosos. Antología de cuentos mínimos (Alfaguara, 2000), El dinosaurio anotado (Alfaguara, 2002), La minificción en México (Bogotá, Universidad Pedagógica Nacional, 2002), Minificción mexicana (UNAM, 2003), entre otras publicaciones. Esta empresa cultural, de estudio y divulgación consolida a su autor como uno de los cuentólogos mexicanos más consistentes entre una promoción de estudiosos que fijan al cuento como epicentro de sus inquisiciones analíticas. Asimismo esa obra crítica lo sitúa entre los principales historiadores del cuento brevísimo en Hispanoamérica, en medio de un comando de críticos literarios esparcidos por el mundo, que integran Dolores M. Koch en Estados Unidos, David Lagmanovich en Argentina, Fernando Valls en España, Violeta Rojo en Venezuela y Henry González Martínez en Colombia.
Queda pues, entre sus manos y bajo el escrutinio de su mirada, La minificción bajo el microscopio, de Lauro Zavala, cuentólogo.

Lauro Zavala, La minificción bajo el microscopio, México, UNAM, 2006, 254 pp. (El Estudio)

No hay comentarios.: