viernes, 14 de enero de 2011

MARTÍN, LA INTERNACIONAL Y LA OLLA

El benjamín de los escritores
Martín Gardella, autor del libro Instantáneas (Andrómeda, Buenos Aires, 2010) y miembro fundador e integrante del comité editorial de la Internacional Microcuentista, emprendió la entrevista, cuya versión final conciliamos a fines de diciembre del año pasado. Hoy la subió a la página de la revista virtual, dedicada en exclusiva a la difusión del microrrelato. Éste es el link, por si disponen de tiempo y ánimo para divertirse.



 

Una de las interrogantes, y su respuesta, plantea:

“Como ensayista te has dedicado al estudio del microrrelato y el aforismo. ¿De dónde salió tu interés por dichos géneros y qué relación encuentras entre ellos?
”Por la semblanza insertada arriba, ya se dieron cuenta tus lectores que no sólo exploro esas arquitecturas literarias. Sin embargo, apunto que ambos géneros siguen siendo los huérfanos de los estudios literarios, los niños perdidos de la crítica literaria, a pesar de ello son el benjamín de nuestros escritores. En principio ésa sería su relación socioliteraria negativa, su común denominador es la brevedad, la concisión con que se plantean sus propósitos de escritura. Un aforismo —he aquí sus diferencias con el cuento brevísimo— es el género por excelencia de la madurez tanto del hombre como del literato, la oración de los escritores veteres; se trata de una expresión de sabiduría que condensa la experiencia de una vida. Para su enunciado se vale de una oración simple o una frase, en ocasiones colma una parrafada. Siempre será un fulgor, una revelación. Un relámpago de saber. Es un género más allegado a la reflexión del pensamiento filosófico, a la argumentación, que a la invención literaria, a la ficción. Ciertos escritores lo usan como chicote, el látigo castigador de los congéneres. Junto con la máxima y el apotegma, el aforismo pertenece al mismo orden ideológico de las formas. En los tres, la mímesis mandata.
”Por su parte, el microrrelato obedece a la pertinaz manía del ser humano de compulsar su estancia en esta tierra, domeñar su carácter, soliviantar la rutina doméstica, anhelar la carne próxima, ensoñar otras vidas, recrear el ocio, maldecir a su prójimo. Al contar, registra las cimas de sus afanes y el infierno de su tiempo. Ahí, en ese microcosmos, también se encuentra la memoria de su estancia en el mundo. Estrictamente, un microrrelato sigue las reglas de composición aristotélicas. Se apega servilmente a una trama cuyo héroe vivirá o planteará un conflicto, en un escenario unívoco en el que ambientará sus acciones durante un tiempo perentorio, donde acaso se tope con una doncella o su némesis, con quien ralentizará en su conclusión abierta o cerrada una epifanía. Aquí, el excipit constituye la prueba de fuego del microrrelato.
”Espero que estos acosos sean de utilidad a tus lectores, si me excedí ya me lo demandarán, pero te recuerdo, compadre Martín, que tú destapaste la olla.”

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