jueves, 19 de abril de 2012

ÁLBUM DEL SUR PROFUNDO

Tercera estampa
Para acallar mis pupilas y sentidos gustativos, demandantes de alimentos ricos en especies, fuimos a comer una parrillada a una casona donde las preparan al modo chileno. Al arribar al comedero apenas había un par de parroquianos, así que el mesero nos atendió “al tiro”, cuyo equivalente mexicano es “en caliente”. Más tarde llegó con una hornilla alimentada por carbón hirviente en cuya sartén había dispuesto carnes de res, pollo y cerdo circundadas por unas monumentales papas, bañadas por los jugos naturales de la cocción. Como el hambre era mucha —aquí se come a las 13 hrs., por lo que debo desayunar a la mañana temprano con ligereza—, arramblé con una tira de carne roja, luego un chorizo, poquito más tarde un trozo mediano de costilla ahumada, condimentadas con una justa porción de papa, una salsa picante que me supo a la conquista de la gloria por su semejanza con el chile chipotle y lo que en Axolotitlan se llama pico de gallo: cebolla, jitomate y especias.
Como buen Macario que soy, no tuve ninguna contención en la ingesta hasta que me acordé que una hora más tarde iniciaría la siguiente sesión del seminario, por lo que a mi pesar dejé de comer esas exquisiteces. No hubo postres, apenas café, pues el tiempo nos apremiaba. A David y a mí, por la clase; a Romy, por la vuelta al trabajo. Salimos al paso, sin prisas ni escalas, en dirección a la facultad de Humanidades y Artes, muy cerca del restaurant, aunque en Concepción todo queda cerca por las dimensiones de la ciudad. A excepción de una ocasión, todo su perímetro lo he transitado a pie.
La sesión marchó, a pesar de la hora —15 hrs.— y la ingesta desmedida de cárnicos. A la clase poco a poco se agregan nuevos alumnos, ayer se sumaron dos más al inicio de la sesión. El tema de la escritura potencial para el día fue “Violencia intrafamiliar”. Expongo uno de los ejercicios con su autorización: 

CLARA
Iván Tapia Saavedra

Fue durante la cena de la segunda noche, que Pedro sospechó algo incierto en la mirada de Clara.
—¿Te sientes bien? —le preguntó.
—Quiero proponerte algo —contestó ella tímidamente.
—Tú dirás.
—Es una sorpresa.
—La proposición de una sorpresa ¡vaya!, me gusta, acepto.
—No sé si te guste —le confesó ella.
—Bueno, de eso se tratan las sorpresas, ¿no?
Subieron en el ascensor, recreando escenas indecentes. Una vez arriba, cerraron la puerta y bebieron un licor que a Pedro le pareció amargo pero que aun así terminó. Se recostó esperando a la mujer, que había entrado al baño.
—Salgo enseguida —gritó ella desde adentro.
—Muy bien, te espero —respondió él, entusiasmado.
Apoyó su cabeza en la almohada y no tardó en quedarse dormido. Soñó que estaba en el paraíso rodeado de ninfas que acicalaban sus cabellos. Cuando despertó ya era de día. No había nadie a su lado. Sólo los vestigios de una noche de euforia desparramados a su alrededor. Intentó ponerse de pie. No pudo. Los látigos todavía lo sujetaban a la cama. 


Más tarde devolveré los ejercicios de ayer con las debidas observaciones. Plantearé hoy, ayudado por el cuento “La última sirena”, de Diego Muñoz Valenzuela, y la grabación en audio de “Ejemplo de la sirena renegada que desobedeció a sus padres”, de Tomás Espinoza Laguna, las fronteras genéricas —la fábula, no vista ayer, pues el tiempo me rebasó explicando y ejemplificando las del aforismo y las del poema en prosa—, los conceptos de corpus, canon, autores y las características intrínsecas del microrrelato, además de la singular poética de la lectura que desata al momento de la lectura.
Me alegra que los estudiantes se suelten, ganen confianza y participen en la marcha de la sesión, pues la animan al darme muestras de sus saberes y complejizan al exponer sus dudas. Ayer noté mayor intervención suya. Sin embargo, también los aliento a participar, o les preguntó directamente, apelándolos por su nombre, haciendo caso omiso a lo que me han dicho de los estudiantes chilenos, que son de por sí tímidos, también los mexicanos, pero eso no se los he participado.
Tal como lo preví, la clase marchó a buen puerto, considerando que se agregaron dos chicos más, que varios estudiantes leyeron hasta tres ejercicios narrativos y el impacto que causaron en la audiencia. Confieso un pecadillo: la clase terminó antes del tiempo estipulado. Pienso reponerlo.
El tema de la escritura de mañana viernes: “Lolitas”. Por azares de la causalidad, también así les llaman aquí a las nínfulas nabokovianas.


 Foto: David Chávez. Parrillada de Don Talo, Concepción, Chile.