martes, 17 de abril de 2012

ÁLBUM DEL SUR PROFUNDO

Segunda estampa
Afortunadamente me reservaron El juguete rabioso (Buenos Aires, Claridad, s.a., 174 pp., Colección Claridad. Cuentistas Argentinos de Hoy), a un precio mayor del pactado el día anterior, con la maña ventajosa del librero que se excusaba de no recordar ese detalle, pero sí recordaba otros de nuestra conversación, por ejemplo, que le pagaba el libro con dólares. En fin, esa reliquia ya “leída” ahora guarda reposo en mi veliz.
Afortunadamente el día fue limpio, fresco, sin viento, alumbrado por un sol de verano, aunque no me desprendo del suéter. Aquí el frío es de montaña.
Luego de comer en El Quijote, aquí se acostumbra la ingesta de alimentos a las 13 hrs., acompañado de David, nos dirigimos a la universidad. El seminario arrancó puntual con diez estudiantes, mayoritariamente de posgrado, en un saloncito con aforo para veinte butacas, pizarrón, mesita y demás instrumental para el ejercicio docente. Luego de la dinámica de presentación de los estudiantes (nombre, grado escolar, tema de investigación, trabajo e idea del microrrelato), comenzó el seminario con una definición operativa del “cuento jíbaro”, denominación que obligó al seminarista a exponer las razones del término por interpelación de un participante. Aunque tímidos los estudiantes, la dinámica tuvo su ritmo, que espero mantener para no desalentarlos, ya que su presencia obedece al impulso de la voluntad de saber, uno de los motores del mundo y su humanidad que lo habita.




El primer ejercicio de escritura potencial fue planteado: “Mi primer beso”. Muestras de asombro. Bisbiseos. Acaso reticencias por el acto de la escritura inminente o la temática. Mañana lo entregan para su lectura colectiva, debidamente impreso con una copia para el profesor.
Deambular para recorrer el circuito universitario, al terminar la sesión, fue la siguiente actividad, previamente nos apersonamos ante Mario Rodríguez, gentil profesor que llevó las riendas de la investigación doctoral del compatriota David, además de coordinador de las publicaciones universitarias. Luego pasamos a la biblioteca central de la universidad. Tremendamente funcional, bien iluminada, protegida contra los temporales de la naturaleza y los vendavales del mar Pacífico. Observé algunos detalles: se entra a sus instalaciones con una credencial magnetizada; dispone de espacios múltiples para el trabajo escolar de los estudiantes, ya individuales o colectivos; el servicio de internet es por wi-fi, que no probé, pero parece idóneo por la cantidad de alumnos pillados chateando; su silencio y el óptimo servicio bibliotecario. Uno de sus empleados me regañó porque me salí del recinto con la llave del casillero donde se resguardan las mochilas y demás pertenencias. Así de celosos son de sus labores. Cada técnico viste una bata blanca, que los distingue.
Más tarde recorrimos la periferia de la universidad. El campus es ameno, circundado por bosques tupidos, donde se privilegia el tránsito del peatón, ya de por sí rey en las calles de la ciudad. La abundancia de la flora le concede un toque apacible, los jardines apoyan con lo suyo y las extensas áreas verdes con sembradas de césped serenan el ambiente. Las horrísimas colillas, esparcidas aquí y más allá, detallan cierto desaseo de los espacios comunes.
La caminata nos dejó hambrientos, así que fuimos a reponernos a una cafetería cercana con una colación, nombre habitual de la región para el tentempié mexicano. Y siendo un devorador empedernido de cápsicum, como no hay chile, aquí lo llaman ají, la comida me sabe insípida.

Pilón: David me obsequió un ejemplar de ¡Basta! + de cien hombres contra la violencia de género (Santiago de Chile, Ediciones Asterión, 2012, 115 pp.), coordinado por Pía Barros;  y otro más de ¡Basta! + de cien mujeres contra la violencia de género (Santiago de Chile, Ediciones Asterión, 2012, 115 pp.), también coordinado por Pía. Ambos tienen como soporte genérico el microrrelato y exploran la violencia ejercida en las sociedades contemporáneas contra las mujeres.

Foto: David Chávez. Asistentes al seminario: Eduardo Aguayo Rodríguez, Pía Aldana Carrasco, Jeannette Gavilán Torres, Elisa Silva Morales, Yasna Bunich, Paulo Arias Ruiz, Christian Troncoso Castillo, Roberto Garay Urrutia.