jueves, 23 de agosto de 2007

ELIZONDINA

En cuanto a su literatura sabemos casi todo sobre los afluentes, influjos y ascendientes que adoptó Salvador Elizondo en sus procesos de escritura; iconográficamente conocíamos algunas imágenes de familia, trabajo y circunstancias de socialización, procedentes de varios acervos, pero sobre todo por imágenes debidas a Paulina Lavista; literariamente, aún no teníamos acceso a los testimonios, las valoraciones de sus contemporáneos y a la rendición de afinidades de sus discípulos y nuevos lectores, que se han acercado a él como forjador de una nueva sensibilidad. Justamente esas tres dimensiones se entretejen en El extraño experimento del profesor Elizondo (TEVEUNAM-INBA-Pleroma, 2006), más un bono cinemático que es una revelación: el tránsito de Elizondo por el cine, de cuya experiencia surgió Apocalypse 1900 (Michel Alban, productora, 1965). Escribo revelación, por que para muchos de sus lectores actuales es una noticia nueva esa incursión elizondina por las fantasmagorías del cine, afición heredada por línea paterna, vocación consolidada en la plenitud de sus treinta años. A falta de un volumen que compile testimonios, valoraciones y crítica, El extraño experimento del profesor Elizondo, dirigida por Gerardo Villegas, cumple naturalmente con esa doble función social y cultural de rendir un homenaje a esa rara avis que fue Salvador Elizondo, grafógrafo.