jueves, 15 de octubre de 2015

PEPITAS DE ORO

Laura Elisa Vizcaíno pertenece a una nueva generación de narradores que lo mismo escriben y pulimentan pepitas de oro, que compulsan las teorías literarias que explican el origen, auge y naturaleza de la microficción. A ella la escoltan David Chávez desde su puesto en Colima, Aldo Flores Escobar atrincherado en la Ciudad de México, agazapado y altivo David Baizabal en Puebla y, transterrada pero atenta, Magnolia Itzel Ortiz la flanquea desde Chihuahua, entre otros analistas que tratan de forjarse un lugarcito en la academia y en la república literaria. Además de estos trabajos, se encargan de divulgar o rescatar los tesoros literarios que las generaciones precedentes dejaron en el centenario y antojadizo trayecto de la microficción.
La inclusión de Laura Elisa y sus escoltas en un ramillete de antologías literarias repartidas por Hispanoamérica puede probar este aserto peregrino. La publicación de sus artículos y ensayos sobre el género en revistas especializadas vendrían a convalidarlo, como también sus participaciones en congresos académicos cuyo propósito es circundar y asediar esta singular expresión de la tradición literaria, acaso endémica de la lengua castellana.
Desde que la conocí en Bogotá, hace unos cuantos años, justamente en un congreso de microficción, donde se examinaban las formas de esta expresión narrativa, me di cuenta de sus dotes, intereses y constancia perquisitiva. Ahí no paró de proponer, examinar y dictaminar los juicios y argumentos que vertían los caudillos del género, esos señoriales académicos que blandían a la menor provocación una teoría explicativa sobre el pasado y el porvenir de las formas breves, arquitecturas que bien pueden contenerse en un grano de arroz, tatuarse sobre la piel rugosa de una nuez o estamparse en el cuerpo oval de una avellana. Desde un rincón, sentada y calladita, escuchaba las menudencias que los eméritos colegas dictaban desde el podio. Pian pianito tomaba sus notas. Más tarde comprendí el propósito de sus acciones. Desde su inmovilidad y cómodo silencio, tapizaba sus cuadernos con lo que luego sustentaría en su tesis de maestría: una anatomía de las modalidades de la minificción.
Ahora, apunto de concluir sus asedios doctorales sobre el benjamín de los géneros, centrados en el estudio de la metaficción y otras estrategias de escritura, Laura Elisa nos presenta estas tremendas, crueles e irónicas historias cobijadas por la brevedad, cariñosa y amorosamente bautizadas como CuCos. Nombre bautismal que me recuerda a Alfonso Reyes y cómo bautizó a los suyos, “briznas”; a Felipe Garrido, por el nombre con que circundó a los suyos, “tepalcates”; y a otros cultores del microrrelato que personalmente lo denominaron conforme a sus intenciones personales o fabulísticas.
La lectura de estas ficciones me animan por las revelaciones que contiene, los conflictos morales en que se involucra a sus protagonistas, las redenciones, los traumas, así como las epifanías con que se clausuran los relatos. Naturalmente, también los aprendizajes que me ofrecen cada uno, la poética de su escritura y la decidida voluntad de amasar un estilo.
Antes de explayarme con estos pequeños asuntos de interés particular, sobrevolé las páginas del libro localizando algunas singularidades que lo distinguen. Para mí van de los enunciados en femenino de su narrativa, aunque titubeantes, situación que lamento pues ahí se sostiene una crítica a un mundo alienado por el patriarcado; también un tratamiento de la violencia doméstica y urbana, que va del acoso al asedio y culmina en abuso; igualmente las actualizaciones y aclimataciones del mito entresacado del libro: sirenas, dinosaurios, hadas, vampiros, entre otros más; asimismo la escritura y su combate de sombras: el libro, la tinta, los plumíferos y la blanca página; un así como un selecto bestiario que incluye a los ya convocados más sus hermanos de tinta: la cucaracha, la mosca, el león. Otros de sus rasgos son el tratamiento de la soledad, el deseo y la crítica a los caracteres femeninos, aunque en menor proporción.
Por otra parte, los raptos de lirismo que impulsan sus creaciones dan fe y color a una parte considerable de los relatos, sobre todo los acogidos en la parte segunda del libro. Y no sólo prosa poética los distingue, también contundencia, clausuras inapelables, sólidas invenciones, personajes trazados con sapiencia.
Hace unos meses tuve la ocasión y el privilegio de conocer CuCos en su etapa de manuscrito, en ese entonces busqué en el proceso de lectura erratas, ripios, anfibologías, influencias negativas, planteamientos ambiguos y finales inconclusos, pero nada de eso encontré al ejercer mi antiguo oficio de editor. En cambio hoy, en la segunda lectura en su entidad ya como libro, arropado en la extraordinaria y honorable colección Anís del Mono, me di cuenta de ciertos asuntos —revelaciones—, los cuales en su momento no me percaté por andar explorando gazapos, también entendí los conflictos morales en que se involucra a los héroes de cada relato. Por último, me fueron dadas las redenciones que solicitan esos mismos seres a la hora de desplegarse la trama de sus historias y, sobre todo, las epifanías donde se redimen sus protagonistas.
Afortunadamente, la humanidad es querida por Laura Elisa, pues cree y confía en ella, mas eso no significa que deje de retratar sus taras, infidencias, cobardías, abusos, deseos y conquistas de esos pequeños seres que habitan en el microcosmos de sus relatos. Seres por lo demás cotidianos, citadinos, urbanos, los llamados a quedar fuera de los anales de la gran Historia, pues los que le interesan no pertenecen al linaje de los caudillos, los héroes de la patria, los apóstoles o los santos. No, la gente anónima, sin atributos, que puebla sus relatos son los que fincan el epicentro de sus historias, que a su vez catapultan los conflictos morales, las redenciones y las epifanías que albergan cada uno de los cuentos breves que se alojan en su primer libro. Por ello mismo, a Laura Elisa le agradezco el placer y el honor de su lectura, los aprendizajes que obtuve y la constatación de que la promesa que eras ya se consagró en una escritora madura, atenta a la circunstancia de sus invenciones, a las exigencias del género y a las tesituras que su voz literaria reclama.


Laura Elisa Vizcaíno, CuCos, prólogo de Raúl Renán, México, Ficticia, 2015, 103 pp. (Biblioteca de Cuento Anís del Mono, 50)