viernes, 22 de noviembre de 2013

PAPASQUIARO


Hace unos ayeres, cuando Ulises Lima no era tan buscado como hoy; cuando los infras no eran moda ni nadie los pelaba. Por ese entonces Santiago Papasquiaro nos facilitó estos poemas como los otros trovadores vivos hicieron lo mismo. Hoy que los rescata del olvido el director de la revista literaria Crasis, Mario Cruz, también poeta bajo los efluvios infrarrealistas, aunque diga que no y haga berrinche, recuerdo con nostalgia esa época de aventuras, rones escanciados, largas tertulias sin nombre, bares penumbrosos y una pobreza inexplicable. 
Hasta donde recuerdo el número tres de Crasis, que nunca llegó a la imprenta, contenía otros poemas inéditos de Papasquiaro, y ahí siguen, arrumbados en mi añeja computadora Mac, rebien instalada debajo de mi escritorio, apacible en su justo sueño. 
Como cada número, esta revista fue diseñada y formada en PageMaker, luego adosadas sus planas a las viejas maquetas de composición para ser llevadas al fotolito para sacar negativos y luego llevadas a las prensas de impresión, que de ello se encargaba don Mario. Por eso —si se fijan bien— las líneas de ciertos párrafos tienen una inclinación, ya que el adhesivo no fue suficiente para fijarlos, o el señor director dormía la mona sobre ellos. 
Cada número fue ilustrado por un dibujante pero no recuerdo sus nombres. Y en cada entrega venía una selección de un vate oscuro, olvidado del canon, tales como Orlando Guillén o Santiago Papasquiaro, hoy vuelto celebridad por Los detectives salvajes.
Les comparto, por cortesía de Mario y Homero Quezada, unas estampas de aquel pasado.



Don Mario Cruz afirma en su cuenta de FaceBook, de donde provienen las imágenes aquí lucidas: “Hace casi dieciocho años publicamos el número uno de la revista Crasis. A manera de editorial un poelectrón de Oliverio Girondo, seguido de un infrapoema de Mario Santiago Papasquiaro, el ahora mítico Ulises Lima de los Los detectives salvajes. En el número dos apareció un texto de Pedro Damián Bautista y un dossier del inmortal Orlando Guillén. El núcleo de esta revista de literatura lo formaban Javier Perucho, Homero Quezada, José Francisco Zapata, el infame Marco Ruiz y su servilleta.” 
Mario cierra con esta puntualización: “Cierto, iba a aparecer un dossier dedicado al Mario. Los textos me los pasó su viuda, la ahora también difunta Rebeca, quien aparece muy fugazmente en los Los detectives salvajes. Ái tengo los originales.”


Homero Quezada, el otro referido por el señor Director, al habla desde su cuenta de FaceBook, expone su punto de vista singular: “Recuerdo, sobre todo, al ferocísimo consejo de redacción —presidido por su irreductible dire Mario Cruz— al cual no se le iba una y que hasta se deba el lujo de vapulear a plumas glorificadas. También recuerdo las ríspidas e inspiradas disputas entre Pancho Zapata y el inmortal Orlando Guillén. Una vez, Pancho me llamó por teléfono. Me dijo que estaba cerca de mi casa, pero que no se acordaba cómo llegar. Lo encontré en la esquina con Guillén; ambos, borrachos como perros y zampándose unos tacos de guisado. Desde lejos alcancé a escuchar que discutían acaloradamente y me preparé para atestiguar la iluminada polémica de los infra-vates. Me decepcioné profundamente: la discusión residía en cuál de los dos iba a pagar el consumo. Acabé sufragando el gasto.
De las tabernas penumbrosas, la verdad, sólo me viene a la memoria el Oriz Bar, mejor conocido como La Apestosa. Cuántos buenos momentos.”
En su momento recabaré la opinión turbulenta o apacible de Francisco Zapata, que depende del agua bendita que haya ingerido, el otro poeta ultra infrarrealista mencionado.
Hojas de papel revoloteando sobre un pasado vivido a plenitud, que hoy me revuelve la nostalgia y ondula la tristeza.


Nota bene: David Chávez, desde Colima, me manda estos enlaces para enriquecer el encuentro con Ulises Papasquiaro:






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