jueves, 3 de julio de 2014

CUATRO VECES BUENO

Antonio Soria

Inevitable recordar completo el refrán de donde, acertadamente, los autores de esta deliciosa selección han extraído, por medio de un inteligente parafraseo, el título del volumen: “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Cabe ahondar, a manera de vuelta de tuerca: si algo que de suyo es bueno, lo es doblemente cuando además de bueno es breve, aquello que sea dos veces breve sería, por lógica, al menos cuatro veces bueno.
Las ciento cuarenta y cuatro páginas, como de agua, de las que se compone esta antología de doble nacionalidad lo certifican: Bernal y Orozco han hecho no sólo alarde de conocimiento en la materia sino de excelente gusto, como se desprende de los textos seleccionados y, por supuesto, de los autores convocados, que se nombran aquí completos y en el orden en el que los antologadores los han dispuesto en la edición: por México, maestros imprescindibles del género, Julio Torri, Augusto Monterroso, Max Aub, Juan José Arreola, Edmundo Valadés, Salvador Elizondo y Alfonso Reyes, seguidos por un conjunto de inobjetables, varios de ellos igualmente maestros consolidados de la minificción: háblase de los colaboradores de estas páginas Felipe Garrido y Guillermo Samperio, como lo es también Javier Perucho —además de meticuloso antologador y estudioso del género—, José de la Colina, el nunca suficientemente extrañado José Emilio Pacheco, Martha Cerda, Raúl Renán, René Avilés Fabila, Sergio Golwarz, el igualmente colaborador de estas páginas Rogelio Guedea y Dina Grijalva.
Por Colombia, autores bien conocidos y leídos en su tierra, que bien haríamos en leer acá en la nuestra, algunos de cuyos nombres podrán sonarle al acucioso: Luis Vidales, Luis Fayad, Harold Kremer, Umberto Senegal, Triunfo Arciniegas, Fernando Romero Loaiza, Guillermo Bustamante Zamudio, Nana Rodríguez, Pedro Arturo Estrada, Pablo Montoya Campuzano, Gonzalo Márquez Cristo, Javier Tafur González, J.J. Junieles, Carlos José Castillo Quintero, Andrés Elías Flores, Carlos Flaminio Rivera Castellanos, Carlos Orlando Pardo, Jaime Echeverri, Carlos Alberto Villegas, Víctor López Rache y, finalmente, Betuel Bonilla.
Treinta y nueve plumas en total, dieciocho de ellas mexicanas, prologadas brevemente —como corresponde a un libro de naturaleza e intención como las de éste— por Bernal y Orozco, que no pretenden, como lo aclaran de arranque, definir las especificidades del género ni, mucho menos, hacer una historiografía necesariamente incompleta. Inteligentemente, remiten al lector a un par de autores, uno mexicano y otra colombiana, que han realizado dichas tareas desde hace varios años: el primero de ellos es Lauro Zavala, la segunda es Nana Rodríguez.
Del contenido en sí conviene decir más bien poco aquí —aunque podría decirse mucho—, para no malograr, postergándola con prolegómenos, la degustación de el enorme banquete que siempre es la minificción. Remátense estas líneas informando que tres platillos por autor, para completar casi una centena, esperan a sus lectores.


Dos veces breve. Minificción de México y Colombia, Bibiana Bernal y Felipe Orozco (selección), Biblioteca Libanense de Cultura, Bogotá, 2014.

La Jornada Semanal, 29 de junio de 2014, Núm. 1008.